
Mark Carney ganó las elecciones de Canadá con un mensaje patriótico y de resistencia frente a los aranceles y las amenazas de anexión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Este martes, tras una semana en el cargo de primer ministro, se ha puesto el uniforme de trabajo y ha visitado la Casa Blanca con el objetivo de tender puentes de cordialidad con el líder de un país que, pese a la tormenta, sigue siendo su principal aliado, socio comercial y militar. Pero, también, para enviar un mensaje: “Canadá no está en venta, y nunca lo estará”.
“Es un gran honor tener al primer ministro Mark Carney con nosotros. Como saben, hace unos días ganó unas elecciones muy importantes en Canadá. Su partido iba perdiendo por mucho, y él acabó ganando. Así que realmente quiero felicitarle. Fue probablemente una de las mayores remontadas en la historia de la política, tal vez incluso mayor que la mía”, ha reconocido Trump al comienzo de la reunión. “Creo que tenemos muchas cosas en común. Tenemos algunos puntos de conflicto, de los que vamos a hablar, pero todo irá bien”.
Trump se refiere a la frontera como una “línea trazada artificialmente que alguien dibujó hace muchos años”
“Gracias por su hospitalidad y, sobre todo, por su liderazgo”, le ha respondido Carney, también cordial. “Usted es un presidente transformador”, ha añadido. “La historia de Canadá con EE.UU. nos enseña que somos más fuertes cuando trabajamos juntos, y tenemos muchas oportunidades para hacerlo. Espero con interés hacer frente a algunos de los problemas que tenemos, pero también encontrar esas áreas de cooperación mutua”.
Sentados en el despacho oval frente a las cámaras, antes de su reunión a puerta cerrada, sobrevolaba la escena el recuerdo del encuentro de Trump con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, que en febrero salió expulsado a gritos de la Casa Blanca. Pero la reunión, su primera toma de contacto, se ha asemejado más a las que mantuvo con los líderes europeos Keir Starmer y Emmanuel Macron, que lograron dar una imagen más diplomática, pero sin dejar de expresar algunos desacuerdos con el presidente.
Desde que regresó al poder en enero, Trump no ha dejado de referirse a Canadá como el “Estado 51.º” y a su exprimer ministro, Justin Trudeau, como un “gobernador”. Durante el encuentro de este martes, el mandatario ha repetido que el “matrimonio” entre EE.UU. y Canadá “tendría un montón de ventajas” para los canadienses, como un “recorte fiscal masivo”. Se ha referido a la frontera como una “línea trazada artificialmente que alguien dibujó hace muchos años” y ha repetido su mensaje de que “EE.UU. lleva demasiado tiempo subsidiando a Canadá”. Pero, sin descartar su amenaza de anexión, ha parecido rebajarla cuando ha reconocido que “para bailar un tango, hacen falta dos” (la expresión popular “it takes two to tango”).
“Vamos a ser amigos de Canadá, a pesar de todo”, ha repetido Trump, que ha monopolizado la aparición frente a las cámaras junto a Carney, previa a la reunión y a una comida de trabajo. Cuando, ante las preguntas de los periodistas, el primer ministro ha dicho que Canadá “no está en venta, ni nunca lo estará”, el presidente ha respondido: “Nunca digas nunca”. Pero ha insistido que, en la reunión, “no vamos a discutir este asunto a menos que alguien quiera hacerlo”.
Ambos se han mostrado dispuestos a renegociar el acuerdo comercial entre EE.UU., México y Canadá (T-MEC), que firmó Trump durante su primer mandato y del que ahora reniega. Carney ha defendido ese tratado de libre comercio como “una base para una negociación más amplia”, pero ha coincidido con Trump en que “vamos a tener que cambiar algunas cosas” para adaptarlo a la nueva situación, en relación con la guerra comercial que ha declarado el republicano a todo el mundo.
Desde que llegó al poder en enero, Trump ha ejercido una gran presión sobre su país vecino con la imposición de aranceles similares a los de México (del 25%, de los que luego excluyó los productos contemplados en el acuerdo comercial). Los aplicó con el mismo argumento que dio para México: las entradas de inmigrantes y el tráfico de fentanilo por la frontera norte, cuando son anecdóticos comparados con la frontera sur. Hoy ha dicho que nada de lo que diga Carney le hará levantar los aranceles, pues “no queremos coches de Canadá, ni queremos su acero porque vamos a producir el nuestro”.
Trump y Carney coinciden en que deberán renegociar y “cambiar algunas cosas” de su tratado comercial con México
Además de la cuestión fronteriza, Trump justifica sus aranceles por el déficit comercial existente, que asegura que está en los “200.000 millones de dólares anuales”, cifra que ha repetido desde el despacho oval. Sin embargo, el dato oficial, el de su propio gobierno, lo cifra en 63.300 millones, y si no se cuentan las importaciones energéticas desde Canadá, EE.UU. cuenta con superávit comercial.
La amenaza de anexión y la imposición de aranceles llevaron a Carney a declarar durante la campaña que la relación de la que habían gozado ambos países “se terminó” y que Canadá debía tomar otro rumbo dado que EE.UU. ha dejado de ser un socio fiable. Remontó unas encuestas que tres meses atrás daban al Partido Liberal por liquidado y derrotó al conservador Pierre Poilievre, que en enero gozaba de una ventaja de 25 puntos por la impopularidad de Trudeau.
“Como he estado advirtiendo durante meses, EE.UU. quiere nuestra tierra, nuestros recursos, nuestra agua. El presidente Trump está tratando de quebrarnos para poder poseernos. Esto nunca sucederá“, dijo Carney en su discurso de la victoria. “Cuando me reúna con Trump, discutiremos el futuro económico y la estrategia entre dos naciones soberanas y será con el pleno conocimiento de que nosotros tenemos muchas otras opciones para construir prosperidad para los canadienses”, añadió, en referencia al acercamiento con la Unión Europea.
La Casa Blanca había enmarcado este encuentro como una reunión más de trabajo, en contraste con la pompa que históricamente ha acompañado la primera visita de un nuevo primer ministro canadiense a la Casa Blanca. Para Carney, suponía su primera reunión de alto nivel, en la que estaba en juego la amistad con un país que supone el 75% del comercio exterior de Canadá.
Ambos líderes han reconocido sus diferencias, pero han exhibido cordialidad durante el encuentro
Para su encuentro con un presidente que basa gran parte de las relaciones internacionales en su relación personal con los líderes extranjeros, Carney ha llegado a Washington con mejores previsiones que Trudeau, con quien Trump generó un fuerte antagonismo ya desde su primer mandato. “Creo que es un hombre muy agradable”, dijo el presidente de EE.UU. sobre el líder canadiense en una entrevista el domingo en la NBC. Por el tono que han mantenido durante su encuentro, parece que ha confirmado esa percepción.
Sin embargo, un cuarto de hora antes de recibir a Carney, ha publicado un mensaje menos diplomático en su red social: “Tengo muchas ganas de trabajar con él, pero no puedo entender una simple verdad: ¿por qué Estados Unidos subvenciona a Canadá con 200.000 millones de dólares al año, además de darles protección militar gratuita y muchas otras cosas? No necesitamos sus coches, su energía, su madera, no necesitamos NADA de lo que tienen, aparte de su amistad, que esperemos mantener siempre. Ellos, en cambio, ¡lo necesitan TODO de nosotros!”
Aunque su perfil tecnócrata también contrasta con el de showman populista y autoritario de Trump, en el encuentro de este martes Carney ha mostrado cintura y cordialidad. Su larga experiencia en el sector privado, principalmente en Goldman Sachs, y su mandato como gobernador del Banco de Canadá durante la crisis financiera del 2008, así como del Banco de Inglaterra durante el Brexit, le han dado las credenciales para enfrentar este tipo de situaciones adversas.