
Pedro Sánchez y Salvador Illa han forjado una alianza de hierro, política y personal, en la adversidad. Una entente blindada en las más duras crisis que ninguno pensó nunca que tendría que gestionar… y sin sucumbir en el intento.
La idéntica pulsera roja que ambos lucen en su muñeca derecha –cuyo origen no desvelan, escudándose en su privacidad– es el mejor símbolo de esta estrecha conexión que les lleva a compartir vacaciones en Lanzarote y salidas a correr cuando coinciden sus agendas. A las duras y las maduras, Illa es hoy, junto a José Luis Rodríguez Zapatero, uno de los principales apoyos, político pero también anímico, del presidente del Gobierno.
Hasta el punto de que algunos le ven incluso como su sucesor natural –pese a liderar otro partido, el PSC, hermano pero jurídicamente independiente del PSOE– en caso de una hipotética “operación relevo” de Sánchez.
Illa suspendió su agenda institucional el 20 de junio, el mismo día en que la Guardia Civil acudió a Ferraz a clonar el ordenador del caído Santos Cerdán, para reunirse en la Moncloa con un Sánchez aún noqueado por el escándalo de corrupción que llevó a su secretario de organización a prisión.

Pedro Sánchez y Salvador Illa durante la última conferencia de presidentes celebrada en junio en Barcelona
La cita se prolongó más de tres horas. Y una de las decisiones compartidas fue situar a la catalana Montse Mínguez, que ya era secretaria general del grupo socialista en el Congreso de los Diputados, como nueva portavoz de la recompuesta ejecutiva de Ferraz.
En el comité federal del PSOE que Sánchez convocó a continuación el 5 de julio, para plasmar el apoyo interno en sus propias filas ante el mazazo anímico y político recibido por el caso Cerdán, Illa fue de nuevo uno de los dirigentes socialistas que con más contundencia le defendieron. Y reclamó un férreo cierre de filas frente a la feroz ofensiva del PP para tratar, aunque de nuevo sin éxito, de derribarle. “Quien ataca al secretario general ataca a todo el partido”, advirtió.
“Quien ataca al secretario general ataca a todo el partido”, alertó Illa en el comité federal
En otro comité federal aún más convulso, el del 27 de abril del 2024, Illa también arrimó el hombro con fuerza. Sánchez se había recluido en la Moncloa tres días antes, para decidir si le merecía la pena seguir en el cargo ante la ofensiva que atribuía a la derecha después de que incluso se abriera una investigación judicial contra su propia mujer, Begoña Gómez.
“Nuestro secretario general, nuestro compañero, nuestro amigo Pedro Sánchez, escribió un Manual de resistencia , y bien que lo ha aplicado, y bien que ha resistido individualmente. ¡Pero ahora vamos a levantar una resistencia colectiva!”, arengó el líder del PSC, en aquella grave ocasión, al PSOE.
Sánchez, finalmente, decidió que sí merecía la pena y no dimitió. Poco después, en las elecciones catalanas del 12 de mayo del 2024, se llevó una de las grandes alegrías de su trayectoria política: no solo el PSC ganó las elecciones, sino que además el independentismo perdió su mayoría en el Parlament.
Illa fue investido presidente de la Generalitat el siguiente mes de agosto. Y Sánchez no solo vio así ganada su apuesta personal, al impulsar la “operación Illa” tres años antes –al lanzarle como candidato electoral–, sino también su estrategia política de desinflamación del conflicto político en Catalunya, tras asumir iniciativas como los indultos y la amnistía para los líderes del procés , que le costaron sangre, sudor y lágrimas al PSOE.
Algunos incluso apuntan al presidente catalán ante una hipotética “operación relevo” de Sánchez
El secretario de organización de Miquel Iceta en el PSC fue fichado por Sánchez como ministro de Sanidad en enero del 2020. Pero más allá de sus responsabilidades en esta cartera, el encargo político de Illa fue encarrilar la agenda catalana del Gobierno para reconducir los convulsos años de procés .
Aunque apenas tuvo tiempo de afrontar esta encomienda, porque de inmediato estalló la crisis sanitaria de la pandemia del coronavirus. En marzo del 2020 se decretó el primer estado de alarma, que confinó a toda España. Sánchez e Illa –junto al epidemiólogo Fernando Simón– tomaron el timón de la gestión de aquella enorme emergencia sobrevenida. Una crisis que pudo llevarse por delante al Gobierno, pero que acabó por inmunizar a Sánchez e Illa frente a la adversidad. Y selló su alianza de hierro.