Una base para tipos duros

Dentro de este recinto se preparan para la guerra y la muerte, “para el peor de los días”, y, a su vez, fluye la vida salvaje.

Al lado del trajín de soldados, algunos con la cara pintada como en las películas, de armamento y del despegue y aterrizaje de bombarderos, también hay (escondidos) osos de varios pelajes, alces o renos, por citar algunos de los residentes.

“Es como estar en un capítulo del National Geographic , pero esos animales no necesitan ningún tipo de autorización de seguridad para moverse”, bromea Donald Weckhorts, piloto y ex oficial del Ejército estadounidenses que ahora, retirado, se desempeña como director ejecutivo de la base conjunta Elmendorf-Richardson, ubicada a las afueras de Anchorage, la principal ciudad de Alaska.

En esta base, en la que los visitantes han de pasar un estricto control para acceder, tienen previsto reunirse este viernes los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Rusia, Vladímir Putin, en su primer viaje a EE.UU. desde el 2013, un trayecto evocativo para él de la vieja gloria imperial rusa, cuando su país poseía esta tierra.

Aquí se entrecruzan ocupantes de siempre como los osos (“si te encuentras con alguno, lo mejor es hacer ruido”, aconseja Weckhorst), y sofisticados sistemas tecnológicos militares, radares que ven en el más allá y espacio para probar drones.

En una visita la semana pasada de este corresponsal a la base –que los uniformados llaman popularmente base Jber–, Weckhorts explicaba que decidió que este era el lugar donde quería residir en el tramo final de su carrera militar, uno de los sitios en los que cumplió destino, a pesar de una época de noches eternas y otra de días interminables.

Este emplazamiento es el gran hub de las operaciones militares en las regiones del Ártico y del Pacífico

“Si te fijas en ese punto en las montañas, eso son los antiguos silos de los misiles”, señala mirando hacia las montañas, las mismas en que la soldadesca esquía en cuanto cae la nieve, ausente en verano. El apunte se produce en la visita a las obras de prolongación de casi un kilómetro de la pista del aeropuerto. Al margen de cuestiones de mantenimiento por el efecto del hielo, la ampliación se debe al creciente incremento de vuelos.

Este emplazamiento es el gran hub de las operaciones militares en las regiones del Ártico y del Pacífico. “En Alaska estamos más cerca que en Hawai de la mayor parte de Asia, y de partes de Europa. Esta es una de las localizaciones más estratégicas del mundo”, sostiene el coronel Philip Lancaster, comandante adjunto de la 11º Fuerza Aérea, “los ángeles del ártico”, como les llaman.

Además de esta unidad, una de las más apreciadas, en Jber se encuentran los cuarteles del ejército, de la Guardia Nacionales o, entre otros, el comando de defensa aeroespacial de América del Norte (NORAD).

Esto es como todo en Alaska, a lo grande. Téngase en cuenta que es el mayor estado de EE.UU. y el segundo menos poblado. La base tiene más de 32.000 hectáreas, de las que 21.000 se dedican a entrenamiento.

El interior, donde hay calles con indicativos como “plaza de los Cazas” y avisos del estilo “fin de la ruta de explosivos”, se compone de amplias avenidas y grandes espacios dispuestos para ejercicios de la tropa, áreas verdes y edificios, tanto de uso oficial como residenciales.

Cuenta Weckhorst que si la base tuviera condición de ciudad, seria la tercera de Alaska, solo por detrás de Anchorage, en cuanto a población, con unas 41.000 personas entre soldados y civiles vinculados al recinto. Se calcula que las instalaciones tuvieron en el 2024 un impacto económico en la metrópoli de 4.260 millones de dólares.

Aún quedan barracones y hangares de principios de la década de 1940, cuando se construyó la base de Elmendorf para la Fuerza Aérea. A su lado el ejército de Tierra disponía del fuerte Richardson. En el 2010 se creó la organización conjunta.

“Prepararse para el peor día”, como subraya el general de brigada Joseph E. Hilbert, al mando de la base como comandante general, significa un entrenamiento infernal en el hielo. “Buscamos las condiciones más duras y ponemos a los soldados en un entorno de batalla”, dijo.

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