
La súbita lluvia torrencial que el 4 de julio cayó sobre el condado de Kerr y otras regiones de Texas, desbordando el río Guadalupe en cuestión de minutos, provocó una de las mayores inundaciones en la historia de Estados Unidos. Una semana después, las autoridades siguen buscando cuerpos entre el lodo y los escombros, mientras el número de víctimas mortales ya supera las 120, incluidos 36 niños, y hay más de 160 desaparecidos. La tragedia, que las administraciones estatal y federal definieron como “impredecible”, ha puesto en tela de juicio los recortes que ambos gobiernos republicanos han realizado recientemente en la prevención de desastres naturales y la gestión de emergencias, en su empresa por reducir la figura del Estado a la mínima expresión.
Este viernes, el presidente Donald Trump ha visitado por primera vez junto a su mujer Melania algunas de las zonas afectadas para evaluar la situación y poner en valor el heroico esfuerzo de los primeros auxilios. “Nunca había visto nada igual: un río estrecho que se convierte en un monstruo”, ha dicho el republicano, que ha observado la zona afectada y se ha reunido con las autoridades locales. “He estado en muchos desastres, huracanes, tornados… Pero nunca he visto algo como esto. Ha sido especialmente duro”, ha añadido, expresando “el amor, el apoyo y la angustia de toda nuestra nación”. Le han acompañado su secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem; el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, y los senadores Ted Cruz y John Cornyn, entre otros cargos públicos.
Como lleva haciendo toda la semana, Trump ha evitado hablar sobre su plan anunciado hace tres semanas de eliminar la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA) y pasar sus competencias a los estados, así como del recorte del 20% de su plantilla, que realizó su ahora enemigo público, el magnate Elon Musk, cuando estaba a cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). “Los demócratas han tenido una racha tremenda de mala gestión. No digo mala suerte, digo mala gestión. Lo único que quieren hacer es criticar”, ha respondido Trump, en alusión a la denuncia de sus adversarios.
La labor de la agencia de emergencias se ha demostrado una vez más esencial para la recuperación de cuerpos y, ante las críticas de los demócratas, la Administración ha ido cambiando el enfoque de la propuesta inicial de eliminarla. “Vamos a acabar con la burocracia de la antigua FEMA, agilizando sus procesos. Esta es nuestra visión de cómo debería operar”, ha dicho la secretaria Noem, señalando que no se quiere eliminar la agencia federal, sino reformarla. “No somos nosotros, el gobierno federal, quienes gestionamos estos desastres. Lo hacen los estados”, afirmó Noem el martes, en la última reunión de gabinete, evitando asumir responsabilidades.
“Todos en esta sala, especialmente los que están en esta mesa, pero todos en esta sala hicieron un trabajo increíble, y el público lo sabe. La gente ya no se deja engañar”, ha dicho Trump, en alusión al escrutinio, tanto a él como al Estado, y acusando a los medios de comunicación de mentir. “Espero que algún día podamos actuar de forma bipartidista, pero lo único que les gusta es criticar, y así les va, (los demócratas) están siendo totalmente aplastados, porque todo el mundo ve el trabajo increíble que hizo el gobernador”.
Donald Trump, presidente de EE.UU.
“Los demócratas han tenido una racha tremenda de mala gestión. Lo único que quieren hacer es criticar”
Tras la catástrofe, Trump declaró las inundaciones como un “desastre mayor” y ordenó el despliegue adicional de recursos federales para apoyar las labores de rescate y recuperación. Envió a más de 2.100 efectivos al estado sureño para colaborar, y el departamento de Seguridad Nacional movilizó a varias de sus agencias, incluida la Guardia Costera de EE.UU. y una unidad táctica especial de la patrulla fronteriza.
La respuesta de Trump, así como su visita, marca un fuerte contraste con la actitud que mantuvo cuando a principios de año visitó California tras los incendios en el condado de Los Ángeles, que arrasaron 23.000 hectáreas. Entonces, se saludó en el aeropuerto con su gobernador, el demócrata Gavin Newsom, a quien culpó directamente de los incendios por su gestión forestal y amenazó con retener la ayuda federal para la reconstrucción, parte de la cual a día de hoy todavía se reclama. Como ya hizo en su primer mandato, el presidente ha demostrado en repetidas ocasiones que usará el reparto de fondos federales en función de si ocurre en estados rojos (republicanos) o azules (demócratas).
Más allá de la respuesta de la Casa Blanca, las inundaciones han puesto en cuestión sus recortes, una de las insignias de la agenda doméstica de Trump. En el momento de la catástrofe, estaban vacantes algunos puestos clave del Servicio Meteorológico Nacional (NWS), lo que podría haber dificultado la coordinación con los responsables locales de emergencias para el envío de avisos de inundación repentina.
Por ejemplo, la oficina del NWS en San Angelo, responsable de algunas de las zonas más afectadas, carecía de un hidrólogo sénior, un pronosticador y un meteorólogo jefe, según denunció Tom Fahy, director legislativo de la Organización de Empleados del servicio meteorológico. La oficina de San Antonio, la ciudad más cercana al condado de Kerr, carecía de un meteorólogo de coordinación de alertas y de un responsable científico. Aunque algunas de estas vacantes son anteriores a la Administración Trump, en ambas oficinas la tasa de posiciones no ocupadas es aproximadamente el doble de la que existía cuando el presidente regresó al poder.
Preguntado por si investigará el impacto de estos recortes en la tragedia, Trump respondió esta semana que no hace falta, porque no tuvieron nada que ver. En cuanto a si cree que los meteorólogos despedidos deben ser contratados de nuevo, también negó la mayor: “Creo que no. Esto ocurrió en cuestión de segundos. Nadie lo esperaba. Nadie lo vio venir. Había gente muy capacitada allí y no lo vieron”, afirmó, “es algo que ocurre cada 200 años”.
El escrutinio sobre lo sucedido también afecta directamente al gobernador de Texas, el republicano Abbott. Meses antes de la inundación, funcionarios del condado de Kerr concluyeron en un informe dirigido a la FEMA que era “probable” que la región experimentase “una inundación en el próximo año”. Para evitar la pérdida de vidas humanas, señalaron como una posible solución la instalación de un sistema de alertas que pudiera avisar a los residentes del aumento del nivel del agua y estimaron su coste en menos de un millón de dólares. Pero, al igual que había ocurrido en otras dos ocasiones en los años previos, la solicitud fue rechazada por el Estado de Texas, que actúa como intermediario entre administraciones.
Es posible que ninguna de estas medidas hubiera podido evitar el devastador impacto de la inundación repentina, pero su ausencia, así como la negativa de la Casa Blanca a abrir una investigación, ha alimentado las dudas de los demócratas. Además, el desastre natural subraya la importancia de los equipos de prevención y gestión de emergencias. Numerosos estudios demuestran que el calentamiento global, que Trump considera una “estafa”, hará en los próximos años más frecuentes los episodios de lluvias extremas, pues el aire cálido retiene más humedad y aumenta el riesgo de lluvias torrenciales.
Un reciente estudio de la Universidad de Texas A&M asegura que los episodios de lluvia muy intensa han aumentado en las últimas décadas en el estado sureño y proyecta que en el 2036 serán entre un 30% y un 50% más frecuentes que entre 1950 y 1999. El estudio destaca la importancia de invertir en prevención y resiliencia climática, pues el coste de la reconstrucción posterior, además de la pérdida de vidas, es mucho mayor.