La difícil despedida de Francisco

Entre rituales solemnes y maniobras silenciosas, el Vaticano ha comenzado a despedir al Papa y a preparar su sucesión.

Todos los ingredientes están ya presentes en estos menos de medio kilómetro cuadrado, vestigio de lo que fue en otro tiempo un Estado poderoso. Los cardenales están casi todos en Roma y ayer se reunieron por primera vez de forma oficial; los turistas ceden el paso a los peregrinos del Jubileo y a fieles de todo el mundo que llevan en la mano un ejemplar del Osservatore Romano enlutado, mientras los líderes mundiales anuncian su presencia en el funeral del sábado.

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El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, rendía homenaje ayer al Papa en la capilla ardiente de la residencia de Santa Marta

Vatican Media / Ap-LaPresse

Zelenski y Meloni buscan un encuentro con Trump en Roma tras las exequias de Francisco

Ese mismo día, el féretro abierto del Pontífice fue expuesto en una capilla de Santa Marta, la sencilla residencia elegida por Bergoglio en lugar del Palacio Apostólico. Aparecía vestido de rojo, con la mitra papal en la cabeza y un rosario entre las manos. Acudieron a despedirlo trabajadores del Vaticano, sus colaboradores y algunas personalidades, como el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella. Fue entonces cuando Massimiliano Strappetti, el enfermero personal del Papa, relató a través de los medios vaticanos algunos detalles de las últimas horas de vida de su paciente. Tras regresar de su largo recorrido en el papamóvil descubierto, Francisco le dijo a su colaborador: “Gracias por devolverme a la plaza”, en señal de su necesidad de sentir la cercanía del pueblo tras tantos días de enfermedad. Al día siguiente, antes de entrar en coma, saludó con la mano a Strappetti: fue una despedida.

Las palabras del adiós a su asistente: “Gracias por devolverme a la plaza”

Esta mañana, el cuerpo será trasladado desde la Casa Santa Marta al interior de la basílica de San Pedro, pasando por la puerta principal. La procesión será breve, pero tendrá toda la solemnidad del caso. En el altar de la Confesión, el camarlengo, el cardenal Kevin Farrell, presidirá la Liturgia de la Palabra. A partir de ese momento, a las once o quizás un poco antes, la basílica se abrirá a los fieles para rendir homenaje. Previendo una gran afluencia de público, permanecerá abierta hasta la medianoche, tanto hoy como mañana, mientras que el viernes cerrará a las 19 horas para preparar el evento del día siguiente.

Israel retira el mensaje de pésame: “Reaccionamos en vida, no hablaremos tras su muerte”

Al funeral, previsto para el sábado a las 10 de la mañana, asistirán, según las previsiones de las autoridades italianas, al menos doscientas mil personas. Algunas presencias llaman la atención: Donald Trump, que se ha mostrado entusiasmado con la idea de asistir a las exequias de uno de sus críticos más duros —“Estoy deseando llegar a Roma”, escribió en su red social—, partirá el viernes por la mañana desde Washington. El presidente de Estados Unidos permanecerá poco tiempo en la capital italiana. Aun así, la primera ministra Giorgia Meloni podría intentar organizar un breve encuentro con Ursula von der Leyen, quien también estará presente. No será la cumbre entre Italia y Estados Unidos que el gobierno de Roma desea, pero ya una foto podría ser una buena señal de deshielo entre ambas orillas del Atlántico.

En la plaza también estará Volodímir Zelenski, el presidente ucraniano, quien ya ha manifestado su intención de reunirse con Trump tras el desastre diplomático de su visita a la Casa Blanca el pasado febrero. El ceremonial está analizando cuidadosamente cómo ubicar a los numerosos asistentes, para evitar malos entendidos o encuentros embarazosos.

Estalla un caso antes del cónclave: el cardenal Becciu insiste en su derecho a votar pese a la destitución

Aunque los dos líderes más incómodos —Vladímir Putin y Benjamín Netanyahu—, sobre quienes pesan órdenes de detención internacional, no deberían estar presentes. En el caso del primer ministro israelí, su silencio tras la muerte del Papa ha llamado la atención. Según el medio israelí Ynet , el Ministerio de Exteriores ordenó, pocas horas después de publicarse, la eliminación de los mensajes oficiales de pésame difundidos por sus embajadas en todo el mundo, que incluían la frase: “Descansa en paz, papa Francisco. Que su memoria sea una bendición”. La decisión se comunicó sin explicaciones a las delegaciones diplomáticas, lo que provocó la ira de varios embajadores. “Reaccionamos a las palabras del Papa contra Israel durante su vida, no hablaremos tras su muerte”, afirmó una fuente del Ministerio.

Pero hay una audiencia aún más interesante en estas horas: la de los cardenales. Los primeros 80 llegados a la capital italiana se reunieron en las llamadas congregaciones, encuentros informales que preparan el cónclave, en los que participan todos los cardenales, incluidos los mayores de 80 años, que no forman parte del colegio elector. Sin embargo, los días decisivos aún están lejos: el cónclave no comenzará antes del 5 de mayo; la fecha más probable, según los rumores vaticanos, es el 6. Por ahora, el debate entre los altos prelados no entra en el fondo, y se limita a cuestiones organizativas. A las sesiones en la Capilla Sixtina no asistirá, según se anunció, el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, “por problemas de salud”. España pierde así a uno de sus grandes electores.

San Pedro permanecerá abierta hasta la medianoche para permitir el homenaje de los fieles

¿Cuántos cardenales podrán votar al próximo Papa? Según la Sala de Prensa del Vaticano, los electores son 135. No obstante, algunos ponen en duda esta cifra: “No, son 136”. La objeción viene del cardenal sardo Angelo Becciu, de 76 años: “No pueden negarme ese derecho”. El alto prelado ha participado en la primera reunión de las congregaciones.

La disputa es compleja y corre el riesgo de marcar la agenda de los próximos días. Becciu, que fue sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, fue destituido de su cargo por el papa Francisco en el 2020 y privado de sus “derechos” como cardenal, incluido el de participar en un cónclave. Fue acusado de malversación y abuso de poder en una investigación sobre los fondos de la Secretaría de Estado y supuestas operaciones financieras opacas, entre ellas la compra de un inmueble de lujo en Londres. En diciembre del 2023 fue condenado en primera instancia a cinco años y medio de prisión, convirtiéndose en el prelado de mayor rango juzgado por un tribunal del Vaticano. Siempre ha proclamado su inocencia, y en los últimos días una serie de escuchas publicadas por el diario italiano Domani han puesto en entredicho, según la defensa del prelado, la imparcialidad del tribunal que lo condenó.

Más allá de su situación judicial, Becciu sostiene que su exclusión del cónclave se le comunicó únicamente mediante una nota de la Sala de Prensa, y no a través de un acto formal. Según él, en el último consistorio el Papa reconoció que sus prerrogativas cardenalicias seguían intactas, ya que no hubo una voluntad expresa de excluirlo del cónclave, ni se le pidió una renuncia formal por escrito. “La lista publicada por la Sala de Prensa no tiene ningún valor jurídico y debe tomarse como lo que es”, afirma.

Fuentes vaticanas, consultadas ayer, insisten sin embargo en que la exclusión de Becciu “fue clara y conocida dentro del Colegio”. Un conflicto que, lejos de cerrarse, acaba de comenzar.

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