Un acuerdo calificado de “histórico” entre los independentistas canacos y los unionistas, que prevé un estatus de soberanía compartida, ha sido anunciado este sábado para resolver el conflicto de Nueva Caledonia, el archipiélago francés en el Pacífico sur. El compromiso, plasmado en un documento de 13 páginas al que ha tenido acceso La Vanguardia, se ha producido después de diez días de negociaciones en un hotel cerca de París. El desenlace supone un éxito para el ministro de Ultramar, Manuel Valls, que llevaba meses volcado en este asunto, con varios viajes a las remotas islas a 18.000 kilómetros de la metrópoli.
Los puntos más relevantes del pacto son el reconocimiento de Nueva Caledonia como Estado, con su propia nacionalidad -que se compartira con la francesa ( y por tanto europea), capaz de decidir sus relaciones internacionales, aunque en coordinación con París y sin menoscabo de los intereses franceses. Francia se reserva asuntos clave como la defensa, la seguridad, la justicia y la moneda, si bien se compromete a tener en cuenta en todo momento la opinión de las autoridades neocaledonianas.

Las firmas en el acuerdo sobre Nueva Caledonia
El acuerdo necesitará una revisión de la Constitución francesa, en principio prevista ya para este otoño, y un refrendo popular en Nueva Caledonia en febrero del 2026. En marzo y junio del mismo año se deben celebrar elecciones municipales y provinciales, por este orden.
Francia se reserva las competencias de defensa, seguridad, justicia y moneda, en coordinación con las autoridades de las islas
En el texto firmado se habla de una “refundación económica y financiera” que deberá ser consensuada entre Francia y el Gobierno de Nueva Caledonia, así como un plan estratégico para el sector del níquel, el principal recurso de las islas, que atraviesa una profunda crisis por la competencia de otros países y la caída del precio.
El acuerdo entre independentistas y unionistas era un imperativo después de los graves disturbios del año pasado, el colapso económico y el peligro de éxodo masivo de la población de origen europeo. Los partidarios de permanecer en Francia querían evitar otro referéndum de independencia después de los tres celebrados en los últimos años, en los que siempre ganó la alternativa de seguir en Francia. Valls saludó “la opción de coraje y responsabilidad” que han tomado todas las partes. Fue, sin embargo, prudente y avisó que lo más difícil está por llegar. “Las formaciones unionistas e independentistas asumen riesgos y falta convencer sobre el terreno”, dijo a Le Monde.
Nueva Caledonia, situada a dos horas de vuelo de Australia, tiene una superficie de 18.500 kilómetros cuadrados y unos 270.000 habitantes. Francia incorporó las islas a su imperio en 1853, en la época de Napoleón III. Durante la II Guerra Mundial, Estados Unidos instaló allí una base que le sirvió para sus operaciones en el Pacífico contra Japón. En la lista de territorios de la ONU a descolonizar, Nueva Caledonia vivió una situación de casi guerra civil en los años ochenta del siglo pasado, hasta que se llegó a un acuerdo que preveía la autodeterminación a largo plazo, pero la convivencia siguió siendo difícil debido a los desequilibrios sociales entre la comunidad autóctona y la originaria de Francia.
No son ajenas al conflicto las apetencias chinas y de otros países en la región. Los unionistas siempre advierten del riesgo de una independencia que conducta en realidad a otro sometimiento neocolonial. Ha sido muy activo en el apoyo a los independentistas canacos -los habitantes autóctonos de las islas- el Gobierno de Azerbaiyán, furioso por el apoyo francés a Armenia en el conflicto de Nagorno Karabaj.