Mientras Donald Trump sigue jugando al póker en la escena internacional lanzando farol tras farol, Xi Jinping y Vladímir Putin siguen el curso de una estrategia trazada a principios de la pasada década, en la que influyó la crisis financiera del 2008 que puso de relieve la fragilidad occidental.

Xi i Putin, el pasado 9 de mayo en Moscú
China lleva años preparándose ante una eventual guerra comercial e, incluso, militar, con EE.UU. El acuerdo comercial con los países de la Asean, el desarrollo de la nueva ruta de la seda en Asia y, sobre todo en África, y la política del Made in China 2025 formaban parte de una estrategia que buscaba, entre otros objetivos, depender menos de las exportaciones a EE.UU. y Occidente. El crecimiento de sus fuerzas armadas, que ya pueden competir de tú a tú con EE.UU., también formaba parte de la estrategia trazada a principios de siglo. Aunque China históricamente es muy reticente a embarcarse en aventuras militares y enfrentamientos con terceros países, especialmente allende sus mares, su integridad territorial es una línea roja que sí que estarían dispuestos a defender con uñas y dientes. Esto incluye, evidentemente, Taiwán.
Trump juega a corto plazo, pero Putin y Xi siguen estrategias trazadas hace años
Vladímir Putin, pese al fracaso de la invasión de Ucrania de febrero del 2022, que no consiguió prácticamente ninguno de los objetivos previstos, sigue imperturbable el plan que tenía marcado cuando accedió al poder. Son elementos esenciales del mismo, recuperar su influencia y garantizar su seguridad en las zonas limítrofes del Cáucaso y el este de Europa, asegurar su salida a las aguas internacionales en el mar Negro y desarrollar la ruta ártica que convertiría a Rusia en el país con la costa navegable más extensa del mundo.
En esta estrategia, Ucrania, con una relación histórica, religiosa y cultural única con Rusia, jugaba un rol esencial. Aunque probablemente Putin tendrá que aceptar una victoria pírrica lejos de lo que buscaba en febrero del 2022, las bravatas de Trump no conseguirán alterar la imperturbable resiliencia rusa y de los exagentes del KGB que lideran el país. La capacidad rusa de resiliencia ha sido siempre legendaria, especialmente en las situaciones más adversas, algo de lo que no parecen ser muy conscientes los dirigentes americanos.
Mientras Trump sigue cosechando en la escena internacional en materia económica y política muchos fracasos (Groenlandia, Panamá, Canadá, Ucrania, programa nuclear iraní, aranceles, etc.) y pocos éxitos (deportación de miles de inmigrantes, acuerdo parcial con los hutíes de Yemen), Xi Jinping y Vladímir Putin, siguen trabajando silenciosamente de acuerdo con una estrategia trazada hace por lo menos una década.
Trump parece disfrutar con los faroles al todo o nada del póker e, incluso al más sencillo todavía, rojo o negro de la ruleta, típicos de sus antiguos casinos. Mientras, Putin parece jugar al ajedrez y Xi Jinping al go, dos juegos de estrategia enormemente complejos que requieren una alta planificación y valorar en cada movimiento centenares de alternativas.