Israel afianza la ambición nuclear de Irán

La guerra no es la política por otros medios. La guerra es un crimen que implica el fracaso de la política. En la guerra no hay ley ni moral. Por eso los líderes democráticos que van a la guerra se parecen tanto a los dictadores.

Las guerras siempre se justifican en defensa propia, pero casi nunca lo son. Lo fue la guerra de los Seis Días de 1967. Israel lanzó entonces una guerra preventiva para impedir un ataque inminente de sus enemigos árabes. La justificación moral era clara.

Estados Unidos invadió Irak en marzo del 2003, un año y medio después de los atentados del 11-S, con el argumento inventado de que su arsenal químico era una amenaza intolerable. Aquella campaña, colofón a la guerra contra el terror , no tenía ninguna justificación moral y fue un error estratégico tan grave que sus consecuencias, más de 20 años después, aún no se han corregido.

Irak podía ser un enemigo, pero no era una amenaza inminente para EE.UU. Del mismo modo, Irán, el peor enemigo de Israel, no era ayer una amenaza inminente. Es posible que hubiera conseguido el uranio suficiente para fabricar una bomba atómica. Y es cierto que las negociaciones para cerrar su programa nuclear no iban bien. Pero había una cita prevista para hoy en Muscat y, aunque los estadounidense acudían frustrados y sin esperanzas, las partes seguían sentadas en la mesa.

TEHRAN (IRAN(Islamic Republic Of)), 21/05/2025.- An Iranian man walks past a wall painting of Iranian Revolutionary Guard Corps (IRGC) soldiers in Tehran, Iran, 21 May 2025. Iran and US talks have paused as both sides made remarks against each other in recent days. According to the Iranian Foreign Ministry, Iranian Foreign Minister Abbas Araghchi said on 21 May 2025 that they are evaluating whether to participate in the next round of negotiations. He added that Iran has already responded to unreasonable demands and that such remarks do not help the talks. Our position is clear: uranium enrichment will continue, whether or not there is an agreement. (Teherán) EFE/EPA/ABEDIN TAHERKENAREH

La propaganda militar del régimen iraní se llena de nuevos argumentos 

Abedin Taherkenareh / EFE

La consecuencia más grave del último ataque israelí es que, al sustituir la diplomacia por la fuerza, afianza la ambición nuclear de Irán. La república islámica, uno de los regímenes más abominables del mundo, tiene hoy más argumentos que ayer para hacerse con la bomba atómica.

A la guerra no se va por una cuestión de Estado sino por la supervivencia de una estirpe

Las bombas israelíes dañan las infraestructuras nucleares, pero no las destruyen. A decenas de metros bajo tierra, en lugares diversos, las centrifugadoras que enriquecen el uranio seguirán funcionando. Pueden tardar varios meses en recuperar la normalidad, pero lo harán. Incluso si EE.UU. atacara estas mismas instalaciones, dentro de un año o dos, los iraníes volverían a estar donde estaban ayer.

El Irak de Sadam Hussein también quiso la bomba atómica y en 1981 Israel bombardeó el reactor de Osirak. Pero no sirvió de mucho. Cuando estalló la guerra del Golfo en 1991, Irak estaba de nuevo a punto de conseguir la bomba.

Israel habla ahora de una campaña continuada de bombardeos contra Irán. El primer ministro Beniamin Netanyahu dice que quiere acabar para siempre con la amenaza de los ayatolás, pero lo que quiere de verdad es borrar su responsabilidad en la masacre de Hamas del 7 de octubre y salir con ventaja en la campaña electoral para las elecciones del año próximo. Piensa en él mucho más que en Israel.

Los dictadores de Oriente Medio, caudillos populistas todos, ya sean monarcas o presidentes, acostumbran a confundir lo público con lo privado, el interés general con el suyo personal.

A la guerra no se va por una cuestión de Estado, sino por la supervivencia de una estirpe o un sistema. Netanyahu quiere sobrevivir y la guerra es su flotador. Podríamos decir lo mismo de Putin. Ucrania, Gaza y ahora Irán son guerras que no tienen un fin en sí mismas. Es verdad que ninguna lo tiene, pero estas tres son ejemplos muy claros de guerras que han perdido cualquier sentido estratégico. No las gobierna la lógica militar, sino la lógica política.

Trump va a una guerra de mentira que afianza su autoritarismo; hoy será feliz con su desfile

La lógica política de Donald Trump también le pide una guerra, pero en su caso es contra un enemigo interior . Esta semana ha movilizado a la Guardia Nacional y a los marines en Los Ángeles. Allí hay hoy más militares estadounidenses que en Irak y Siria. Los necesita a su lado para ver cómo reaccionarían si el año próximo, con motivo de las elecciones legislativas de medio mandato, necesita apoyo militar para impedir una victoria demócrata.

El presidente cumple hoy 79 años y lo celebra con un desfile militar en Washington. Es el agasajo que se organizaría un dictador. Sus detractores marcharán en varias ciudades contra su monarquía autoritaria.

A diferencia de las guerras en Ucrania, Irán y Gaza, la de Trump no es de verdad. Perseguir inmigrantes indocumentados solo es un espectáculo televisivo que carga de emoción el espíritu combativo de sus acólitos.

Es relevante que Trump no podría ir a una guerra de verdad sin la ayuda de su ex amigo Elon Musk, amo de gran parte de la tecnología militar que mantiene la ventaja estratégica del ejército norteamericano. Que un empresario, para su propio beneficio y sin ninguna supervisión democrática, pueda condicionar la guerra de un país supone una enorme pérdida de soberanía. En estos casos, el crimen de la guerra no puede cometerse ni siquiera con la excusa del interés general.

El interés general de casi todo el mundo es vivir en paz, pero esta es una realidad moral que, a lo largo de los siglos, hoy igual que siempre, el interés particular de los autócratas se empeña en destruir.

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