Primero: Sánchez hace bien forzando el aumento en defensa hasta el 2% del PIB. Los españoles no podemos exigir insistentemente la solidaridad europea –en forma de fondos de cohesión, fondo Next Generation o eurobonos– y negarla cuando se trata de aumentar los presupuestos de defensa. Incluso si suscribimos la opinión minoritaria –pero no marginal– de acuerdo con la cual la invasión de Ucrania ha sido motivada exclusivamente por la expansión de la OTAN hasta las fronteras rusas, tenemos que ser sensibles a los sentimientos de los países fronterizos con Rusia, que están realizando un esfuerzo financiero extraordinario porque se sienten amenazados. España se ha beneficiado enormemente de la solidaridad europea; ahora nos toca a nosotros.
Segundo: Sánchez hace mal diciéndonos que no habrá que sacrificar nada. Sánchez se ha declarado preocupado por la “desinformación”, pero eso es exactamente lo que está practicando. Tradicionalmente, una de las primeras lecciones que recibían los estudiantes de Economía es que los países tienen que escoger entre “ cañones o mantequilla”: gastar más en defensa, como en cualquier otra partida, implica gastar menos en alguna otra cosa. Aumentar el gasto en defensa del 1,3% del PIB actual al 2% a que nos hemos comprometido como miembros de la OTAN significa sumar 11.655 millones de euros anuales. No es una cifra descomunal, pero tampoco negligible, y menos en el contexto del relevo generacional que generará una sobrecarga de la factura en pensiones.
La seguridad es cara, pero lo que hace falta es que los estados cedan autonomía
Tercero: No es necesario aumentar el esfuerzo europeo más allá del 2%, tal como se nos pide desde Washington y desde Bruselas. Europa –la Unión Europea y el Reino Unido– tienen 518 millones de habitantes y un PIB de 23 billones de euros, cifras que hay que comparar con 146 y 2,2 por parte de Rusia. Incluso si contamos el PIB en términos de poder de compra, el europeo es todavía 4,5 veces superior. Rusia está dedicando a defensa el 6,7% de su PIB, lo que implica que tendría que aumentarlo a un insostenible 9% para igualar un 2% europeo.

Cazas militares Eurofighter Typhoon de la Fuerza Aérea Italiana participan en una misión de Policía Aérea del Báltico de la OTAN
La conclusión es que no es necesario un sacrificio superior al 2% del PIB de los países europeos para financiar un sistema disuasivo eficaz. El problema es otro. Como es sabido, los ejércitos europeos utilizan una multiplicidad incoherente de modelos de todo tipo de equipamiento y les falta un mando unificado. En estas circunstancias, y sin el apoyo y el liderazgo americanos, Europa no podría resistir una agresión rusa.
La seguridad es cara, sin duda, pero el sacrificio más importante que toca ahora no es la mantequilla de los europeos, sino el poder de sus estados. Lo que hace falta es que estos ceden autonomía como ya lo han hecho en política comercial o financiera. Es cierto que resulta difícil imaginar que Francia renuncie a comandar su ejército, pero pretender compensar la ineficiencia del statu quo a base de aumentar el sacrificio económico de los ciudadanos no es aceptable.