Cuando Zelenski entró en el despacho oval el 28 de febrero, Trump aún no había incrustado molduras doradas. Cuando entró Merz, el 5 de junio, ya salpicaban el espacio, pero no todo. Ahora, el oro ya marca el corazón de la Casa Blanca

Novísimas molduras sobre mármol antiguo en el despacho oval
La decoración que seleccionamos es una extensión de nuestro cerebro.
Desde que en 1909 se construyó en el ala oeste de la Casa Blanca, cada presidente tiene derecho a ornamentar a su placer el despacho oval, la silla de montar desde la que se cabalga Estados Unidos.
Gerald Ford, por ejemplo, decidió colocar yedra sueca en la repisa de la chimenea. Un punto de frescor que sobrevivió a diez presidentes, incluido el primer Donald Trump. Pero no al segundo. Fue lo primero que su cerebro eliminó en enero: sustituyó ese aire a La casa de la pradera por un aire a palacio de Versailles, desempolvó doradísimas urnas del trastero de la Casa Blanca y las puso en la repisa.
Cuando Zelenski entró en el despacho oval, el 28 de febrero, Trump ya había retirado la yedra sueca y forrado de retratos antiguos con marcos dorados una pared que antes respiraba, transformando el despacho oval en una espesa sala de tortura pública para los líderes extranjeros que pasan por Washington. Pero su cerebro aún no había supurado toda la púrpura.
Cuando el alemán Merz entró en el despacho oval, el 5 de junio, aparecieron fijadas en la pared y en la chimenea llamativas molduras que chocan con la nítida arquitectura de la Casa Blanca, bauhaus de 1790. Y cuando el filipino Marcos entró hace once días (en la imagen grande), el rococó ya salpicaba todo el espacio, que no llega a los 50 m². Una lluvia dorada para la inquietante casita de juegos presidencial.

Destacados en dorado, los ornamentos, mayoritariamente de fabricación actual, con los que Trump ha salpicado el despacho oval
Todas las molduras púrpuras recién incrustadas en la pared, en los laterales de las puertas y en la chimenea de mármol, o las cenefas que dan la vuelta por arriba y por abajo son de fabricación actual. Rosetones, roleos, follajes, guirnaldas, todo dorado y nuevo. La prensa estadounidense detectó de inmediato que en Alibaba se venden molduras chinas de poliuretano casi idénticas. Como ha escrito el blog de mansiones horteras McMansion, el despacho oval parece ahora “un concesionario regional de automóviles rococó”.
Entre óleos presidenciales ha colocado dos espejos igualmente púrpuras. No queda claro si es para mirarte y pensar yo también puedo ser presidente o imaginar que de mis orejas también puede manar oro.

Destacados en dorado, los ornamentos, mayoritariamente de fabricación actual, con los que Trump ha salpicado el despacho oval
Además de incrustar nuevos apliques, Trump ha dorado las estrellas que rodean el águila del techo o las cintas, cenefas y dentellones de las puertas, antes blancos, y ha colocado en el frontón la figura pseudoantigua de un ángel púrpura. Todo para dar, según el presidente, “un poco de vida”.
Las molduras se han ido incrustando poco a poco, y da la sensación de que no es el resultado de un proyecto global. Viendo las fotos de las visitas desde febrero, da la sensación de que Trump, al ver vacíos, ha ido ordenando pongan otra moldura dorada ahí como quien pide una loncha más de cheddar a la hamburguesa.
Antes, para dar autoridad, los presidentes no necesitaban salpicar de oro el corazón de la Casa Blanca. Con yedra sueca y misiles nucleares bastaba. Ahora se vuelve a un cierto origen, porque hay algo muy estadounidense en la obsesión por el oro. Ahí está el ansia colectiva por encontrar pepitas en los ríos, y las guirnaldas bordadas en la empuñadura de los revólveres del Far West… Make America Rococo Again.

La nitidez y la yedra sueca ya son historia: Biden y Obama en el despacho oval en el 2013
Preguntada por esta lluvia dorada, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, se ha limitado a contestar que “es el Despacho Dorado para la Edad de Oro” que han prometido al país.
Además de pegar ornamentos nuevos sobre el mármol blanco, Trump ha dorado las molduras de la histórica chimenea. Intento por mail que The White House Historical Association me diga si el derecho a personalizar el despacho incluye desvirtuar el histórico mármol, y aún estoy esperando una respuesta.
¿Y quién es el director artístico de este pastel? La Casa Blanca no ha querido desvelarlo, pero se sabe que es el ebanista John Icart y su hermano Kenneth, que es más manitas. Ya trufaron de oro estancias de Mar-a-Lago, la nave nodriza del trumpismo, y dorarán fijo el megacomedor estilo Sissi emperatriz de doscientos millones de dólares que (lo anunciaron el jueves) se construirá en la Casa Blanca.
El rococó es para Trump una estructura de Estado, por esto, con el fin de estudiar el despacho a dorar, se llevó a Icart en el mismísimo Air Force One.
La psicodelia es aquí infinita: este ebanista proviene de una ciudad cerca de Mar-a-Lago llamada Jupiter.