Indonesia, el cuarto país más populoso del mundo, ha dado este jueves un paso atrás en su senda democrática. El parlamento ha aprobado una enmienda a la ley de 2004, que regulaba y restringía la presencia de las Fuerzas Armadas en las instituciones civiles. Por unanimidad, los diputados han votado a favor de volver a abrir las puertas de cuatro grandes áreas a los militares, tal como perseguía el exgeneral y presidente Prabowo Subianto.
Organizaciones estudiantiles y de la sociedad civil llevan días protestando contra lo que califican de resurrección del Nuevo Orden, la dictadura militar que durante más de treinta años encabezó el difunto Suharto, a la postre suegro de Prabowo. Pero esta mañana los manifestantes frente al Parlamento sumaban apenas algunas docenas. La única concesión obtenida en su campaña contra “el doble empleo” -secundada por 180 entidades y miles de firmas- es que los militares en activo no podrán ocupar un cargo civil.
La institución donde el ingreso de los uniformados -en activo o no- aparece como más chocante es el de la Fiscalía General del Estado. También podrán optar a cargos del ministerio de Pesca y Asuntos Marítimos y a las agencias de Gestión de Fronteras, Antiterrorismo y Respuesta a Desastres Naturales. Estas se suman a las diez áreas en las que nunca dejaron de estar presentes, por ley, como narcóticos, ciberseguridad y tareas de rescate.
Los críticos con el nuevo presidente afirman que este, de hecho, ya había empezado a nombrar a antiguos subordinados a puestos de responsabilidad en estos departamentos. Asimismo, los sectores más inquietos de la sociedad indonesia deploran el secretismo con que se han llevado a cabo las enmiendas, que de hecho ya habían sido planteadas cuando Prabowo era ministro de Defensa. El debate se retomó con más fuerza tras su toma de posesión como presidente, hace cinco meses.
Del viernes al sábado pasados, todos los diputados fueron invitados a un hotel de cinco estrellas de Yakarta para escuchar, a puerta cerrada, los argumentos sobre la “necesidad” de la reforma y para cerrar algunos flecos. Todo ello, con un ojo puesto en “los retos geopolíticos” y en la preservación “de la soberanía”, según el actual ministro de Defensa, Sjafrie Sjamsoeddin. Quizás con un ojo puesto en la deriva de Filipinas.

Cartel contra el “doble empleo, cuando no sobra el trabajo”, en alusión al regreso de los militares a varios ministerios.
Varias organizaciones denuncian como poco profesional entregar puestos de responsabilidad a militares, en áreas ajenas a sus competencias. Su presencia, además, genera dudas sobre la cadena de mando a la que están sujetos, civil o militar. Una de las rémoras de décadas de dictadura en el archipiélago es que las Fuerzas Armadas no se consideran subordinadas al ministro de Defensa. Para disfrazar este pulso, Joko Widodo cedió la cartera a su antiguo rival, el exgeneral Prabowo, ya sin uniforme. Pero este ahora pide más, desde la presidencia obtenida en las urnas.
Prabowo Subianto, de 73 años, fue el comandante al mando de las Fuerzas Especiales en los ochenta y noventa -como antes su suegro- y se le atribuyen desmanes en la represión del independentismo en Timor Oriental y de las fuerzas prodemocráticas. En ambos casos, finalmente en vano. Para lavarse las manos -y la cara- Prabowo quiere ser el presidente indonesio que le dé el empujón definitivo al ingreso del Timor independiente en la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Probablemente este mismo año.
Por otro lado, Prabowo, aspira a abrir el abanico de relaciones de Indonesia, cuya economía crece alrededor del 5% anual, en línea con China e India. A las tradicionales maniobras navales con EE.UU., Indonesia pretende sumar otras, con todos sus vecinos, incluida China. El secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Serguéi Shoigú, visitó Yakarta hace pocas semanas, camino de Kuala Lumpur.
El gobierno indonesio, en cualquier caso, promete que los cambios no abren la gestión de las empresas públicas a los militares, como sucedía en el pasado y como es prácticamente la regla en Birmania o Pakistán. El modelo de “democracia con características indonesias” propugnado por Prabowo parece más cercano al que ha regido en Tailandia hasta hace pocos meses, cuando el Senado de Bangkok, elegido a dedo por la cúpula militar, fue finalmente renovado. También en Indonesia, durante mucho tiempo, una gran proporción de los escaños estuvo reservada al ejército.
La caída de Aung San Suu Kyi, por su parte, no es ajena a haber exigido para el puzle birmano una democracia aún más libre de influencia militar que en la vecina Tailandia. A pesar del mayor kilometraje democrático de este estado, por lo demás mucho más homogéneo y exento de guerrillas.
Se retrasa la edad de jubilación militar
Hasta ahora había oficiales que empezaban una segunda vida laboral tras el retiro
El expresidente indonesio Susilo Bambang Yudhoyono se ha unido a 186 entidades civiles a la hora de repudiar lo que consideran una regresión política. Esta enmienda se muerde la cola con otra, aprobada en la misma sesión, que retrasa varios años la edad de jubilación de los militares.
Esta ha sido pospuesta hasta los 58 (soldados rasos), 60 (oficiales) y 63 (65, previa autorización gubernamental) para los generales. El retiro temprano -hasta ahora- era lo que permitía hasta ahora que muchos cerraran su etapa profesional en la administración.
Prabowo, además, ha nombrado a una docena de exoficiales y compañeros de armas como ministros o viceministros. Dos de ellos, siguen siendo militares en activo, como el secretario de gabinete, teniente coronel Teddy Indra Wijaya. Asimismo, el general Novi Helmy Prasetya ha pasado de estar al frente de la Academia Militar a dirigir la Agencia de Logística del Estado.
Se trata, para algunos, de un regreso de los militares a la primera línea política, por la puerta de atrás, con Prabowo a la cabeza. Para terminar de difuminar los lindes entre uniformados y civiles, muchos de los altos cargos de la administración -tanto central como regiona- han sido animados a recibir adiestramiento en academias militares.
Prabowo Subianto ganó las elecciones de junio pasado, después de haber sido ministro de Defensa del carismático Joko Widodo, al que no había logrado derrotar en dos ocasiones. Ambos exrivales terminaron de hacer las paces al pactar que uno de los hijos de Widodo -ajeno a la élite tradicional javanesa- concurriera como número dos de Prabowo para ejercer de vicepresidente, en caso de victoria, como así ha sido.
Una fórmula similar a la observada dos años antes en Filipinas. Cuando Ferdinand Marcos, hijo del dictador homónimo, concurrió a las elecciones con Sara Duterte, hija del presidente cesante, Rodrigo Duterte, como vicepresidenta. Un acuerdo que hizo aguas, como demuestra que el expresidente Duterte fuera entregado la semana pasada al Tribunal Penal Internacional de La Haya, a pesar de que Filipinas retiró su firma del Estatuto de Roma hace años.