En plena crisis de relaciones entre Canadá y Estados Unidos, el Partido Liberal canadiense eligió ayer a un economista altamente cualificado pero con escasa experiencia política para reemplazar a Justin Trudeau como líder de la formación y primer ministro del país.
Mark Carney, de 59 años, que dirigió el Banco de Canadá durante la gran crisis financiera de 2008 y después estuvo al frente del Banco de Inglaterra durante el Brexit, será el hombre encargado de tomar las riendas del país y de plantar cara a Donald Trump, quien ha emprendido una guerra comercial de final incierto y que no oculta sus deseos de incorporar a Canadá a los Estados Unidos.
Carney se impuso con un 85,9% de los votos a su principal rival, la ex viceprimera ministra Chrystia Freeland, en unos comicios internos en los que participaron más de 150.000 personas. En su discurso de aceptación, dejó claro que no se dejará intimidar por Trump: “Estados Unidos no es Canadá. Y Canadá nunca será parte de Estados Unidos, de ninguna manera”, dijo el flamante líder liberal. “Los estadounidenses quieren nuestros recursos, nuestra agua, nuestra tierra, nuestro país. Si lo consiguen, destruirán nuestro modo de vida”, agregó Carney, quien también subrayó que la decisión de Trump de imponer aranceles a productos canadienses era “una injusticia”.
Freno a Trump
Carney asegura que “Canadá nunca será parte de Estados Unidos”
“No pedimos esta pelea”, dijo Carney refiriéndose a la guerra comercial iniciada por la Casa Blanca, “pero los canadienses siempre están listos cuando los demás se rinden. Los estadounidenses no deben equivocarse: en el comercio, como en el hockey, Canadá ganará”. El sustituto de Trudeau recalcó asimismo que, hasta que los Estados Unidos no muestren “respeto”, su país mantendrá los aranceles recíprocos.
La victoria de Carney no fue ninguna sorpresa. Él era el gran favorito para erigirse en ganador en unas elecciones en las que, además de Freeland, también competían la exlíder de la Cámara de Representantes Karina Gould y el diputado Frank Baylis. Carney presentó su candidatura el pasado enero, después de que Trudeau anunciara su dimisión, la cual vino motivada por la decisión de Freeland de salir del Gobierno. Trudeau, que estaba en el poder desde el 2015, había sufrido en los últimos meses una acusada caída de popularidad debido al deterioro de la situación económica y el debate en torno a la creciente inmigración.

Antes del nombramiento de su sustituto, el primer ministro saliente reivindicó ayer su legado en un discurso en el que también alertó de la delicada coyuntura que atraviesa el país. “No nos equivoquemos, este es un momento decisivo para la nación. La democracia no es algo garantizado. La libertad no es algo garantizado. Ni siquiera Canadá es algo garantizado”, dijo Trudeau.
Se espera que Carney tome posesión como primer ministro esta misma semana. Y es muy probable que poco después de asumir el cargo convoque elecciones generales, que en principio estaban previstas para el mes de octubre. En esos comicios su gran rival será el líder del Partido Conservador, Pierre Poilievre, que veía factible la victoria tras la dimisión de Trudeau. Sin embargo, la irrupción de Trump ha roto todos los esquemas de la oposición. Desde que Estados Unidos pasó de ser un aliado fiable a un vecino hostil, Canadá vive un auge nacionalista que ha reforzado las posibilidades electorales del Partido Liberal. Pese a su nulo bagaje político, Carney, con su firme postura respecto a las relaciones con Washington, aparece ahora como el candidato ideal para dirigir el país.