A menudo aceptamos o damos por hecho que la Administración y sus engranajes no funcionan de la misma manera y eficiencia que la empresa privada. Probablemente no nos falte razón; sin embargo, hay una figura que en la administración pública tiene una valía e importancia primordiales. Hablamos del/la jefa de gabinete o director/a de la oficina. Este es un cargo que hemos visto en la ficción, en series y películas como bien explica Toni Aira en su libro Cap de gabinet (UOC) y con toda una inventiva detrás, pero que, ciertamente, es de una importancia crucial en el ring político. En este extraño juego que es la política es absolutamente necesaria una plaza así. Y, cómo no, en España muchos tenemos en la cabeza uno insigne que elevó e hizo sobresalir este trabajo y lo situó donde le corresponde: estoy hablando de Iván Redondo.
Esta figura no tiene una estructura ni diseño únicos. Es voluble y adaptable al presidente, conseller, alcalde o ministro del cual depende. Hay de muchos tipos, pero cuando esta figura coge su peso es cuando abarca el control de agenda y actividad –es decir, valorar dónde es relevante estar o no estar–, su comunicación personal y profesional, la relación con el ecosistema que lo rodea, con los grupos de poder e influencia, la gestión de crisis o, en el mejor de los casos, adelantarse y evitar que se produzca o, incluso, y parafraseando a un amigo, velar por su tranquilidad de espíritu. Puede ser el pararrayos que evita las sacudidas, que evita los golpes, se adelanta y, por qué no, es fusible. En definitiva, debe ser un buen gestor, pero, sobre todo, un buen planificador.
Experiencia
Figura clave en la administración pública, puede también potenciar las capacidades de negocio en la empresa privada
Es una figura transversal capaz de tocar todos los instrumentos de la orquesta y rodearse de un equipo especializado que toque bien cada instrumento. Pero, por encima de todo, hay dos cualidades que tiene que tener. La primera es la confianza y lealtad hacia su jefe, porque este tiene que ser capaz de dejarse asesorar, proteger e, incluso, declinar parte del trabajo que él no puede asumir. La segunda, la discreción: el movimiento entre bambalinas, el trabajo sordo y discreto, moverse en la sombra. Lo que tiene que hacer posible que las cosas pasen.
Es un cargo con menos uso en la empresa privada. Pero cada vez más esta tendencia está cambiando, y lo hemos visto con el nombramiento de Álvaro Echevarría al frente de la dirección de la oficina del nuevo presidente de Telefónica, Marc Murtra. Él es y será un buen ejemplo de lo que se puede hacer en esta posición.

Es necesario que las empresas visualicen, en figuras como esta, las posibilidades a la hora de acelerar procesos, de mantener y aumentar relaciones, de relacionarse con los medios de comunicación desde la dirección. En definitiva, de potenciar y amplificar las capacidades del negocio. También, esta persona puede ser la encargada de externalizar ciertas actividades con el fin de agilizar y reducir costes. Harían bien las empresas en aplicar la experiencia de la administración pública dentro de su casa.