La ciudad de Gaza sufrió ayer otra madrugada de terror. Mientras dormían, Israel mató al menos a 36 palestinos –la mitad, niños– en un bombardeo contra una escuela que servía de refugio para familias desplazadas en el barrio de Al Daraj, al este de la capital del territorio palestino.
El ataque causó un incendio que convirtió el colegio en una trampa mortal. En vídeos difundidos en redes sociales, se observa a rescatistas gazatíes intentando extinguir el fuego y recuperando cuerpos de víctimas, algunos de ellos carbonizados. Según Fahmi Awad, el jefe de emergencias del Ministerio de Salud local, la escuela recibió al menos tres impactos y, además de los muertos, atendieron a decenas de heridos.

Ward Jalal Al Sheikh Jalil, de 6 años, intenta desesperadamente escapar del incendio tras el bombardeo de la escuela-refugio. Se salvó pero su madre y sus seis hermanos murieron
Una de las grabaciones que más conmoción ha causado muestra la silueta de una niña entre las llamas, yendo de un lado a otro. La pequeña fue rescatada por la Defensa Civil, que la identificó como Ward Jalal Al Sheikh Jalil, de 6 años. Su familia no tuvo el mismo destino: su madre y sus 6 hermanos murieron en el lugar, mientras que su padre estaba anoche hospitalizado en estado crítico.
El ejército de Israel afirma –sin aportar pruebas– que las bombas tenían como objetivo “un centro de comando y control” usado por Hamas y la Yihad Islámica Palestina, y defiende que tomó “numerosos pasos para mitigar el riesgo de daño a civiles”.

Sin embargo, testigos y sobrevivientes rebaten su versión. Alaa Kabej, herido en el bombardeo, le dijo a Reuters que “fuimos atacados directamente sin aviso previo”, mientras que la sobreviviente Farah Nussair agregó que en la escuela “solo había desplazados, los agotados que necesitaban comida y agua”.
El director de la opaca fundación que repartirá la ayuda dimite porque no se respetan “los principios humanitarios”
“Fue una visión indescriptible: restos humanos, gente carbonizada, olor a azufre, a carbonización. Estamos sacudidos, con los nervios destrozados, exhaustos. ¡Basta! Huimos al sur, nos bombardearon allí. Regresamos al norte, nos bombardearon allí. No hay seguridad, ni en las escuelas ni en los hospitales, en ninguna parte”, completó con desesperación Nussair.
Ese sentimiento se extiende a toda Gaza, que ayer contabilizó más de 60 muertos en otra jornada mortífera de bombardeos israelíes. Y, en el marco de esta invasión ampliada con la intención de ocupar toda la franja, el ejército hebreo volvió a ordenar otro desplazamiento forzado, que afecta a prácticamente todo el sur del enclave.
Esta nueva orden de expulsión sigue a la que emitió el 19 de mayo bajo la misma consigna de un inminente “ataque sin precedentes” contra objetivos de las milicias palestinas. A los civiles les ha obligado a huir hacia Al Mauasi, la reducida zona costera, abarrotada de tiendas de refugiados. La medida va en línea con los planes militares de Israel que, según medios en hebreo, pretende controlar el 75% de Gaza en un plazo de dos meses y así arrinconar a los más de dos millones de palestinos de la franja en tres áreas: Al Mauasi en el sur, un área entre Deir al Balah y Nuseirat en el centro, y la zona céntrica de la ciudad de Gaza en el norte.
Al igual que los ataques israelíes, la catástrofe humanitaria no encuentra alivio más allá de los pocos cientos de camiones de ayuda que Israel –presionado por Estados Unidos–, ha permitido entrar desde hace una semana, después de un bloqueo de dos meses y medio. Estos convoyes, en su mayoría con harina y comida para bebés, son una mínima fracción para una población bajo riesgo crítico de hambruna, mientras que el plan israelí para la entrega limitada de asistencia mediante contratistas privados ha sufrido un nuevo contratiempo.
El ejército hebreo emite otra orden de desplazamiento forzoso que afecta a casi todo el sur de Gaza
Jake Wood, el director ejecutivo de la opaca Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) –la designada por Israel para hacerse cargo de su esquema de reparto militarizado–, ha presentado su renuncia. Alega haber entendido ahora que el plan no se adhiere a “los principios humanitarios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia”, una crítica repetida durante semanas por las Naciones Unidas y las organizaciones en el terreno.
Su dimisión llegó horas después de que un informe de The New York Times revelara que el nuevo sistema de distribución habría sido concebido y, en buena medida, desarrollado por reservistas y empresarios israelíes, algunos con vínculos con el gobierno de Beniamin Netanyahu. Pese a esto, GHF transmitió ayer su intención de comenzar operaciones en uno de los centros de entrega de ayuda del sur de Gaza y su ambición de llegar a “un millón de palestinos para finales de esta semana”. De acuerdo al Canal 12 israelí, GHF no ha abierto todavía este primer centro.