Si hubiera que elegir dos iconos antagónicos en el mundo de la moda, éstos serían sin duda Miuccia Prada y Donatella Versace. La primera encarna el lujo discreto de la vieja burguesía, a veces rozando lo anodino; la segunda, el descaro ostentoso de las nuevas fortunas. El norte y el sur de Italia. Prácticamente coetáneas, sus carreras han acabado por solaparse con la compra la semana pasada de la firma fundada por Gianni Versace por parte del grupo Prada, controlado por Miuccia y su esposo Patrizio Bertelli. Ella, cerebro creativo de la compañía y heredera de la dinastía familiar por rama materna, ha mantenido un segundo plano en la operación, fiel a su estilo, mientras su esposo daba entrevistas y hablaba con analistas. La transacción se cerró por 1.250 millones de euros, 600 millones menos de los que pagó la multinacional estadounidense Capri en el 2018 por la casa de la Gorgona.
La sobria Miuccia se ha impuesto así a la explosiva Donatella, quien ha decidido abandonar por su pie la empresa antes que esperar a que la sustituyan como directora creativa por Dario Vitale, proveniente de Miu Miu, otra de las firmas del holding milanés. “Espero haberte hecho sentir orgulloso”, escribía la diseñadora, de 69 años, en su cuenta de Instagram junto a una galería de imágenes de juventud con su hermano Gianni. Cuando éste murió asesinado en 1997, muchos dudaron de las capacidades de Donatella. “Es como una costilla de Gianni, como la versión gay de la mujer trofeo: una hermana trofeo”, escribían con tufo machista en The New Yorker . Pero Donatella se trascendió a sí misma y se impuso al frente Versace, hasta ahora.
Licenciada en Políticas y ex comunista, en su juventud se manifestada vestida de Yves Saint Laurent
La historia de Miuccia, en cambio, resulta más plácida. Nacida como Maria Bianchi en 1949, la diseñadora y alma de Prada estudió Ciencias Políticas en Milán. Como muchos jóvenes de su generación, se afilió al Partido Comunista Italiano abanderando el feminismo y la lucha de clases. Aún así, parece que le fue complicado sustraerse de sus orígenes. Las crónicas explican que, mientras sus compañeras llevaban tejanos, ella acudía a las manifestaciones vestida de Yves Saint Laurent.
Al activismo político le siguió el artístico. Estudió mimo y teatro, un camino que su familia censuró rápidamente. Su madre, Louisa, la obligó a incorporarse al negocio de producción de baúles y marroquinería iniciado por su abuelo, Mario Prada, en 1913. En la década de 1970 Miuccia se hizo cargo de la empresa.
Nacida como Maria Bianchi en 1949, está al frente de la firma de moda desde los años 70. Con la compra de Versace, la compañía crea un gran conglomerado de 6.300 millones de euros
Ahí sufrió un choque entre sus convicciones comunistas y la realidad como empresaria. Trabajar en el mundo de la moda, siendo una feminista de izquierdas, le avergonzaba, confesó el año pasado en una entrevista en la edición estadounidense de Voge , donde comparaban su estilo con el de la difunta Isabel II. Como escribía Gilles Lipovetsky en El imperio de lo efímero , la moda, de forma hipócrita, suele quedar relegada al trastero de las preocupaciones intelectuales. Sin embargo, Miuccia se quitó los prejuicios de encima y enseguida empezó a disfrutar de su responsabilidad como creadora en Prada. Tanto, que se cambió el nombre y adquirió el apellido de la saga familiar.
En ese periodo conoció a su marido, Patrizio Bertelli, un ambicioso emprendedor de la Toscana que ha acabado por convertirse en la voz cantante del holding. Fue él quién convenció a su esposa de expandirse y apostar por el diseño de ropa. La historia que viene después es de sobra conocida. El exitoso bolso de nylon ideado por Miuccia Prada y sus colecciones de moda impulsaron el crecimiento del grupo en los 80 y 90, apuntalado después con compras y el lanzamiento de nuevas marcas. Ahora, tras la adquisición de Versace, el matrimonio ha creado un grupo de 6.300 millones de facturación, que cotiza en la bolsa de Hong Kong y del que la familia Prada-Bertelli mantiene el 81% del capital.

Miuccia Prada
“Versace complementa nuestro portafolio”, declaraba Patrizio, voz pública de la empresa, a los analistas hace unos días. Miuccia, por su parte, se ha mantenido en silencio. Con un patrimonio de 5.800 millones según Forbes, la ex militante comunista prepara la sucesión del imperio del lujo en su primogénito, Lorenzo.