El dividendo de la longevidad

En un mundo de incertidumbre creciente, hay una tendencia que destaca por su previsibilidad y magnitud: el mundo envejece. Por primera vez, el número de personas de más de 50 años ha superado el de niños menores de 15. Este punto de inflexión, marca una transformación demográfica profunda y toda transformación trae oportunidad.

El año pasado los mayores de 50 representaron el 50% del consumo mundial (Global Longevity Economic Outlook), el 60% del gasto mundial en salud y el 52% del gasto en vivienda. No solo es más numerosa, sino también más sana. Un estudio reciente del FMI indicaba que una persona de 70 años en el 2022 tenía la misma capacidad cognitiva que una de 53 años en el año 2000 y físicamente, se parecía a una persona de 56 años de hace dos décadas. Aun así, la conversación pública sobre el envejecimiento sigue dominada por los costes: pensiones, sanidad, dependencia… Son preocupaciones válidas, pero solo una parte de la historia.

El envejecimiento de la población se tiene que transformar en una estrategia económica

La mejor respuesta al envejecimiento no es recortar beneficios, sino alargar las vidas activas. Mantenerse activo —sea trabajando, haciendo voluntariado, o cuidando— mejora la salud física y mental y reduce las enfermedades crónicas. Pero para hacerlo posible las empresas tendrán que diseñar oportunidades laborales para todas las etapas de la vida y los trabajadores se tendrán que reinventar varias veces a lo largo de una carrera. Eso puede implicar, también, ajustar las trayectorias salariales y aceptar que los ingresos no siempre aumentarán a lo largo de la vida laboral. Además, las preferencias cambian con la edad, y las empresas tienen que adaptar producto, servicio y tecnología a las necesidades de los mayores de 50.

Los sistemas de salud también tienen que virar el rumbo: pasar de tratar enfermedades agudas a gestionar enfermedades crónicas con una atención preventiva y basada en la comunidad. Y los mercados de vivienda deben afrontar una nueva realidad: con vidas más largas los adultos mayores se queden más tiempo en casa, reduciendo la oferta de casas grandes para las familias y generando presión sobre los compradores noveles. Paralelamente, crece la demanda de viviendas adaptadas a la edad, residencias asistidas y soluciones de convivencia intergeneracional.

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Una jubilada durante un paseo

Europa Press

Ahora bien, mientras adaptamos nuestro mundo a esta nueva mayoría demográfica, no podemos olvidar las generaciones más jóvenes y menos todavía ante los malos resultados de las últimas competencias básicas del estudiante catalán. En una era de longevidad, invertir en los jóvenes es más urgente que nunca, por justicia, por innovación y para garantizar el crecimiento futuro. Los gobiernos, las empresas y la sociedad tenemos que actuar ahora para diseñar políticas y estrategias que desbloqueen el dividendo de la longevidad: transformando esta certeza demográfica en una estrategia económica, no solo apoyando a los mayores, sino construyendo un futuro en el que todas las generaciones puedan prosperar.

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