India se prepara para atacar a Pakistán y ordena simulacros de defensa civil para este miércoles

La danza de guerra entre India y Pakistán adopta nuevos pasos, cuando se cumplen dos semanas de la matanza de turistas en la Cachemira bajo control indio.  El ministerio del Interior en Nueva Delhi ha ordenado para este miércoles que 244 distritos en nueve estados pongan a punto sus medidas de defenda civil. En un simulacro de ataque por una potencia hostil, se pondrán a prueba sirenas de emergencia, procedimientos de evacuación, pasos a seguir en caso de apagón o camuflaje de instalaciones. 

Los búnkeres están siendo limpiados a ambos lados de la línea de control, en Cachemira. En Muzzafarnagar, capital del sector pakistaní, las escuelas se ejercitaban ya esta tarde en protección civil. Asimismo, en apenas tres días, Islamabad ha realizado ensayos con dos tipos de misiles de corto alcance, de 450 kilómetros y -este lunes- de 150 kilómetros.

En paralelo, el primer ministro indio, Narendra Modi, ha estado recibiendo, desde el sábado, en días consecutivos, a los jefes de la armada y de los ejércitos de tierra y del aire, además del asesor de seguridad nacional, Ajit Doval. El gobierno nacionalista indio lleva dos semanas diciendo que el asesinato a sangre fría de veinticinco turistas hindúes y de un guía local en un remoto valle cercano a Pahalgam no quedará impune. Las tertulias televisivas dan por bueno el dedo acusador hacia Pakistán y alientan una respuesta armada, ignorando el riesgo de escalada entre dos potencias nucleares. 

Para el miércoles y jueves, India ha anunciado ejercicios de su Fuerza Aérea junto a la frontera de Pakistán, con la participación de su nuevos cazabombarderos de fabricación francesa Rafales, además de los Sujoi-30 rusos. Hace diez días, Nueva Delhi confirmó la compra adicional de 26 Rafale-M para su armada, por unos 6.000 millones de euros. 

Mientras tanto, las aguas del río Chenab llegan a Pakistán con apenas un 10% de su caudal habitual, ya que India está llenando al máximo una presa. Aunque su capacidad es limitada y tarde o temprano tendrá que entreabrir sus compuertas, Nueva Delhi manda el mensaje de que decidirá cuándo hacerlo y en qué medida. El salvaje asalto terrorista de hace dos martes hizo saltar por los aires los pilares de la distensión en el subcontinente indio. Por un lado, el acuerdo hídrico sobre el Indo, que no se tocó ni siquiera durante las guerras de los últimos sesenta años. 

En 2025 aún no ha estallado la guerra y continúan los esfuerzos para evitarla. El ministro de Exteriores de Irán, Abbas Araghchi llega a Nueva Delhi, después de haber pisado Islamabad el lunes. India y Pakistán combatieron por Cachemira en 1947 y 1965 (de forma limitada, también en 1999) y por Bangladesh en 1971. 

Pero incluso durante esta calma tensa, las consecuencias son ya graves para ambos pueblos. El intercambio de disparos a uno y otro lado de la líneas de control, en Cachemira, no se ha detenido. Todos los pakistaníes que se encontraban en India, que no eran muchos, han tenido que regresar a su país, como han hecho todos los indios en Pakistán, que eran aún menos. 

La frontera está cerrada y cal y canto y se ha interrumpido la importación y exportación de mercancías entre ambos países. Asimismo, Pakistán ha cerrado su espacio aéreo a las aerolíneas indias, mientras que India ha hecho lo propio para la PIA pakistaní, con muchos menos vuelos afectados. 

Alarma en Pakistán

India retiene el 90% del caudal del río Chenab, afluente del Indo

Dadas las circunstancias, a diferencia del presidente chino, Xi Jinping, Narendra Modi no acudirá este viernes a Moscú al desfile de celebración del 80 aniversario de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. En su lugar, Nueva Delhi ha anunciado este martes haber llegado a un acuerdo de libre comercio con el Reino Unido, que llevaba años en discusión No obstante, el gobierno de Modi también ha anunciado una visita a India de Vladimir Putin en los próximos meses. 

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En Muzzafarabad, capital de la Cachemira bajo control pakistaní, ya han empezado las prácticas de protección civil en escuelas, en simulacros de ataque indio. India hará lo propio en cientos de distritos este miércoles. 

AMIRUDDIN MUGHAL / EFE

En India, el último asalto terrorista se está viviendo con una gran e indignación, como solo ocurre un par de veces en una década. Asaduddin Owaisi, uno de los 24 diputados musulmanes en la Cámara Baja india (entre 543 diputados) se ha puesto del lado de “los hermanos hindúes” y ha dicho que el objetivo de la matanza era “provocar disturbios” interreligiosos. Hasta el jefe del recién restituido gobierno cachemir, Omar Abdullah, ha dicho que después de lo sucedido no tenía el valor de reclamar la condición de estado para Jammu  y Cachemira, que Modi le arrebató en 2019. 

Para las decenas de miles de cachemires que viven del turismo, el golpe económico es mayúsculo, cuando la temporada alta acababa de arrancar. Están acostumbrados a los altibajos, cuando hablan las armas. Pero esta vez es distinto, porque el objetivo han sido turistas indefensos.

En este sentido, este mismo martes, el presidente del Partido del Congreso, Mallikarjun Kharge, ha expresado en un mitin que el primer ministro Narendra Modi fue sin duda alertado por los servicios de inteligencia de que algo se cocía, ya que tres días antes del atentado excusó su presencia en Cachemira, agarrándose al pronóstico meteorológico. Lo cierto es que debía haber inaugurado una infraestructura crítica, de un alto poder simbólico: el primer tren directo entre el valle de Cachemira y el resto de India. Bautizado además como “Vande Bharat” o “Gloria a India”. 

Esta línea de ferrocarril ha tenido que ser protegida con cámaras hasta dentro de los túneles, a sabiendas de que está en el punto de mira de la insurgencia cachemir, patrocinada o no por Pakistán. Su inauguración, prevista para el 19 de abril, ha sido pospuesta de modo indefinido, mientras no se resuelva el actual pulso. 

Aunque el tren circula dentro del valle desde hace quince años, entre Baramulla y Srinagar -y también lo hace entre Jammu y Delhi- solo en los últimos meses ha podido completarse el tramo intermedio, entre Katra y Srinagar, de más de doscientos kilómetros. Para ello, ha debido salvarse el río Chenab con el puente ferroviario más alto del mundo, 359 metros por encima de las aguas de este afluente del Indo. A estas alturas, Srinagar y Delhi deberían estar conectadas por tren por primera vez en su historia, en un viaje de 13 horas. Pero la amenaza terrorista ha logrado aplazarlo. 

En Islamabad o Rawalpindi pocos lo lamentan. Tienen más fresco el secuestro del Jaffer Express, el pasado 10 de marzo, por el Ejército de Liberación de Beluchistán. La organización mató entre 26 y 33 personas, todos hombres, tras dejar escapar a mujeres y niños, así como a determinadas nacionalidades de Pakistán, mientras asesinaba a los punyabíes, que dominan el ejército. En la matanza de turistas de Pahalgam, en Cachemira, los matarifes también se aseguraban de matar a unos (hindúes) e indultar a otros, incluidos niños y mujeres. 

Tras aquella matanza en Beluchistán (donde este mismo martes ha habido otra, con siete soldados fallecidos a causa de una bomba), el portavoz del servicio de inteligencia pakistaní, ISI, acusó a India y proclamó que “los responsables y sus instigadores” serían eliminados “dentro y fuera de Pakistán”. Narendra Modi empleó palabras muy parecidas tras la matanza de Pahalgam. 

Por su parte, el primer ministro de Pakistán, Shehbaz Sharif, pidió una investigación internacional para esclarecer la autoría de este último atentado. Pero India rechaza cualquier internacionalización de la disputa sobre Cachemira. Sospecha, de hecho, que el propio atentado es el enésimo intento por parte de Pakistán -que celebra el Día de Cachemira como festivo- de mantener este conflicto en el candelero. 

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Los fabulosos hoteles flotantes del lago Dal de Srinagar estaban llenos hace quince días y hoy están vacíos, pese a descuentos del 70% 

Adnan Abidi / Reuters

En ambos lados de Cachemira se están limpiando los búnkeres como no se recordaba, según algunos veteranos, desde 1971. Aquel año no se combatió por Cachemira, sino por Pakistán Oriental, que se convirtió en Bangladesh con el apoyo de India (y en segundo plano, de la URSS) en contra de la voluntad de EE.UU., de China y, obviamente, de lo que quedó de Pakistán (la mitad menos poblada, en aquel entonces). 

Por otro lado, el representante de Pakistán en el Consejo de Seguridad de la ONU, Asim Iftikhar Ahmad, dijo a los miembros del órgano que informaciones de su inteligencia indican “una amenaza inminente de acción cinética por parte de la India contra Pakistán”.

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Locomotora del tren entre Baramulla y Srinagar, dentro del valle de Cachemira, que empezó a circular a principios de la década pasada. La línea debía enlazar por primera vez con Katra, Jammu y Delhi tres días antes del atentado, pero Narendra Modi suspendió la inauguración. La oposición sospecha del porqué. 

FAROOQ KHAN / EFE

Cachemira, en el Himalaya occidental, ha estado en el centro de las disputas entre la India y Pakistán, que reclaman su soberanía, desde 1947, tras la independencia del subcontinente indio del Imperio británico y su posterior escisión.

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió ayer a puerta cerrada, a petición del Gobierno paquistaní, para tratar sobre la crisis, una de las mayores de las últimas décadas.

India asegura que el comando que perpetró la matanza estaba formado por cuatro terroristas, dos de los cuales serían pakistaníes (Pakistán lo niega). Los otros dos serían nativos de Cachemira, aunque de esto se habla menos. 

El estado indio da la sensación de dar palos de ciego, aunque en los últimos días haya dinamitado las casas de una decena de presuntos colaboradores del comando. Al fallo de inteligencia y seguridad que permitió que se matara a placer, durante veinte o treinta minutos, en uno de los territorios más militarizados del mundo, se añade la incapacidad, hasta ahora, de dar con el paradero de los asesinos. La indefensión de los turistas, a los que se aseguraba que Cachemira volvía a ser segura, contrasta dolorosamente con los despampanantes convoyes de protección de cualquier político indio, en cualquier lugar de India, como mera exhibición de poder. 

“Gloria a India”

Tres días antes, Modi iba a inaugurar la conexión en tren con el valle de Cachemira

Esta ausencia de resultados, en lugar de llamar a la prudencia,  acrecienta la sed de venganza, azuzada por las televisiones. Pakistán hace poco por calmar los ánimos. Su ministro de Exteriores cometió la villanía de llamar a los autores del atentado como “posiblemente, freedom fighters”. Luchadores por la libertad apuntando a la nuca de turistas recién bajados del poni. 

António Guterres, secretario general de la ONU, ha dicho que las tensiones entre India y Pakistán “están en su cota más alta en muchos años” y pidió contención, no sin expresar que “atacar a civiles es inaceptable y los responsables deben ser llevados a la justicia por medios creíbles y legítimos”. Aun así, “debe evitarse una confrontación militar que podría desbordarse fácilmente”. 

Cachemira es el único territorio de India de mayoría musulmana, junto a las islas Laquedivas (que lo son en su totalidad). Era también la tierra de los antepasados de Jawaharlal Nehru, primer mandatario indio, que rechazó que su pertenencia a India o Pakistán se dilucidara en referéndum, como pretendía inicialmente la ONU, alegando que no se daban las condiciones.

(Abajo, circulación en pruebas del tren Vande Bharat, “Gloria a India”, sobre el puente ferroviario más elevado del mundo, sobre el río Chenab, ahora también en el centro de la polémica) 

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