
“El problema no son los aranceles, las tasas de interés ni la elección de la variable económica favorita. El problema es que hay un puñado de personas capaces de pronunciar unas pocas palabras y causar un caos global”.
Jameson Lopp
El principal problema que ha enfrentado la sociedad a lo largo de la historia es cómo defenderse de los potenciales estragos que puedan causar los políticos de turno. Toda Democracia está articulada en torno a este problema. Para ello se creó el Imperio de la Ley, la Separación de Poderes, la Alternabilidad, conceptos que buscan poner freno al abuso de poder y mitigar los potenciales efectos negativos de sus decisiones.
Sin embargo, los hechos nos demuestran que, aun dentro de esos supuestos límites, queda suficiente margen para la arbitrariedad. Independientemente de las buenas o malas intenciones, y aún dentro de las fronteras del Derecho, los políticos pueden tomar decisiones que resulten devastadoras para la Libertad, y, en el caso que nos compete en este artículo, para la economía. No obstante, hoy contamos con uno de los contrapesos — fáctico, no conceptual — más útil que ha existido en la historia: Bitcoin.
Se esté a favor o en contra, sería ceguera contradecir que la guerra arancelaria iniciada por Donald Trump desató un caos en los mercados.
Los anuncios de aranceles, como el «Día de la Liberación» del 2 de abril de 2025, provocaron caídas históricas en las bolsas globales. Wall Street registró su peor semana desde 2020, con el Dow cayendo 2.200 puntos y el S&P 500 perdiendo un 6% en un solo día tras la respuesta de China con aranceles del 34%. Las bolsas asiáticas, como el Nikkei de Tokio, cayeron entre un 2% y un 5%, y los mercados europeos, incluidos Reino Unido, Alemania y Francia, reportaron pérdidas superiores al 3%.
Los cambios en las políticas arancelarias no son malos en sí mismos; bien implementados, pueden ser una estrategia inteligente. Pero la manera en que fueron dispuestos sugiere más una expresión de soberbia que el resultado de un cálculo político y económico bien pensado.
Como si no se trataran de asuntos públicos que afectan a la población dentro y fuera de las fronteras de EE. UU, sino más bien una empresa de su propiedad, Trump anuncia cambios arancelarios a través de redes sociales, y sube aranceles con la mayor ligereza. Esto llega a su epítome en su disputa con Xi Jinping, presidente de China, con quien se ha estado midiendo en arbitrariedad, compitiendo contra el otro a ver quién impone las tasas más absurdas y perniciosas.
La pausa de 90 días en los aranceles (excepto para China) anunciada el 9 de abril generó un repunte temporal, con subidas de hasta un 10% en Wall Street, pero los mercados no recuperaron los niveles previos al conflicto, perdiendo aproximadamente 10.6 billones de dólares en valor desde enero de 2025
Los aranceles, que alcanzaron niveles no vistos desde la década de 1930, han elevado la incertidumbre, aumentando los temores a una recesión global. Economistas de Goldman Sachs estimaron una probabilidad de recesión del 45% en los próximos 12 meses, mientras que JPMorgan elevó su estimación al 60%.
Los aranceles han incrementado los costos de importación, lo que se traduce en precios más altos para los consumidores, especialmente en EE. UU. Esto podría agravar la inflación, un factor clave en el descontento económico global. En países en desarrollo, los efectos indirectos de la contracción comercial podrían ser «catastróficos», según el Centro de Comercio Internacional, con una posible reducción del comercio mundial entre un 3% y un 7%.
Esto nos ofrece una perspectiva sobre cómo la voluntad de un solo hombre o un pequeño grupo de personas puede tener un grave impacto en la vida de personas alrededor de todo el mundo. Todo apunta a encarecimiento del costo de vida y pérdida de poder adquisitivo.
Uno de los casos de usos más significativos de Bitcoin en sus dieciséis años de existencia ha sido servir de bote salvavidas para personas que viven en economías fracasadas. Antes de Bitcoin, quienes vivían en países hiperinflacionarios y/o con controles cambiarios, no tenían otra opción que hundirse con el barco y ver sus ahorros drenados por la emisión de cantillonarios. Hoy, por primera vez en la historia, las personas cuentan con una herramienta para hacer opt-out, darse de baja del naufragio económico y de monedas devaluadas por la arbitrariedad de políticos.
En países como Venezuela, donde la inflación alcanzó 1.000.000% en 2018, o Argentina, con tasas superiores al 100% en 2023, Bitcoin ha permitido a ciudadanos preservar su riqueza o al menos no sucumbir tan duro ante la inflación. Al ser descentralizado y no depender de bancos controlados por el Estado, las personas convierten sus bolívares o pesos en bitcoins a través de plataformas peer-to-peer, protegiendo sus ahorros de la devaluación sin requerir intermediarios. Su resistencia a la censura asegura que ni gobiernos ni bancos puedan bloquear estas transacciones.
Esta realidad no está limitada por las fronteras imaginarias de un país. Bitcoin también es una forma de hacerle un short a las arbitrariedades de los políticos del mundo, dentro y fuera de tu país. Salir del dólar, del yuan o de cualquier moneda fíat, y cambiar la riqueza a bitcoin es la mejor manera de decirle a los políticos que no se está de acuerdo con las políticas que implementan. No hay que esperar a elecciones para penalizar las malas decisiones de los políticos. Bitcoin sirve como una expresión sin mediaciones de voluntad popular.
Sí, mientras el Estado siga teniendo el monopolio sobre la violencia y pueda amenazar a las personas con encerrarlas si no obedecen su arbitrariedad, los aranceles impuestos por los gobiernos seguirán afectando a las empresas y a las personas. Se tendrá que pagar el costo de mantener esa limitada libertad. Pero, al menos, el impacto inflacionario en el poder adquisitivo puede ser mitigado. Y, aún más importante, cambiar la moneda nacional o notas del tesoro por un activo políticamente neutral manda un mensaje a los políticos sobre la desconfianza en sus decisiones.
Podría refutarse que el precio de BTC también se vio afectado por las acciones de Trump (aunque, interesantemente, fue menos volátil que el S&P 500). Pero esto sería perder el bosque por concentrarse en el árbol.
El conocimiento de Bitcoin sigue estando asimétricamente distribuido, con la mayoría de las personas del mundo aun ignorantes o indiferentes sobre qué lo hace valioso. Esto incluye a inversionistas, que siguen comerciándolo como si se tratara de un activo de riesgo y no una reserva de valor. Es por ignorancia que el precio de Bitcoin es volátil. Es por ignorancia que el precio de Bitcoin no es de millones de dólares. Y sí, en el corto plazo, esa es la realidad a la que nos enfrentamos. La buena noticia es que Bitcoin no es su precio.
Bitcoin es un contrapeso al poder del Estado. No de un gobierno o de otro, sino del Estado como forma política, gracias a su neutralidad. Todas las empresas del mundo se ven afectadas por las decisiones de los políticos porque tienen que cumplir sus mandatos; Bitcoin tiene el potencial de ser una isla en la que las personas se refugien ante la arbitrariedad. Todas las materias primas se ven afectadas por las decisiones de políticos porque ellos determinan las cadenas de suministro, sus acuerdos comerciales manipulan precios y sus sanciones restringen los flujos libres de mercancías; los intercambios en la red Bitcoin se mantienen incensurables e indetenibles, no hay quien pueda frenar toda la operación de la red.
Esto es algo que hasta los propios gobiernos han notado y por eso ya buscan acumular su cuota de los escasos, neutros e imparables bitcoin. Porque, a pesar de que les reste poder, saben que su avance es irrefrenable y es mejor no quedarse fuera.
Bitcoin es la mejor solución que tenemos hasta el momento para el problema de la arbitrariedad política en la economía, un problema tan antiguo como las sociedades humanas. Por ello, la separación del dinero y el Estado se posiciona como un nuevo elemento en la idea clásica de separación de poderes, ya no otorgando su ejercicio a otro humano corruptible, sino a la naturaleza y las matemáticas.
La historia de la Democracia en la modernidad, más aún después de la Separación de la Iglesia y el Estado y la caída del Absolutismo, ha sido también la historia de la descentralización, de ir desconcentrando progresivamente el poder acumulado en una sola persona o un grupo de personas, a que cada vez los individuos tengan más espacio, voz y libertad. Si bien el devenir de la historia nunca es lineal y homogéneo, y ha habido idas y venidas respecto a esta evolución, la lucha en general sigue siendo por ganar más autonomía y soberanía individual. Bitcoin es el paso inevitable para ganar terreno en el ámbito monetario ante la arbitrariedad política.