
Mientras en Pekín hacen chistes y burlas de la política comercial de Donald Trump, en un claro recordatorio del tipo “no sabes con quién estás hablando”, el presidente de Estados Unidos sigue profundizando en su recapitulación sobre la imposición de sus supuestos aranceles del día de la liberación y parece buscar botes salvavidas ante las muestras del posible daño que se atisban en la economía de su país.
Solo así se entiende, según los analistas, que este sábado trascendiera que los llamados teléfonos inteligentes y los ordenadores figuren entre los muchos dispositivos tecnológicos y componentes que quedarán exentos de las tarifas recíprocas impuestas por Trump, a partir de las nuevas directrices de la Oficina de Aduanas y Patrulla Fronteriza de EE.UU., órgano responsable de recaudar el dinero de los aranceles.
Estas directrices, emitidas a última hora el viernes por la noche, se instauran después de que el mandatario estadounidense fijara unos gravámenes del 145% a las importaciones procedentes de China, que respondió con otras a la inversa del 125%.
Este movimiento de la administración Trump se produce una vez que se confirmó que sus medidas arancelarias pueden impactar de forma muy relevante a los gigantes tecnológicos, como Apple, por la afectación a la producción del iPhone y muchos más de sus otros productos manufacturados en el gigante asiático. Hay cálculos que llegan a encarecer sus teléfonos, santo y seña de la compañía de Cupertino, incluso al techo de los 3.500 dólares en caso de aplicarse los gravámenes. Esta rectificación también es una manera de tratar de calmar los mercados bursátiles.
La nueva regulación fronteriza incluye otros electrónicos, como portátiles, semiconductores, células solares, televisiones de pantalla plana (ha habido una fiebre estos días en EE.UU. por comprar estos aparatos ante la amenaza de su encarecimiento), unidades de memoria electrónica, tarjetas de memoria o unidades de estado sólido utilizadas para almacenar datos.
Todos estos artilugios pueden eventualmente estar sujetos a obligaciones adicionales, pero su precio se hallará muy por debajo de los aranceles del 145% impuestos por Trump a los bienes procedentes de China.
Cuando el pasado miércoles el presidente estadounidense explicó la pausa de 90 días en la aplicación de los aranceles recíprocos para todos los países salvo para China, que los incrementó, entonces ya comentó que podría haber excepciones por sectores y empresas dado el clima de incertidumbre y caos que había abierto con su intento de desmontar el sistema mundial de comercio vigente en las últimas ocho décadas, que tanto ha servido para que EE.UU. sea el país más rico de planeta.
La aplicación de las excepciones a los productos electrónicos se considera un gran victoria para las compañía tecnológicas, que tanto se han acercado a Trump, sobre todo para Apple, pero también para Samsung, HP, Dell o Microsoft, que manufacturan partes de sus electrónicos fuera de EE.UU.
La compañía que dirige Tim Cook, otro que ha ido a la Casa Blanca a rendir pleitesía, fabrica más del 80% de sus productos en China. Además del iPhone, ahí produce el 80% de los iPads y más de la mitad de los Mac, sus computadores, de acuerdo a Evercore ISI.
Desde la jornada en que Trump anunció su tarifas, aquel 2 abril, el fallido día de la liberación, Apple ha perdido por encima de los 640.000 millones de dólares en valor de mercado.
Los artículos excluidos de los aranceles recíprocos bajo estas nuevas directrices son los productos que salieron de los almacenes a partir del 5 de abril, fecha en que EE.UU. estableció el 10% universal