La lección romana

Miles de personas se manifestaron ayer en Roma a favor de Europa. Salieron a la calle para mostrar el orgullo de ser europeos. “Mucha gente, sin ninguna tensión. Un éxito”. Así lo resumía a media tarde Francesco Olivo , corresponsal de La Vanguardia en Italia. Las grandes manifestaciones romanas de los años setenta y ochenta tenían lugar frente a la basílica de San Juan de Letrán, una gran explanada muy propicia para las movilizaciones de masas de la era analógica televisada. La plaza del Popolo, uno de los escenarios de La Dolce Vita de ­Fellini , más pequeña, más circular, más delimitada, transmite mucha intensidad, es una bombonera perfecta para la comunicación digital. Ayer la desbordaron. Colmaron las expectativas en una época de aparente desmovilización. Olivo, buen conocedor de Roma, dice, no obstante, que no habrían llenado San Juan de Letrán.

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Atención a la pantalla panorámica. Ayer tuvo lugar en Belgrado una gigantesca manifestación contra la corrupción en el Gobierno nacionalista serbio, que efectúa constantes ejercicios de equilibrismo entre Rusia y la Unión Europea. Masiva manifestación también en Budapest contra el gobierno de Viktor Orbán , cuya última iniciativa es la organización de un referéndum en Hungría para frenar el ingreso de Ucrania en la UE. Potentes fuerzas telúricas están recorriendo el subsuelo europeo desde Lisboa a Bucarest.

Roma envía un mensaje al mundo: Europa existe; a la europeísta España le cuesta salir del barrizal

El europeísmo italiano sale a la calle en un momento de gran confusión en el país. Hay divisiones en la derecha y en la izquierda ante el plan ReArm Europe . La primera ministra Giorgia Meloni no quiere enfrentarse a Donald Trump y tampoco desea perder pie en Bruselas. No piensa enviar tropas a Ucrania, pero participa en las reuniones que convocan Emmanuel Macron y Keir Starmer . La Liga de Salvini trabaja des­caradamente para Rusia. El Partido ­Democrático, principal fuerza de la oposición, se ha roto esta semana en el Parlamento Europeo en la votación del plan de rearme sellado por Ursula von der Leyen . Unos votaron a favor y otros se abstuvieron. Imaginemos que los eurodiputados del PSOE hubiesen votado en orden disperso en Bruselas.

La política italiana tiende al guirigay, hay momentos en que es muy difícil entenderla, pero la pasión de ese país por la lírica también les empuja a elevarse a veces por encima de sus luchas domésticas. Saben hacerlo. Son brillantes cuando lo intentan. El ideal se llama Europa y dejemos para otro día la dis­cusión sobre el rearme. Italia produce periódicamente buenos libros, buenas películas, buenas óperas e interesantes manifestaciones en la plaza del Popolo que comunican alguna cosa al mundo. La manifestación de ayer en Roma dice que Europa está viva como ideal.

People attend a pro-Europe demonstration at Piazza del Popolo, in Rome, Italy, March 15, 2025. REUTERS/Vincenzo Livieri

Una joven manifestante por Europa, ayer por la tarde en Roma

Vincenzo Livieri / Reuters

España, lo sabemos bien, no tiene esa plasticidad, esa capacidad para pelearse y a la vez elevarse. O una cosa o la otra. Ahora es un momento de pelea espesa. Mazón. Díaz Ayuso. El fiscal general del Estado. El hermano del presidente. La esposa del presidente. Los movimientos empresariales en Madrid. Podemos agarrando por el pescuezo a Yolanda Díaz . (El minúsculo Podemos ejerce hoy influencia magnética sobre 45 diputados del Congreso: Sumar, ERC, Bildu y BNG). Las dificultades de Pedro Sánchez para aprobar un aumento del gasto militar sin un pacto previo con el Partido Popular. Las escasas posibilidades de aprobar los presupuestos generales del Estado del 2026. Las posibles artimañas reglamentarias para proceder al incremento del gasto en Defensa sin pasar por el Parlamento. Los cálculos tácticos de Alberto Núñez Feijóo ante este nuevo escenario. Las dificultades de Feijóo en Bruselas. El Partido Popular Europeo le acaba de negar el traslado a Madrid del congreso inicialmente convocado en València. Ante la caída en picado de Mazón, el PP español no quiere sustos en València a finales de abril, y en la capital europea alegan que el traslado saldría demasiado caro. En noviembre, Feijóo tuvo la mala idea de ordenar a sus eurodiputados que votasen en contra de la nueva Comisión Europea, para repudiar a Teresa Ribera . El gabinete de Von der Leyen no lo va a olvidar. La política es muchas veces rasa en España. Le cuesta elevarse. “A veces parece que el mundo sea un engorro para los po­líticos españoles”, me comenta Sergio Lorenzi , un lector que está siguiendo los acontecimientos internacionales al minuto.

Los momentos de transición, los momentos de transición no se sabe hacia dónde, pueden ser deprimentes y enérgicos. Vigorosos, contradictorios, rudos. De la angustia y la incertidumbre surge un mayor deseo de verdad. Sería un grave error que la política española, arrastrada por una sobreproducción de batallas tácticas, estrangulase el debate parlamentario sobre la situación internacional y la respuesta europea a la misma. Cuando el empate parece irresoluble no hay otra salida que saltar por encima. Elevarse, elevarse.

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