
Todas las miradas convergen en Pedro Sánchez. Se espera que el presidente, una vez más, saque un as de la manga para calmar al PSOE y a sus votantes, tras el ingreso en prisión del número tres del partido, Santos Cerdán, por presunta corrupción. La biografía política de Sánchez está plagada de giros de guion inesperados, por lo que cualquier otra cosa defraudaría a sus seguidores y también a sus detractores. Es más, si no hay sorpresa que actúe como revulsivo, muchos interpretarán que el líder resistente ya no lo es tanto, que se le acaba la capacidad para salir de los atolladeros.
Desde que se conoció el informe de la UCO que mostró a Cerdán como un delincuente común, Sánchez ha mantenido intensas consultas con su equipo y personas de confianza. Ha descartado varias opciones, pero siempre con la vista puesta en que puede recuperarlas si las cosas se complican aún más. Es sabido que Sánchez puede “cambiar de opinión” si lo aconsejan las circunstancias.
Ni en el PSOE ni en la Moncloa se esperaban que Cerdán fuera a la cárcel el mismo día de su primera declaración ante el juez del Tribunal Supremo. Ahora asumen que habrá más imágenes comprometedoras. Se da por casi seguro que la Guardia Civil acabará registrando la sede del PSOE, por ejemplo. Todo ello sin contar con posibles nuevas revelaciones que puedan afectar a otros cargos socialistas o al partido.
El encarcelamiento de Cerdán ha desatado una ola de interpretaciones entre los socialistas. Algunos creen que el juez busca que el afectado tire de la manta. Otros, sin embargo, sugieren que el verdadero objetivo no es tanto ablandar a Cerdán, quien sería una persona más fría, sino José Luis Ábalos, más temperamental. El ex ministro es consciente de que puede ingresar en prisión en cualquier momento. De hecho, llegó a plantearse un pacto con la Fiscalía. En un trío de implicados, el dilema del prisionero apunta a que alguno sucumbirá.
El auto de ingreso en prisión de Cerdán se basa en la credibilidad que el instructor otorga a las grabaciones de Koldo García sobre los manejos de sus cómplices. Si bien es un indicio serio, sería una prueba incompleta en un juicio. Existe también el contrato firmado por Cerdán para adquirir parte de la empresa Servinabar con la que se concurría a las adjudicaciones irregulares. Falta que la investigación aporte más pruebas, pero al juez le facilitaría mucho las cosas si uno de los implicados confesara.
Mientras contienen la respiración sobre el curso de las causas judiciales, en el PSOE esperan alguna revelación de Sánchez este sábado en el comité federal del PSOE. Sin embargo, el líder socialista no parece barajar medidas muy drásticas. Más bien prefiere guardarse balas en la recámara por lo que pueda venir.
Existe un consenso considerable en el entorno de Sánchez de que no basta con un simple cambio en la secretaría de organización. Se habla de una renovación de la ejecutiva, estrenada hace apenas siete meses, que afectaría a entre 4 y 10 personas. También se le han hecho llegar a Sánchez propuestas para endurecer el código ético del partido, implantar prácticas de compliance o dibujar un organigrama en el que una vicesecretaría y una secretaría de organización se contrapesen (y vigilen) mutuamente. Todas ellas son medidas endogámicas, dirigidas principalmente a la militancia, y es dudoso que resulten convincentes para la mayoría de la población.
Entre los nombres que se han barajado para la secretaría de organización figura el de Montserrat Mínguez, del PSC. Sólo el presidente sabe ahora mismo el diseño de la nueva ejecutiva, pero los socialistas catalanes, a pesar de su apoyo incondicional a Sánchez, no desean una implicación tan orgánica en el PSOE.
A Sánchez no le convence un congreso extraordinario: el partido no saldría más unido ante unas posibles elecciones
Varias voces en el PSOE insisten en convocar un congreso extraordinario que invista a Sánchez de autoridad. Están convencidos de que los críticos son una minoría, básicamente algunas “viejas glorias”, pero de momento el presidente se muestra reacio. Aunque Sánchez volviera a ganar, es poco probable que lograra el mismo grado de apoyo que tuvo en el último congreso y una cita de este tipo abriría divisiones en las agrupaciones locales y regionales sobre la conveniencia de renovar al secretario general. Si Sánchez está decidido a presentarse a las próximas generales, querrá hacerlo con el partido lo más controlado y afín posible, que es lo que tiene ahora.
La perspectiva del adelanto electoral pasa a un plano permanente a partir de ahora. Más que una cuestión de confianza en la que Podemos tendría la sartén por el mango hasta el último segundo. Si hasta ahora la consigna era que este gobierno agotaría la legislatura, ahora es difícil convencer a nadie de que eso será factible. Los socios de Sumar están cada día más nerviosos por compartir gobierno con un partido cuyo número tres acaba de entrar en prisión, mientras que los aliados parlamentarios no quieren facilitar una moción de censura del PP pero tampoco salir trasquilados de su contacto con el PSOE.

Así, es poco probable que las expectativas del comité federal del PSOE del sábado satisfagan a quienes han depositado su confianza en Sánchez, y las posibles decisiones, sean más o menos sorprendentes, difícilmente podrán restituir la credibilidad perdida. Los socialistas y su líder saben que todo va a depender del devenir de la investigación policial y judicial. Ante la incertidumbre, Sánchez parece buscar el máximo margen posible para aguantar hasta encontrar el momento más propicio para convocar las elecciones.