
La doctrina Monroe de hace dos siglos decía que cualquier ataque a las nuevas naciones independientes de las Américas sería considerado como un ataque a los Estados Unidos, y se comprometía a que Washington no intervendría en los asuntos internos de los países europeos a cambio de que las potencias del continente frenaran sus impulsos colonizadores del otro lado del Atlántico; el artículo 5 del tratado de la OTAN estipula que un ataque armado contra cualquiera de sus miembros se contemplado como un ataque a todos ellos; y el cimiento de la cooperación franco británica es que una agresión a los intereses vitales de Londres será vista también como una agresión a los intereses de vitales de París, y viceversa.
Inspirados en este principio, el presidente Emmanuel Macron y el primer ministro Keir Starmer anunciaron ayer la coordinación de sus respectivos arsenales nucleares (son las únicas potencias europeas que los tienen), en respuesta tanto a la creciente amenaza que plantea Putin como al progresivo desinterés de los Estados Unidos de Trump por la protección de la seguridad de sus aliados (si es que todavía los considera como tales) del Viejo Continente. Coordinación, pero sin conceder un ápice en materia de independencia y soberanía.
Cuando a Liz Truss “la breve” (duró 49 días en Downing Street) le preguntaron si consideraba a Macron un amigo o un enemigo, respondió que todavía estaba por ver (no perdonaba el empeño del líder francés en dificultar el Brexit, impedir que Londres se saliera con la suya, hacer pagar la afrenta de haber salido de la UE y demostrar de manera obvia que era una tontería supina, por si alguien tenía ideas similares). Ayer, en la rueda de prenda que concluyó la cumbre anglofrancesa, Starmer dejó más claro que el agua que considera al titular del Elíseo no sólo un aliado sino un buen amigo con quien no dudaría en irse a tomar unas pintas al pub y ver en la tele un Arsenal-PSG.
Los dos dirigentes se sienten más cómodos (y tienen mejor prensa) en el escenario de la política internacional que en el de la doméstica, que es un campo de minas, y necesitaban presentar la cumbre como un éxito y una demostración de unidad, que es lo que hicieron. No sólo con el anuncio de una mayor cooperación en defensa, energía nuclear (capital francés participa en la construcción de la central atómica inglesa de Sizewell C) e inteligencia artificial, sino sobre todo en inmigración, que es la madre del cordero.
Ambos líderes querían apuntalar su precaria posición interna con un éxito de política internacional y defensa
Starmer y Macron concluyeron el esperado acuerdo sobre el canje de inmigrantes an base a la fórmula 1 x 1, que consiste en que por cada indocumentado llegado en patera que el Reino Unido envíe de regreso a Francia, Londres aceptará que París le mande un inmigrante con derecho a la reunificación familiar que quiera instalarse legalmente en Gran Bretaña.
Los dos mandatarios presentaron el acuerdo como una manera de disuadir a los migrantes de que pongan en peligro sus vidas pagando a mafias para que los metan en lanchas hinchables que cada vez más llenas, abriendo una ruta “legal, segura y controlada para llegar a Inglaterra”. ¿Demasiado bonito para ser verdad? La cosa por supuesto tiene truco. El plan piloto consiste en un intercambio máximo de cincuenta migrantes a la semana en cada dirección, cuando tan sólo ayer 250 se presentaron en la costa de Kent.
El programa es sin duda un avance sobre la locura conservadora de enviar a los indocumentados a Ruanda para que se procesaran allí sus casos, pero es difícil ver como la detención y devolución a Francia de un máximo de 2.600 migrantes al año puede disuadirles de intentar llegar a El Dorado británico (donde les es fácil desaparecer en las sombras del sistema, trabajar en el mercado negro y cobrar ayudas estatales si así lo desean), cuando desde enero ya han llegado en pateras diez veces esa cantidad. Más probable es que consideren el infortunio de ser detenidos como un riesgo adicional. Para crédito de Starmer, en cualquier caso, su tono es mucho más humano que el de sus predecesores tories , y dice que “los solicitantes genuinos de asilo van a seguir siendo bienvenidos en este país”. Algo es algo.
Los dos dirigentes presidieron una reunión virtual con otros líderes europeos y Zelensky sobre Ucrania, en la que anunciaron la aceleración de los planes para dotar a Kiev de misiles anti barco, pidieron más sanciones a Putin y aseguraron que la fuerza de paz de la “coalición de voluntarios” para hacer que se cumpla un alto el fuego “yaestá lista”. Lo que falta es que haya un alto el fuego.
Londres y París dan luz verde a un canje de migrantes que abra una ruta segura y legal para llegar a Inglaterra
En medio de las sonrisas y abrazos, Macron no pudo evitar lanzar una puya de despedida: “los británicos compraron una mentira con el Brexit, la de que la emigración era culpa de Europa y el país controlaría sus fronteras”. Tiene más razón que un santo.