Groenlandia asume que entra en una era de vértigo tras las elecciones

Groenlandia asume con una mezcla de vértigo y perplejidad su nueva posición en el mapamundi de tensión geopolítica alumbrado por Donald Trump, mientras crece la autoestima nacional inuit, y el arraigado deseo de independencia se confronta con el temor a perder el actual Estado del bienestar y al riesgo de absorción por Washington. Al tiempo, Dinamarca observa con inquietud los acontecimientos en su antigua colonia, que en 1953 pasó a ser una región del reino y que desde el 2009 tiene gobierno propio, con opción legal a un referéndum de autodeterminación.

De las elecciones generales celebradas el martes, en las que ha ganado Demokraatit, el partido liberal hasta ahora en la oposición que respalda la independencia de Dinamarca, aunque sin planes inmediatos para ello, emerge una nueva etapa para la estratégica isla ártica, convertida en objeto de la codicia de Estados Unidos con Trump, y abocada ahora a ser una pieza clave en los debates sobre defensa, seguridad y comercio en el Alto Norte.

Si algo les ha quedado claro a los groenlandeses –son 57.000 habitantes, de los que 43.000 estaban llamados a las urnas–, es que Trump no va a cejar en su empeño. El domingo por la noche, a apenas 48 horas de que comenzara la jornada electoral, el presidente de EE.UU. volvió a la carga. En un post en su red social Truth Social, Trump afirmó que “apoya firmemente el derecho de Groenlandia a determinar su propio futuro”, sin aludir a las elecciones del martes, convocadas para renovar el Inatsisartut (Parlamento), que tiene 31 escaños.

A man walks as Danish flag flutters next to Hans Egede Statue ahead of a March 11 general election in Nuuk, Greenland, March 9, 2025. REUTERS/Marko Djurica TPX IMAGES OF THE DAY

Un hombre saltando junto la estatua del misionero luterano Hans Egede, que llegó a la isla en 1721, mientras la bandera danesa ondea ante la colina 

Marko Djurica / REUTERS

“Si así lo deciden, ¡les daremos la bienvenida como parte de la mayor nación nunca habida en el mundo, Estados Unidos de América!”, escribió. También habló del pasado y se explayó en promesas: “Seguiremos manteniéndoles a salvo, como hemos hecho desde la Segunda Guerra Mundial. Estamos dispuestos a invertir miles de millones de dólares para crear nuevos puestos de trabajo y hacerles ricos”.

La respuesta del primer ministro groenlandés, el izquierdista verde Múte Bourup Egede, llegó en una entrevista el lunes por la noche en la televisión pública danesa DR. “Las cosas que suceden en el mundo ahora mismo me preocupan mucho. Hay un orden mundial que se tambalea en muchos frentes (…) y un presidente en Estados Unidos muy impredecible y que de esa manera hace que la gente se sienta insegura. Merecemos que se nos trate con respeto, y pienso que el presidente de Estados Unidos no lo ha hecho desde que asumió el cargo”. Egede calificó estas elecciones de “determinantes”, tras las que tocará “dejar aún más claro que Groenlandia pertenece a los groenlandeses; tenemos que comunicar esto a los estadounidenses”.

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Para los analistas, la injerencia de Trump en la campaña electoral contribuyó a polarizar el debate, en un panorama político en el que todos los partidos –excepto el liberal Atassut (Solidaridad)– defienden la independencia, aunque difieren en los tiempos. El centrista Naleraq (Punto de orientación) quiere un referéndum ya, y el socialdemócrata Siumut (Adelante) lo desea durante la legislatura entrante. Pero es improbable que el acoso de Trump influya en el resultado de la votación, que podría tardar unos días en ser definitivo, pues hay papeletas de voto que deben llegar a la capital, Nuuk, desde pueblos remotos en barco, avión o helicóptero.

El aumento de las tensiones internacionales –aunque geográficamente alejada, la guerra lanzada por Vladímir Putin contra Ucrania contribuye a la crisis-; el calentamiento global que augura nuevas rutas de navegación por el Ártico a cuenta del deshielo de los casquetes polares; y la cambiante economía mundial han catapultado a Groenlandia al centro del debate sobre comercio y seguridad en el mundo. China y Rusia han intensificado su actividad militar en la región, y Trump quiere asegurarse de que Washington controla esta isla repleta de minerales –la mayoría, pendientes de extracción– que custodia los accesos entre América del Norte, el Ártico y el Atlántico Norte.

Cuando durante su primer mandato en la Casa Blanca, Donad Trump habló en el 2019 por primera vez de comprar Groenlandia, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, replicó que la isla no está en venta, y mucha gente pensó en el fondo todo era una broma. Ahora nadie se ríe.

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