China ha suspendido la exportación de seis de las diecisiete tierras raras, que prácticamente monopoliza, así como de los imanes que se elaboran con ellas y que son fundamentales para la industria aeronáutica, aeroespacial, automovilística, de defensa y de energías renovables. Los fabricantes de medio mundo, y no solo de los Estados Unidos, están en alerta, ante la orden dada por China a puertos y navieras para que impidan su salida del país, mientras se elabora una regulación específica.
El diario The New York Times teme que esta, una vez formulada, ponga en la diana a la industria armamentista estadounidense. Durante el último mes y medio de réplicas y contrarréplicas arancelarias, varias firmas de EE.UU. vinculadas a la fabricación de drones han terminado en la lista negra china de control de exportaciones.
Aunque hay yacimientos de tierras raras en otros países, en China se extrae casi el 70% y se procesa el 90%. En el caso de los imanes de tierras raras pesadas para la industria balística, de drones, turbinas o de vehículos eléctricos, el dominio es también avasallador. Aunque Japón aún cuenta con los modelos más sofisticados, estos también dependen de tierras raras chinas a medio y largo plazo, pese a sus stocks estratégicos.
El recurso a las tierras raras forma parte del pulso entre los presidentes Xi Jinping y Donald Trump. Este último, en su segundo intento, ha lanzado una guerra arancelaria contra China todavía más agresiva que en su primer mandato, con la diferencia que Pekín está respondiendo últimamente de forma simétrica a unos gravámenes cruzados que son ya estratosféricos, del orden del 145%.
Para evitar el descarrilamiento del comercio mundial, muchas miradas se dirigen ahora a la corte tecnológica que rodea a Donald Trump desde su investidura, como posible factor moderador. El presidente estadounidense anunció excepciones para teléfonos u ordenadores, para alivio, no solo de multinacionales propias, sino también ajenas, como Samsung.
Asimismo, los semiconductores están de momento excluidos de los nuevos aranceles, a la espera de una regulación específica, como los productos farmacéuticos. Mientras que su consejero áulico, Elon Musk, obtiene la mitad de los beneficios de Tesla en su fábrica de Shanghai.

La restricción acrecienta la ventaja para los vehículos eléctricos fabricados en China, tanto los de marcas propias como BYD como extranjeras como Tesla. En la foto, coches en el puerto de de Shanghai, este domingo.
En cualquier caso, Apple habría importado cinco millones más de iPhones desde China, este primer trimestre, en comparación con el mismo periodo del año pasado. La misma carrera para intentar saltarse aranceles habría disparado las exportaciones chinas en marzo un 12% respecto al mismo mes de 2024.
Las tierras raras, fundamentales en la civilización de la velocidad, podrían servir para abreviar el actual pulso. O eso cree el presidente Xi Jinping. Sin embargo, su uso como arma negociadora no es nuevo. China lleva varios años restringiendo su exportación, en respuesta a la limitación a la exportación de los semiconductores estadounidenses más avanzados. Hace dieciséis meses, la restricción alcanzó ya a los imanes antes mencionados y a la tecnología para fabricarlos.
Estados Unidos cuenta en la actualidad con una sola explotación minera de tierras raras, en California, que le basta para ser el segundo extractor mundial. Pero menos del 2% de las reservas mundiales están en su territorio. De ahí el apetito de su presidente por Groenlandia, donde se han detectado yacimientos muy prometedores.
Para más inri, el tercer país en la lista de productores, Birmania, está en la órbita de China. Mientras que Vietnam, donde se presume un gran potencial, acogía este lunes a Xi Jinping, en una rara gira antiproteccionista por el sudeste asiático que esta semana le acercará también a Malasia y Camboya.