
El estruendo de las bolsas por los aranceles y los reproches públicos para aprobar la ley de presupuestos han despertado al Partido Republicano de su luna de miel. El presidente Donald Trump, que presumía de tener un control absoluto del partido, afronta ahora divisiones a izquierda y derecha.
Por un lado, una decena de republicanos se ha unido a los demócratas para tratar de devolver al Congreso la autoridad sobre la política comercial, que Trump está esquivando usando declaraciones de emergencia nacional para decretar unilateralmente sus aranceles. Por el otro, una quincena de republicanos de línea dura está en contra de la ley de presupuestos impulsada por Trump, porque quieren recortes mayores en el gasto público para cumplir con su promesa electoral: la reducción del déficit.
Trump se dirigió anoche a ambas rebeliones durante una cena del comité republicano en Washington. “Veo a algún republicano rebelde, a algún tipo que quiere hacerse notar, diciendo: ‘Creo que el Congreso debería hacerse cargo de las negociaciones’. Déjenme decirles, ustedes no negocian como yo lo hago”, dijo en su estilo ególatra y desafiante sobre las conversaciones –de momento, fallidas– con los países afectados por los aranceles, la inmensa mayoría. “Acabo de verlo hoy, un par de sus congresistas”, añadió, señalando a la multitud: “’Creo que deberíamos involucrarnos en la negociación de los aranceles’. Oh, eso es lo que necesito, necesito a alguien que me diga cómo negociar”, sentenció con ironía.
En realidad, no es eso lo que buscan quienes apoyan el proyecto de ley bipartidista que el republicano Chuck Grassley y la demócrata Maria Cantwell han presentado en el Senado. Lo que quieren es ejercer el papel de control al ejecutivo que la Constitución da al legislativo y que se ha vuelto una urgencia ante la agresiva política comercial de Trump, que ha desplomado las bolsas y vuelve a poner la inflación y la recesión en el horizonte. La iniciativa legislativa, la Ley de Revisión Comercial, establecería que un presidente debe notificar al Congreso los nuevos aranceles en un plazo de 48 horas a partir de su imposición y que el Congreso los apruebe en un plazo de 60 días o expiren.
La propuesta tiene el apoyo de al menos siete senadores republicanos, suficientes para aprobarla si todos los demócratas también votan a favor. Sin embargo, de recibir el voto favorable del Senado, el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, ya ha dicho que no piensa llevarla a votación, y Trump ha dejado claro que usará su poder de veto en el caso de que también se apruebe en la Cámara Baja. Allí, el congresista republicano Don Bacon lidera otra propuesta similar, junto a otros dos miembros de su partido, Jeff Hurd y Dan Newhouse, y dos demócratas.
El representante comercial de la Casa Blanca, Jamieson Greer, compareció ayer ante el Senado y esta mañana en otra comisión de la Cámara de Representantes, y en ambas sesiones se ha topado con las quejas de algunos republicanos. El senador Steve Daines le recordó que quien paga los aranceles es el importador y, en ese sentido, “me preocupa el efecto inflacionista, y que si hay una guerra comercial se cierren los mercados para los agricultores, ganaderos y fabricantes estadounidenses”.
Darin LaHood, congresista republicano de Illinois
“Veo mucha ansiedad, estrés e incertidumbre porque, en una guerra comercial, el primer peón es la agricultura”
El senador James Lankford dijo que una empresa del Estado al que representa, Oklahoma, se gastó “millones de dólares” en mover su producción de China a Vietnam, pero ahora que el segundo país también enfrenta aranceles, su negocio “no podrá salir adelante”. El congresista Darin LaHood ha dicho hoy que cuando habla con los agricultores de Illinois, su Estado, “veo mucha ansiedad, estrés e incertidumbre porque, cuando nos metemos en una guerra comercial, normalmente el primer peón es la agricultura”.
Greer ha reconocido que la medida será “dolorosa”, pero ha defendido los aranceles para reducir el déficit comercial como una cuestión de seguridad nacional, el argumento que está dando Trump para justificar sus declaraciones de emergencia, que le están permitiendo saltarse la autoridad del Congreso. “El déficit comercial es una manifestación de la pérdida de poder de la nación para producir, crecer y construir”, ha señalado, “es peligroso, y el presidente reconoce la urgencia del momento”.
En paralelo a la rebelión por los aranceles, Trump afronta divisiones también por la aprobación de sus presupuestos, que el sábado pasaron el trámite del Senado por la mínima (51 votos a favor y 48 en contra), con dos republicanos uniéndose al rechazo demócrata. En la Cámara de Representantes, sin embargo, una treintena de republicanos ha expresado su preocupación sobre el plan presupuestario, según Fox News, y una quincena de los llamados ‘halcones fiscales’ pretende votar en contra. La votación podría producirse tan pronto como esta tarde.
Donald Trump, a los ‘halcones fiscales’ republicanos
“Simplemente, tenéis que votar. Cerrad los ojos y hacedlo, es un presupuesto estupendo. Dejad de hacer el numerito”
La Cámara Baja aprobó en febrero una resolución que imponía recortes de al menos dos billones en el gasto público para compensar el aumento de la inversión en las prioridades de Trump: el gasto en defensa, en la frontera y lo que se dejará de ingresar por los recortes masivos de impuestos. Pero el Senado enmendó esa propuesta el sábado reduciendo el recorte mínimo a 4.000 millones de dólares. Los republicanos de línea dura creen que esta enmienda alimentará el déficit, en contra de lo que prometieron a sus ciudadanos durante la campaña.
Trump les invitó ayer a la Casa Blanca para tratar de convencerlos, pero no todos los disidentes fueron invitados, y algunos de los que sí lo fueron rechazaron asistir al encuentro. Como Andy Harris, republicano de Maryland, que dijo que “no hay nada que deba entender sobre esta cuestión. Dejaré que el presidente pase el tiempo con aquellos a quienes puede hacer cambiar de opinión”, pero insistió en que su influencia “no ayudará a lograr los votos suficientes“, pues ”hay demasiados congresistas que se oponen”.
Por la noche, Trump insistió en su presión pública a los rebeldes: “Simplemente, tenéis que votar. Cerrad los ojos y hacedlo, es un presupuesto estupendo. Dejad de hacer el numerito”, dijo en la cena con los legisladores republicanos. Este tipo de presión, incluidas publicaciones en Truth Social y llamadas durante sesiones del Congreso, le ha servido en el pasado para lograr cambios de opinión: por ejemplo, así eligieron al speaker Mike Johnson y aprobaron la ley de gasto para evitar el cierre de gobierno. Sin embargo, parece que esta vez no será suficiente para evitar el doble motín republicano.