EE.UU lleva la relación con Qatar “a otro nivel” con la inversión conjunta de 38.000 millones en defensa

El emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani, ha dado a Donald Trump un recibimiento en Doha a la altura del que recibió ayer en Riad (Arabia Saudí). El avión presidencial Air Force One ha aterrizado escoltado por cazas F-15 en la capital de la monarquía del golfo Pérsico, donde al Thani le ha estrechado la mano y ambos han caminado por una alfombra roja, secundados por jinetes a lomos de caballos y camellos árabes, hacia la corte real. Allí, entre alabanzas mutuas y la admiración de Trump por los lujos y el “perfecto” mármol del palacio, ambos líderes se han reunido durante dos horas y han firmado una serie de documentos que afianzarán la relación económica y militar de los dos países.

Según un comunicado de la Casa Blanca, los acuerdos “generarán un intercambio económico por valor de al menos 1,2 billones de dólares”. En ellos, se incluye la compra por parte de Qatar Airways de 210 aviones Boeing 787 Dreamliner y 777X, valorados en 96.000 millones, así como una declaración de intenciones para la inversión conjunta de 38.000 millones en la base aérea de Al Udeid, la mayor de EE.UU. en Oriente Medio.

Tamim bin Hamad al Thani, emir de Qatar

“Con la firma de estos documentos, estamos llegando a otro nivel en la relación entre Qatar y los Estados Unidos”

Estos pactos también contemplan otras capacidades de defensa aérea y marítima. Por ejemplo, las empresas Raytheon y RTX han logrado un acuerdo de 1.000 millones de dólares para que Qatar les compre tecnología antidrones, y General Atomics ha conseguido un contrato de 2.000 millones de dólares para la venta de drones MQ-9B. La Casa Blanca destaca que, con estos acuerdos, Trump ha demostrado su “arte negociador” y ayudará a crear nuevos empleos en EE.UU.: “Los acuerdos históricos celebrados hoy impulsarán la innovación y la prosperidad durante generaciones, reforzarán la fabricación y el liderazgo tecnológico de EE.UU. y pondrán a este país en la senda de una nueva Edad de Oro”.

“Con la firma de estos documentos, estamos llevando a otro nivel la relación entre Qatar y EE.UU.”, ha celebrado el emir qatarí tras el acto de su firma. Trump ha valorado la venta de aviones como la “mayor orden que ha recibido Boeing en su historia” y ha alabado la figura de al Thani, con quien “hemos sido amigos durante mucho tiempo, es un hombre excepcional, y vamos a ayudarnos mutuamente”.

Durante el acto, el presidente ha evitado hacer comentarios sobre el polémico regalo que tiene previsto aceptar mañana de la corona qatarí: un Boeing 747-8 de superlujo, que convertirá en el avión presidencial Air Force One. Pero ha dicho que mañana harán una demostración de las aeronaves incluidas en los acuerdos firmados en la base aérea estadounidense de Al Udeid, momento en el que podría hacerse oficial la donación.

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Valorado en unos 400 millones de dólares, el Boeing 747-8 será el regalo de más valor que haya recibido jamás un presidente de EE.UU. de un gobierno extranjero. Para ponerlo en perspectiva, la suma de todos los regalos recibidos por mandatarios en este primer cuarto siglo asciende a 3,8 millones, una cifra que Trump multiplicará por más de cien. Su aceptación ha generado dudas sobre su legalidad, acusaciones de soborno y preocupaciones sobre la seguridad, pues el mandatario lo usará como su avión de trabajo y después se lo quedará para uso personal a través de su fundación presidencial.

En una entrevista posterior con Fox News, Trump ha defendido el regalo, asegurando que el Air Force One actual “tiene casi 40 años” y que EE.UU. “debería tener el avión más impresionante”, comparándolo con el de las monarquías del golfo: “Cuando uno aterriza y ve a Arabia Saudí, a los Emiratos Árabes Unidos y a Qatar con sus flamantes Boeing 747, en su mayoría… Ves el nuestro al lado y es como un avión totalmente diferente”. “¿Por qué no iba a aceptar un regalo?”, se ha preguntado, despreciando las preocupaciones éticas de los americanos.

El presidente llegó al poder en el 2016 con una campaña marcada por las acusaciones a su rival, Hillary Clinton, de operar bajo la influencia de Qatar, que había hecho contribuciones a la Fundación Clinton. “Es una empresa criminal. Arabia Saudí dando 25 millones de dólares, Qatar… todos estos países”, dijo Trump en un debate con Clinton. “¿Hablas de las mujeres y los derechos de las mujeres? Pues esta es gente que empuja a los gays de los edificios. Es gente que mata a las mujeres y las trata horriblemente. Y aun así aceptas su dinero”.

Durante su primer mandato, Trump acusó a Qatar de “financiar el terrorismo al más alto nivel”; hoy cierra pactos con su emir

Trump también acusó en el 2017 a Qatar de ser un país que “históricamente ha financiado el terrorismo al más alto nivel”. Ocho años después, esas preocupaciones parecen haber quedado a un lado. El mandatario se encuentra en su primera gira oficial al extranjero desde que regresó al poder y, después de firmar ayer un acuerdo de cooperación militar y económica con la corona saudí valorado en 600.000 millones de dólares, hoy ha firmado otro que atará todavía más el futuro de EE.UU. a las economías del Golfo Pérsico.

Las preocupaciones éticas no quedan ahí. Trump está recibiendo honores y regalos de Qatar pocas semanas después de que su hijo cerrara en el país un acuerdo por el que la empresa familiar, la Organización Trump, construirá un complejo turístico de lujo y un campo de golf a las afueras de Doha, el Trump International Golf Club & Villas. Su fiscal general, Pam Bondi, que fue financiada en el pasado por Qatar y trabajó como lobista para su corona en EE.UU., ha defendido el regalo como “permisible a nivel legal”.

Sin embargo, el artículo 1 de la Constitución de EE.UU. prohíbe de manera explícita a los funcionarios federales, incluido el presidente, recibir cualquier “presente, emolumento, cargo o título, de cualquier tipo” de parte de un rey, príncipe o estado extranjero sin la aprobación del Congreso. Varios congresistas, incluido el senador republicano Ted Cruz, han puesto en duda la recepción de este regalo, especialmente por el riesgo de espionaje que supone.

Para cumplir con los protocolos de seguridad del presidente, EE.UU. deberá gastar millones de dólares en desarmar y reconstruir el “palacio aéreo”, por lo que en realidad el contribuyente estadounidense deberá pagar para que Trump pueda usar su lujoso avión. Además, Boeing ya tenía un contrato adjudicado para construir el nuevo Air Force One, que debía llegar el próximo 2027, un dinero que no se le va a devolver a la Administración.

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