
El verano es para descansar. Y el Banco Central Europeo (BCE) ha entrado en modo pausa vacacional. Después de un ciclo de ocho recortes que duraron casi un año la institución que preside Christine Lagarde ha optado por dejar los tipos de intereses en el 2%. La decisión estaba descontada por los analistas.
“Las presiones inflacionistas internas han continuado relajándose y los salarios están creciendo más lentamente. Gracias en parte a las anteriores bajadas de los tipos de interés decididas por el Consejo de Gobierno, la economía, en conjunto, ha demostrado hasta ahora capacidad de resistencia en un entorno internacional difícil. Al mismo tiempo, el entorno continúa siendo excepcionalmente incierto, debido especialmente a las disputas comerciales”, se lee en el comunicado oficial.
Son varios los argumentos detrás de esta postura prudente del BCE. No es de extrañar que en Frankfurt, aunque repiten hasta la saciedad que valoran de reunión en reunión y que son dependientes de los datos, echen un ojo a la coyuntura internacional, dónde la amenaza de una guerra arancelaria constituye uno de las mayores amenazas sobre la economía global.
“Dado que las preocupaciones inmediatas giran en torno a las amenazas arancelarias del presidente Trump y su posible impacto en la economía europea, el coste del crédito no es precisamente la máxima prioridad en estos momentos”, comentan desde la fintech Ebury.
Hoy la política monetaria es neutral y el BCE no quiere añadir más estímulos a la espera de ver como quedan los aranceles
En este sentido, el BCE prefiere quedarse con algo de margen para intervenir a posteriori en septiembre, especialmente si estallara un conflicto comercial entre la UE y EE.UU. Todo parece indicar que el acuerdo está cerca, pero hay dos fechas que siguen marcadas en el calendario: el 1 de agosto (posible entrada en vigor de las tarifas del 30% sobre las exportaciones europeas) y 7 de agosto (puesta en marcha del paquete de Bruselas represalia sobre la importación de bienes estadounidenses por un valor de más de 90.000 millones).
Christine Lagarde, con la pausa de hoy jueves, se guarda en la recámara algo de pólvora para disparar si las cosas se torcieran y la zona euro se viera abocada a una recesión o crisis económica.
Después de siete bajadas consecutivas y ocho en total desde junio pasado, el BCE ha reducido su tipo de depósito, que ahora se sitúa en un 2%, frente a un pico del 4% alcanzado en plena ola inflacionaria. Hay que considerar que la inflación en la zona euro se estableció exactamente en un 2% en junio, de manera que estamos ante una política monetaria neutral en estos momentos y tal vez no sea el momento de añadir más estímulos.
Un motivo para seguir bajando tipos sería frenar el ascenso del euro respecto al dólar: se verá en septiembre
Otro motivo para seguir bajando el precio del dinero sería el tipo de cambio. La moneda común se apreció considerablemente entre abril, cuando Donald Trump inició la guerra comercial, y finales de junio, pasando de 1,08 a 1,18 dólares por euro.
Para las exportaciones, un euro fuerte hace que los productos europeos sean más caros en el extranjero, por lo tanto, menos competitivos en la venta. Recortar tipos podría reequilibrar la tasa de cambio y dar oxígeno a los exportadores europeos, ya golpeados por los aranceles. Pero se verá en septiembre.
(Habrá ampliaciones)