
Spotify entró por primera vez en beneficios el año pasado, con 1.138 millones de euros, y lo hizo, además, con el récord de 675 millones de usuarios. Tras 18 años de existencia, el gigante tecnológico sueco parece haber enderezado el rumbo hacia la rentabilidad. Sin embargo, el modelo de éxito de esta compañía, así como de competidores como Tidal, Deezer, Apple Music o Amazon Music, no ha estado exento de críticas, principalmente por parte de los artistas que consideran que las retribuciones que reciben no son suficientes. Taylor Swift, Thom Yorke o David Byrne han manifestado su disconformidad por las compensaciones, así como organizaciones que agrupan artistas de reconocimiento local. “Es verdad que el negocio de la reproducción online crece, pero crecen mucho más las bocas que alimentar”, afirmó Will Page, ex economista jefe de la compañía de streaming y uno de los mayores expertos del sector, el pasado jueves en la sesión inaugural de las conferencias Primavera Pro, el encuentro profesional asociado al festival musical Primavera Sound.
Spotify obtuvo el año pasado el primer beneficio de su historia con 1.138 millones
El streaming se ha convertido en el rey del negocio de la música grabada. El año pasado, el volumen de ingresos derivados de la reproducción de música en sus diferentes formatos se situó en 29.600 millones de euros, lo que supone un crecimiento del 5% respecto al año anterior, según datos del IFPI Global Music Report 2025. De estos, un 68,9% procede de la reproducción online, mientras que la compra de formatos físicos, principalmente discos de vinilos, representó el 16,2% del total. La consolidación se ha producido en la última década, con un fuerte acelerón tras la pandemia de la covid. Si se analiza la evolución desde 2020, el creci miento es del 52,1%, una media del 10% anual.
La tasa de crecimiento anual del negocio de la música grabada en el mundo es del 10%
Hace diez años, los ingresos del sector eran menos de la mitad de los actuales. Se podría atribuir al streaming el éxito de duplicar el tamaño del mercado, aunque tal vez no tanto como inicialmente se puede pensar. “Anteriormente, la industria medía la música por los puntos de compra, pero, en paralelo, había un mercado fuera del radar de copias de CD o MP3. Había una red oculta de oyentes. El streaming ha impulsado el número de oyentes, pero hay que tener en cuenta que la diferencia actual es que ahora los podemos contar mejor”, explicó la analista de la consultora sectorial MIDiA Research, Hanna Kahlert, en la misma ponencia con Page.
A principios de siglo, el formato físico dominaba el 100% del mercado de la música grabada, con 20.000 millones de dólares. La experta británica planteó una cuestión que entra dentro del propio valor que los consumidores dan a la música: el precio que se pagaba por comprar un CD es el mismo que se paga por una reproducción online? La respuesta es claramente negativa. Si se mira la suscripción de Spotify en España, la cuota ha aumentado muy poco. Durante más de una década, el precio establecido de la suscripción individual fue de 9,99 euros por mes. Hace un par de años, la cifra subió a 10,99 euros y finalmente este año se ha situado en 11,99 euros. Page plantea una comparación odiosa pero reveladora. Mientras el precio de una copa de un buen vino se ha doblado en los últimos 15 años, la suscripción del streaming ha subido un 20%. “Por el precio de una porción de pizza tienes al alcance toda la música del mundo”, añadió Kahlert.
Primavera Pro abrió esta semana el debate sobre el auténtico valor del streaming
El streaming no sólo ha sido una revolución en cuanto a los ingresos de la música grabada, sino que tiene un efecto directo en la contratación de artistas por parte de promotoras de conciertos y de festivales. Pero, una vez más, el torrente de datos que aporta la tecnología puede ser engañoso. Page hizo referencia al impactante dato de que cerca de 80 festivales tuvieron que cancelarse el año pasado por falta de público. En España, también ocurrió algo similar aunque con un número bastante menor. “Vemos festivales con artistas con millones de reproducciones y de favoritos en las redes sociales y luego no consiguen vender entradas”, señaló Page. El economista recordó la recomendación de Marty Diamond, un famoso agente de artistas, en la que señalaba que el mejor indicador del éxito de un artista es la ratio de comentarios por reproducciones.
Al respecto de este tema, Kahlert ofreció sus datos de reproducciones de Spotify el año pasado, el conocido servicio wrapped . En total, escuchó 5.769 canciones, 3.676 artistas y 48.492 minutos de reproducción. “Mi artista favorito sólo representó el 4% de las reproducciones”, afirmó para mostrar la gran fragmentación en la que se encuentra el mercado musical. Con las reproducciones, muy pocos músicos viven. “Lo que realmente importa es si estas reproducciones se van a convertir en la compra de entradas de un concierto en directo”, apuntó.
Page abrió el d ebate de si toda la música que se escucha en plataformas tiene el mismo valor. “Mis hijas escuchan habitualmente a Olivia Rodrigo y Taylor Swift, grandes artistas. Pero , ahora, el 80% de sus reproducciones son listas de canciones para concentrarse estudiando”, explicó. Muchas de estas listas incluyen canciones con una elaboración artística mínima o incluso generada por inteligencia artificial.
Según la periodista Liz Pelly, que también participó en una conferencia del PrimaveraPro, Spotify es la principal interesada en fomentar la reproducción de este tipo de contenido ya que le sale más a cuenta que pagar los derechos de grandes artistas. “Durante años, el algoritmo de la plataforma ha promocionado los artistas fantasma , músicos que bajo encargo elaboran canciones de baja calidad y que aparecen con nombres artísticos distintos”, asegura. En una de sus publicaciones, Pelly cuenta a modo de ejemplo como 20 compositores están detrás de más de 500 músicos distintos y que sus miles de canciones se han reproducido millones de veces en Spotify. “El algoritmo los favorece en las listas de escucha pasiva, como las de concentración o de relax, en detrimento de la música de artistas reales que se han volcado en su obra”, comenta la periodista, que es autora del libro Mood Machine . Las canciones elaboradas directamente por IA pueden agravar este fenómeno y Spotify es la primera interesada en que esto suceda. Pelly recuerda que en una conferencia del 2023, el consejero delegado, Daniel Ek, dijo que el boom de IA podía ser “bueno culturalmente” y que permitiría a Spotify aumentar “reproducciones e ingresos”.
Cuando Netflix desembarcó en España en 2015, ofrecía un plan básico con reproducción en un sólo dispositivo y sin alta definición por 7,99 euros al mes y uno estándar con dos dispositivos y alta definición por 9,99 euros. Actualmente, el plan estándar se encuentra en 13,99 (+40%), mientras que el premium es de 19,99 euros. Por su parte, Amazon Prime Video pasó de los 19,95 euros al año en 2016 a los actuales 49,90 euros al año, un incremento del 100%. “Netflix u otras plataformas se pueden permitir subir precios porque tienen contenidos exclusivos. Si quieres ver sus productos, tendrás que pagar ellos. En cambio, las plataformas de streaming musicales contienen todo el universo”, explicó. De hecho, plataformas como Apple Music o Amazon Music no necesitan ser rentables porque no es su principal negocio.
La IA enciende las alarmas
Artistas y discográficas alertan que la IA copia canciones sin su permiso
La inteligencia artificial ha hecho encender las alarmas en la industria musical. Los sellos discográficos y todo tipo de artistas –grandes y pequeños– ven como se abre un abismo ante ellos si no se regula el uso de la inteligencia artificial por parte de las plataformas.
“Esto es el salvaje oeste”, advirtió esta semana Kamil Latorre, vicepresidente del área legal digital en Warner Chappell Music durante una conferencia en el Primavera Pro.
Plataformas como Open IA (y muchas otras) crean canciones a través del uso de trocitos de millares de canciones existentes y todo ello, sin pagar por los derechos de propiedad intelectual de los artistas. Los datos son impactantes: “Se calcula que las canciones de IA pueden a llegar a alcanzar el 25% del consumo”, comentó Edith Severs, directiva de Copyright Power. Poniendo un ejemplo actual: la plataforma de streaming Deezer asegura que cada día recibe 20.000 canciones generadas por IA y que éstas ya suponen el 18% de su nuevo contenido.
La industria está reaccionando masivamente en contra. El año pasado Sony, Universal y Warner demandaron a las startups Suno y Udio por utilizar sin su permiso obras de artistas de la talla de Mariah Carey, Chuck Berry, Michael Jackson y Billie Holiday. Unos 200 músicos–como Stevie Wonder o Billie Eilish– también publicaron una carta alertando del fenómeno y Sony también se dirigió directamente a Open IA, Microsoft y Google para frenar los algoritmos que utilizan música sin su consentimiento.
Según Latorre es urgente crear una nueva estructura de licencias y derechos de propiedad intelectual de modo que las obras tradicionales puedan competir en igualdad de condiciones. A Warner no le asusta que la IA se pueda comer el 25% del mercado aunque reconoce que los sellos discográficos, y toda la industria tradicional, tendrá que hacer un esfuerzo en marketing para promocionar las canciones por humanos.
Desde Copyright Power, Sever considera esencial regular a favor de la transparencia pero los agentes del sector reconocen que es muy difícil conseguirlo. “Técnicamente es imposible conocer cómo funciona el algoritmo y cuantificar el número de canciones que utiliza”, comentó Clara Ruipérez, directora de estrategia jurídica de contenidos de Telefónica, un grupo que está en alerta porque ahora las plataformas de IA quieren repercutir a los grupos de telecomunicaciones el pago de los derechos a los artistas por distribuir canciones generadas por IA.
Además, existe un gran interrogante sobre qué es una canción de IA. “¿Si un músico real genera una melodía con IA pero graba su voz original por encima, hasta qué punto la canción debe considerarse generada por un humano?”, se preguntó Latorre. Los frentes que ha abierto esta tecnología son innumerables. Todavía hay mucha indefinición y mientras tanto, las plataformas de IA alimentan sus algoritmos de canciones sin pagar un dólar.
Ruipérez alertó que el problema es grande. “Donald Trump no quiere frenar a las plataformas de IA y la Unión Europea, aunque aplique restricciones severas, no podrá frenar el fenómeno ya que las plataformas ya están entrenadas y no pueden borrar el contenido que ya han generado”, aseguró.