
El vicepresidente estadounidense JD Vance, que debe su proyección pública -si no su puesto- a un libro sobre granjeros del medio oeste marginados por la globalización, Hillbilly elegy, debería haber medido mejor sus palabras. La semana pasada resumió así su catecismo en Fox News: “Tomamos dinero prestado de campesinos chinos para comprar las cosas que fabrican otros campesinos chinos. Esa no es la receta para alcanzar la prosperidad”.
Su parábola tampoco le pareció bucólica al gobierno chino. “Escuchar afirmaciones tan ignorantes y poco respetuosas en boca de un vicepresidente es triste y sorprendente”, declaró ayer el combativo portavoz del ministerio de Exteriores, Lin Jian. Una manifestación no menos llamativa, ya que Pekín raramente personaliza sus críticas.
En las palabras de JD Vance han querido ver un deje de desdén hacia el pueblo chino en general y hacia los chinos de pueblo en concreto. Es decir, varios cientos de millones de personas. El Partido Comunista de China, que tiene que demostrar que por algo lleva una hoz en su símbolo, no ha tardado en coger el guante.
El exabrupto tampoco ha gustado a los internautas chinos, que son más numerosos que los norteamericanos, pero comen a parte. Estos han pedido al vicepresidente de EE.UU. que abra los ojos a los avances chinos en 5G, en la exploración lunar, en redes sociales, en marketing y pago electrónico, en trenes de alta velocidad, en vehículos eléctricos y, ahora, en inteligencia artificial.
También han puesto en circulación memes con el mismo Vance, solo o en compañía de Trump, trabajando en una cadena de montaje o frente a la máquina de coser de una fábrica textil. Trabajos que, de repente, parecen envidiar tanto para sus conciudadanos, aunque no necesariamente para ellos mismos.