
En enero de este año, Israel ocupó y clausuró el campo de refugiados de Yenín (Cisjordania), expulsando a sus habitantes y arrasando casas con excavadoras. El actor y director palestino, Ahmed Tobasi, nacido en 1984 en ese campamento, estaba de gira en Chile y decidió no regresar. Recientemente presentó en varias ciudades catalanas And here I am , monólogo autobiográfico donde relata cómo es crecer bajo la ocupación.
¿Cuál es la situación actual en Yenín y en Cisjordania?
El campo de Yenín está cerrado por el ejército y hay 20.000 personas desplazadas. Hay puestos de control por toda Cisjordania, si quieres ir de una ciudad a otra. Todos los pueblos y aldeas están cercados.
¿Puede regresar?
Podría entrar pero, sinceramente, tengo un poco de miedo en esta situación porque detienen a cualquiera. Normalmente, entro y salgo. Pero ahora no me arriesgo. Cada vez que vuelvo me preguntan dónde he estado, qué he hecho, si he ido al teatro… Cuando regresaba de Chile, decidí quedarme un tiempo en Jordania, luego me puse en contacto con mi familia y me dijeron que estaban sacando a todo el mundo. Ya no tenemos casas. No tengo un hogar al que volver.
Ocupación
El mensaje es: no sueñes con tener una vida diferente aquí. Como palestino, morirás o te irás”
En diciembre del 2023, tras la invasión de Gaza, usted era director artístico de The Freedom Theatre (TFT), proyecto teatral que trabajaba con menores en el campamento de Yenín, y fue detenido por los militares al mismo tiempo que Mustafa Sheta, el director general, pocos días después de que La Vanguardia le entrevistara. Usted estuvo solo un día preso pero Sheta pasó quince meses encarcelado.
Me llevaron un día, una noche. Pero para mí, esas 24 horas fueron cuatro años. No podía creer que me estuviera pasando a mí.
Le liberaron por tener pasaporte noruego.
Sí, leí en internet que el Ministerio de Exteriores noruego llamó a los israelíes para decirles que tenían a un palestino noruego.
¿Y qué pasó al salir?
Volví a Yenín. Encontré el teatro destruido, mi casa destruida. Es como vivir la misma experiencia una y otra vez. Es como si los israelíes tuvieran una máquina del tiempo. Te traen, te devuelven. Y todo el mensaje es: no sueñes con tener una vida diferente aquí. Como palestino, morirás aquí o te irás. Hallarás otra forma de vivir.
Ya había sido detenido cuando era joven.
Sí, viví la misma experiencia en el 2002. Después de veinte años, es lo mismo. La seguridad israelí es así, aunque no hayas hecho nada, una vez que has estado en la cárcel, creen en un 90% que has hecho algo.
Esa experiencia es lo que explica en And here I am .
La segunda intifada fue un punto de inflexión en mi vida. Crecí con mi padre en la cárcel y con el ejército entrando en mi casa todas las noches. Era muy pequeño en la primera intifada, cuando veía las protestas y nunca entendía por qué se preocupaban por nosotros. Y esa es, en realidad, la obra que representamos. En cierto modo, habla de ese momento del 2002, de la infancia, de después. Quieres defender a tu país. Eres un niño pequeño y oyes todas esas noticias de que viene el ejército, que el ejército quiere destruir el campamento, que el ejército quiere llevarse a la gente. Como niño ingenuo que eres, crees que puedes defender a tu pueblo. No sabíamos que esto era una guerra. No sabía lo que significaba la guerra. Era un niño pequeño. Había visto la guerra en los dibujos animados. Pensábamos: ‘Voy a ir a disparar, disparamos y ganamos, y ya está’. Pero vi morir a gente. Vi cómo mataban a gente. Me dispararon en la mano. Vi las excavadoras. Viví diez días con un cohete cada cinco minutos. Intentas esconderte. Por la noche, solo hay armas y balas. No podemos movernos. No hay electricidad, ni agua, ni internet.
Mártires
“Si te matan, no puedes hacer nada. Tu propósito es seguir vivo, contar tu historia”
Pasó cuatro años en la cárcel.
Después de la cárcel, supe que tenía que encontrar otra forma. Comprendí que lo que estamos haciendo no es suficiente para que el mundo lo entienda. Supe que todos mis amigos habían muerto. Para mí fue muy duro perder a tus amigos a los 17 años. En la cárcel, empecé a pensar: ‘¿Por qué tenían que morir? Descubrí que el sueño de los niños palestinos es ser mártires. Se ha convertido en una tradición y, si lo consigues, te conviertes en una especie de héroe. Para mí, eso está mal. El objetivo no es morir. Si te matan, no puedes hacer nada. Tu propósito es seguir vivo, contar tu historia, defenderte y compartirla.
El arte y el teatro es su manera de luchar por un estado palestino.
No quiero matar a nadie. No creo que nadie deba morir por ningún motivo. Cuando viajo, imparto talleres con jóvenes, intento decirles que el arte y la cultura son mucho más de lo que conocemos o podemos utilizar. Mi sueño es ver a la gente luchar a través de la cultura. El único problema en este mundo ahora son las armas, que pueden matar y destruir mucho por culpa de alguien. He vivido toda mi vida en la guerra. No quiero que nadie más la viva.
Su obra también habla de qué significa ser un refugiado.
Siempre se trató de los refugiados. Yo soy refugiado en mi propio país. Soy refugiado en Europa. Y ahora soy refugiado por tercera vez. No tengo hogar. Y para mí, es como el sueño que tenía cuando era joven, cómo puedo llevar mi historia al público internacional para contarles que nosotros, como jóvenes palestinos, no tenemos opciones. No elegimos nuestro futuro. No decidimos lo que queremos ser. Los jóvenes palestinos son mártires, prisioneros o discapacitados. No tienen otra opción. Y yo quiero contar una historia, una historia personal, una historia humana, para mostrar a la gente que, si estuvieran en mi lugar, podrían hacer cosas diferentes o mejores. Mi destino es haber nacido en Palestina. El destino del chico de Afganistán es haber nacido en Afganistán. No somos terroristas. Somos personas normales. Para mí es muy importante mostrar al público a un ser humano de Palestina, porque la ocupación israelí nos ha deshumanizado. Y esa es una gran propaganda que debemos cambiar.