El hijo trumpista de Sarkozy tiene sed de política

Louis Sarkozy, de 28 años, tiene el gen de la política y ha heredado de su padre una considerable habilidad dialéctica. El hijo del expresidente francés y de Cecilia Attias –bisnieta del compositor español Isaac Albéniz– se crio en Estados Unidos con su madre y su padrastro, el empresario Richard Attias, y cursó estudios allí en una escuela de elite de corte militar. Pero hace un año se instaló de manera permanente en Francia y emite signos inequívocos de querer lanzarse a la arena política.

El apellido significa sin duda una ventaja, un anzuelo mediático. El joven e impetuoso Sarkozy lo ha explotado para vender su libro, dedicado a Napoleón –del que es ferviente admirador– y la literatura, y abrirse un hueco entre los comentaristas de la cadena LCI y del semanario (de derecha radical) Valeurs Actuelles .

El famoso vástago se crio en EE.UU. con su madre, ha escrito un libro sobre Napoleón y es analista televisivo

Durante la última campaña electoral estadounidense y después de la toma de posesión de Donald Trump, Sarkozy ganó notoriedad por su firme defensa global del líder norteamericano y de sus ideas, aunque sin comulgar con todo. Lo que más le fascina es la capacidad de Trump de atraer la adhesión popular y de desafiar a las elites tradicionales y los medios de referencia. El pensamiento político de esta joven figura emergente aún no parece muy definido, aunque se aproxima bastante al de la derecha sin concesiones.

Las especulaciones se han disparado desde que Louis Sarkozy y su esposa decidieron empadronarse en Menton –ciudad costera de algo más de 30.000 habitantes, en la frontera con Italia– para poder votar en las municipales de marzo del 2026, aunque vivan a caballo con París. Él sostiene que todavía no es candidato a nada, si bien deja la puerta abierta a presentarse. Mientras se deja ver paseando por la localidad –recientemente con su madre–, asiste a actos y teje contactos con los líderes de Los Republicanos (LR, derecha neogaullista) de la región para sondear cuál sería su reacción si decide dar el paso.

La política municipal siempre ha sido un eficaz trampolín de poder en Francia. Hay multitud de casos, empezando por su padre, que de muy joven fue alcalde de Neuilly-sur-Seine, un rico suburbio de París. Los ex primeros ministros Manuel Valls, Édouard Philippe y Jean Castex fueron alcaldes, respectivamente, de Évry, Le Havre y Prada de Conflent. El actual jefe de Gobierno no ha querido renunciar a la alcaldía de Pau. Incluso una ciudad pequeña puede ser muy útil para propulsar una carrera.

A Louis Sarkozy, que luce cuerpo de gimnasio y tatuajes en los brazos, no parece disuadirle el hecho de que su padre tenga muchos problemas con la justicia, que fuera condenado por corrupción y tráfico de influencias y que se arriesgue a otra grave condena en septiembre por presuntamente recibir dinero del dictador libio Gadafi para su campaña presidencial. En una entrevista a una revista del corazón muy leída, Point de Vu e, reconoció que “la vida de puro comentarista no me interesa” y confirmó su vocación política.

Sobre su progenitor, Louis Sarkozy dijo que “es omnipresente”, lo ve varias veces por semana y le pide con frecuencia consejo. Considera que es un privilegio ese diálogo. “Es un pozo de sabiduría, de conocimiento, de cultura –agregó–. No aprovecharse de eso sería como no leer a Albert Camus o Marcel Proust”.

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