El órdago de Donald Trump ha sacudido Asia como ningún otro continente, con una amenaza de aranceles mucho más gravosa, más allá del 10% universal. Esta permanece en suspenso durante noventa días -excepto en China- pero no está revocada. Una espada de Damocles estadounidense que está sirviendo de revulsivo a estos países, aunque no para alejarse de Pekín, sino todo lo contrario.
El canal del Mekong a la costa de Camboya y la red panasiática de ferrocarril de alta velocidad son algunos de los proyectos con marchamo chino que podrían verse acelerados, mientras que el canal interoceánico de Tailandia, imaginado hace siglos, podría salir del cajón en que lleva años.
En este contexto, el presidente de China, Xi Jinping, emprende este lunes su gira de cuatro días por el sudeste asiático, que empieza en Vietnam, continuará en Malasia y acabará en Camboya. Aunque el viaje estaba programado con antelación -como el de Pedro Sánchez a Pekín- su oportunidad no es fruto del azar. Hacía muchos años que Xi no se embarcaba en una visita de carácter bilateral a un país miembro de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), con la sola excepción de su desplazamiento a Vietnam en 2023. Esta semana, en cambio, cubrirá tres de una tacada.
Rara gira en un “momento crítico”
Xi visitará Vietnam, Malasia y Camboya a lo largo de los próximos cuatro días
Si Xi no se acerca a Tailandia e Indonesia es porque sus mandatarios ya le visitaron en Pekín hace poco, en febrero y diciembre, respectivamente. En un caso, resultó en la deportación de cuarenta islamistas uigures que llevaban una década en Bangkok y en la repatriación de más de un millar de chinos implicados en centralitas de ciberestafas en la frontera birmano-tailandesa. En el otro, en la incorporación de Indonesia -una mina de níquel- como miembro de pleno derecho del grupo de los BRICS.
Tampoco por casualidad, el miércoles pasado, el politburó del Partido Comunista de China organizó su primera sesión en doce años centrada en el vecindario. Xi Jinping hizo un alegato a favor de “reforzar los lazos estratégicos” en lo que calificó de “momento crítico”. Pekín cree que la agresividad de Washington, que descoloca tanto a sus aliados inveterados como a sus víctimas de antaño, le ofrece una oportunidad en bandeja.

Un buque de guerra chino en la inauguración de la base naval de Ream, el 5 de abril, a pesar de que Camboya había dicho que la estrenaría un barco japonés como prueba de su neutralidad
Vietnam se enfrenta a la ardua renegociación de un mazazo arancelario del 46%, decretado por Trump. En el caso de Camboya es aún peor, con un 49%. Malasia tampoco saldría bien parada, con un 24%. En este caso, Xi tiene un interés añadido porque Kuala Lumpur preside ASEAN este año y su primer ministro, Anwar Ibrahim, ha expresado su deseo de que el grupo de países negocie unido frente a EE.UU.. Le apoya en este punto un exdirector general de la Organización Mundial del Comercio, el tailandés Supachai Panitchpakdi.
Anwar, además, busca el acercamiento a China por el rechazo frontal de la población malaya a los planes inmobiliarios para Gaza de Donald Trump, que agravan la complicidad de su predecesor con la invasión israelí.
En Vietnam, China, que construyó la primera línea del metro de Hanoi, ha ganado la concesión de la tercera. Mientras que el gobierno vietnamita se ha comprometido a construir una nueva conexión ferroviaria, de pasajeros y mercancías, con China. El litigio sobre las islas Spratley y Placel (o Paracel), queda bajo sordina. Xi Jinping y To Lam, ambos secretarios generales del partido comunista de sus respectivos países, volverán a encontrarse en poco más de tres semana en Moscú, en la celebración del 80 aniversario de la victoria aliada sobre el fascismo.
Economías exportadoras
Camboya espera un empujón de Xi al canal que unira el Mekong al golfo de Tailandia
Pero donde Xi Jinping encontrará un interlocutor mejor dispuesto es en Phnom Penh. Camboya inauguró hace dos sábados la base naval de Ream, modernizada y ampliada por China. Junto al primer ministro Hun Manet -hijo del sempiterno Hun Sen- un general chino presidió los actos, con profusión de banderas de ambos países. Aunque Camboya insiste en que no será una base china, sino abierta a todo el mundo y que el primer buque invitado será de las fuerzas de autodefensa japonesas. Asimismo, hace cuatro meses, un buque estadounidense fondeó en Sihanoukville por primera vez en ocho años.
En cualquier caso, empresas chinas han construido 4.000 kilómetros de carreteras en Camboya, uno de los más países más entusiastas de las Nuevas Rutas de la Seda. El broche de oro es el canal Funan Techo, que deberá conectar el Mekong con la costa de Camboya, a 180 kilómetros. Una revolución para el país, que dejará de depender de la desembocadura del río en Vietnam para gran parte de sus exportaciones.

Primeros ministros de países de ASEAN en su cita de otoño en Laos. Xi visitará la próxima semana al presidente rotatorio del grupo, el malayo Anwar Ibrahim (derecha), partidario de una respuesta coordinada a los aranceles de Trump
El Mekong, por cierto, vertebra Indochina, como sabían los colonialistas franceses, puesto que nace en China y cruza Laos, antes de bordear Birmania y Tailandia y adentrarse en Camboya y Vietnam, pero no es plenamente navegable en todo su recorrido. La presencia de Xi Jinping deberá disipar algunas dudas sobre el compromiso financiero chino con el canal.
Vietnam y Camboya comparten otra característica. Sus exportaciones a EE.UU. en los últimos seis años han aumentado de forma exponencial y un porcentaje sujeto a debate correspondería (la misma sospecha de re-etiquetaje y reexportación recae sobre una parte de las exportaciones tailandesas y taiwanesas).
Este factor podría haber pesado en la sangre fría con que los países de la región han reaccionado a las amenazas de aranceles estadounidenses. Además, ya estaban avisados y muchos habían ido tomando precauciones. Por ejemplo, tras cinco años de interrupción, India y China acordaron reanudar los vuelos directos entre ambos países una semana después de la toma de posesión de Trump (aunque la medida aún no se ha hecho efectiva).
Asimismo, los ministros de Exteriores de China, Corea del Sur y Japón se reunieron el mes pasado para limar asperezas. Pero donde hay más en juego, proporcionalmente, es en Vietnam y Camboya, cuyo PIB depende en un 30% o más de las exportaciones a EE.UU.. La sola visita de Xi Jinping, esperan, mejora sus bazas a la hora de negociar con Washington.

El presidente de China, Xi Jinping, recibió al secretario general del Partido Comunista de Vietnam, To Lam, el pasado agosto en Pekín y este lunes le devolverá la visita, en la primera parada de su rara gira asiática
Algo parecido sucede con la resurrección del plan de construcción del canal de Tailandia (antes conocido como canal de Kra, por su anterior trazado). Un tajo en el istmo del sur del país que permitiría pasar de un océano a otro sin atravesar el estrecho de Malaca. Una obra magna, de mayor recorrido que el canal de Panamá, entre la costa tailandesa del mar de Andamán (Índico) y el golfo de Tailandia (Pacífico).
Sus defensores en Bangkok venden el ahorro “de dos o tres días de navegación”, pero se trata en muchos casos de oficiales retirados y ejecutivos, bien relacionados con China. Su verdadera virtud es sortear el estrecho de Malaca, controlado desde Singapur por la Sexta Flota, aunque argumenten el riesgo de colapso, accidentes o atentados en un curso de agua por el que circula el 80% del petróleo con destino a China, Japón o Corea del Sur, así como un porcentaje parecido de las exportaciones de dichos países.
El canal de Tailandia -que como en el caso del canal de Estambul, todavía no está claro si es un farol o no- no optaría finalmente por sus recorridos más cortos. Uno, el de Kra, el de más al norte, por la dificultad del relieve. Otro, en el extremo sur, porque aislaría aún más las tres provincias malayo-musulmanas vecinas de Malasia, en ebullición política e identitaria. El camino de en medio, desde las cercanías de la isla de Koh Lanta hasta las cercanías de Songkhla, parece la última palabra.
Sin embargo, hasta la toma de posesión de Trump, el proyecto llevaba años en el limbo y parecía haber sido prácticamente desplazado por un proyecto muy distinto. Un corredor terrestre, viario y ferroriario, entre dos puertos situados en ambas costas. Un proyecto mucho más barato, que también sortearía Malaca, pero con unos costes logísticos asociados poco razonables para un ahorro de tiempo todavía más dudoso. China nunca mostró un verdadero interés por esta opción.
Istmo de Kra
En Tailandia vuelve a hablarse del canal, no solo del corredor terrestre de costa a costa
A diferencia de la otra, un megaproyecto interoceánico con el que los siameses en realidad llevan siglos soñando y que Thaksin Shinawatra, cuando era primer ministro, llegó a presupuestar en unos 40.000 millones de euros hace veinte años. Hoy el magnate tailandés gobierna tras las bambalinas, con su hija Paetongtarn Shinawatra como jefa de gobierno. Pero los grandes valedores del canal de Tailandia son los militares. De hecho, el último gran estudio fue lanzado en octubre de 2018 por la junta militar, meses antes de la convocatoria de elecciones (en las que el general Prayut conservó de todos modos el poder).
Cabe señalar por último que la visita a Pekín del presidente español Pedro Sánchez, el viernes pasado, ha sido saludada por la prensa oficialista china, que cita explícitamente la importancia del Mobile World Congress de Barcelona para mostrar las innovaciones chinas al mundo. No es la primera vez que un presidente de la Internacional Socialista actúa como adelantado del resto del bloque occidental -o por lo menos europeo- para explorar estrategias de distensión con el coloso del otro lado. Recuérdese la Ostpolitik de Willy Brandt, a principios de los setenta. El mundo es hoy mucho más confuso y las etiquetas todavía lo son más.