
El cine y las series son, sin duda, productos culturales y sociológicos que, con independencia de su valor artístico –escaso o no– nos explican diferentes claves para interpretar un proceso histórico o futuro en sus aspectos sociales, económicos y políticos desde distintos prismas. Desde la realidad que representa a cómo la recrea, y algo que no puede olvidarse nunca, tanto en política como en comunicación, cuándo se afronta una crisis: describen, analizan y, sobre todo, “construyen realidad” ayudando a configurar lo que pasó o sucederá, aunque nunca ocurra o sucediera.
Al hilo del “gran apagón” muchos españoles han desempolvado películas y series como el vademécum que anticipó la tragedia: El apagón, El eternauta o Día cero. Distopías eléctricas que ahora parecen menos inverosímiles. Y, sin embargo, vistas las reacciones en España esta primera semana tras el “apagón” y más allá de las preguntas lógicas sobre qué es lo que sucedió que deberán explicar las autoridades, hemos de reconocer que nuestro debate político no se ha parecido mucho al de las series internacionales. Estando lejos de ser una distopía. Pues en menos de 24 horas se restableció el suministro. Más bien el debate recordaba al de aquellos dos hombres rústicos, polarizados desde hace siglos (así comienza el film), que protagonizaron Fernando Esteso y Andrés Pajares en Los energéticos, cuando se enteran de que en sus terrenos va a ser instalada una central nuclear.
¿Nucleares? El debate que siempre vuelve. Se ha hablado más de las centrales que del modelo energético que queremos. Con “energéticos” como los de antes arrimando el ascua a su sardina. Con una neolengua indescifrable, como en la película, que se estrenó en 1979, coincidiendo con la crisis del petróleo. Confundiendo el debate con un interés de los que no sirve, pues solo se nota a ratos. ¿Qué tenemos que ver los españoles de hoy con la sociedad que se describía en Los energéticos ? Nada, pero falta romper la cuarta pared. Cumplir el calendario de sustitución.
Se ha hablado más de las centrales nucleares que del modelo energético que queremos
¿Hubo exceso de renovables antes del apagón? La respuesta técnica debe ser rotunda: no. Sólo un dato: de las 2.808 horas de funcionamiento desde el 1 de enero al 27 de abril en casi 200 ocasiones (189, en concreto), la renovable nacional superaba el 75%, muy por encima de las cifras del blackout. Las renovables funcionan, la confianza está acreditada. El caos se ha originado en otra dirección.

Pedro Sánchez y Óscar Puente en el Consejo de Seguridad Nacional del martes
La respuesta cultural por ello debe ser contundente: la mayor movilización de inversión de la historia en renovables. Debe haber más mallado eléctrico, menos especulación –que la hay–, se deberán tomar decisiones sobre cómo se opera, quién decide, qué energía entra, también sobre el consumo de proximidad o la entrada masiva de baterías para controlar las subidas de tensión y consumo, y cuál es, desde estas bases, en esta transición ecológica en la que estamos, la respuesta de España para un momento crítico, cómo operamos con más eficacia entre todas las tecnologías hasta que haya más consumo. Esa respuesta política define la sociedad que somos hoy, no la que ya hemos dejado atrás.
Hay que pensar en grande y ser diferentes para lograr la soberanía energética que está en nuestra mano. Se trata, por tanto, de un debate sobre cómo traemos ese futuro renovable al presente. La generación no es la misma, ya no se produce donde se hacía antes y la energía debemos depurarla como el agua. Eso significa sincronizar la frecuencia a través de más inversiones. Como ven, se trata de un debate económico y político. No es una distopía lo que se ha vivido en España. El blackout nos dice también que hay que ir más rápido en las inversiones.
Hay que pensar en grande y ser diferentes para lograr la soberanía energética que está en nuestra mano
La semana pasada les decíamos que los tres ejes conceptuales del momento eran, por este orden, “vulnerables, marginados y migrantes”. Desde este motor estratégico girarán todos los debates públicos. Desde la elección del nuevo Papa al apagón energético. Y en las crisis lo que ocurre precisamente es que, en un abrir y cerrar de ojos, nos reconocemos más vulnerables, más marginados, más migrantes, con todas nuestras fallas sociales y demonios interiores made in Spain. Conectar con la sociedad requiere hoy otra comunicación política. El día del apagón millones de personas se preguntaron en algún momento si nuestros representantes políticos nos estaban contando toda la verdad y si éramos pasto de un ataque cibernético. Ellos son los que van a decidir primero, la victoria cultural y luego la política.
Next week
Iceberg
¿Por qué si España paga sus facturas y cumple con sus compromisos, hoy un 15% del electorado votaría a la derecha autoritaria? Esto, como la punta del iceberg, es lo que se ve, lo que flota en la superficie. Es técnicamente la demanda de malestar que se expresa a través de la oferta del malestar. ¿Y el resto del resentimiento que hay en España? ¿Qué es lo que no vemos del iceberg, pero está ahí? Esto no va de gestión, sino de un liderazgo fuerte que dé sentido a los electorados que demandan contundencia-eficacia en la resolución de los retos a los que se enfrentan.
El ojo de halcón
Teoría de la sospecha
El virus del resentimiento se va expandiendo. La tesis: no estamos seguros, no tenemos un lugar en el mundo y no nos cuentan toda la verdad. El movimiento MAGA y el de los autoritarios descansa sobre ese tipo de teoría de la sospecha. Tres palabras: Wuhan, Soros y la agenda del 2030. Aún tenemos reciente las burlas sobre el kit de supervivencia de la UE y tras el apagón habrán sido muchos los que se habrán visto atrapados en ese marco mental de la derecha autoritaria. Llega el momento de los comunicadores políticos para desenmarcarlos.