
A muchos lectores de The Economist les sorprendió cómo la revista se posicionaba contra el presidente del Gobierno español. No es extraño que se posicione a favor o en contra de un gobierno. Pero hasta ahora lo había hecho sobre aspectos económicos y políticos analizados con detalle. Contra Pedro Sánchez, en cambio, lo ha hecho desde la opinión de su analista en Madrid, conocido ya por sus posicionamientos de parte, que también se hicieran evidentes en el procés de Catalunya, parciales, incompletos y sesgados; prejuicios amalgamados en la envoltura de la democracia y de la necesidad de que el pueblo español vote, el mismo argumento que negó en el referéndum catalán.
Hace tiempo que economistas liberales señalan que The Economist a menudo confunde el cebo liberal con las conveniencias de los neocons . De manera similar me he aturdido con la lectura de Anne Applebaum. Por lo que dice, se trata de una profesora asociada a la London School of Economics. Y por lo que no dice, parece ser pareja de un ministro conservador polaco. En cualquier caso, se le supone ser una rigurosa periodista de uno de los diarios más influyentes del mundo ( The Washington Post ). En su libro Autocracia S.A . ( Debate 2024), pronuncia un discurso contundente contra los antidemócratas que quieren gobernar el mundo anteponiendo sus intereses a los de los pueblos que dominan. Chávez, Maduro, Putin, Lukashenko, Orbán…; sorprendentemente, sin Trump ni Netanyahu, dos autócratas en regímenes democráticos. El texto muestra un conocimiento admirable de países, momentos del tiempo, personajes de todo tipo y condición… hasta que el lector llega a las dos páginas sobre el procés de Catalunya, para asegurar que toda la violencia que se mostró era mentira, fake , inventada por los independentistas y Putin para debilitar la democracia española.
Redes
¿Y si la misma IA no fuera más que una nueva rama para desorientarnos y llevarnos donde los de siempre quieren?
Está claro que todos los que vivimos aquella realidad en directo en este punto del libro nos quedamos pasmados: ¿y si todo lo que ha dicho de cubanos, ugandeses, venezolanos y muchos otros fuera igual de falso que lo que dice de Catalunya? ¿Y si la misma periodista, sabiéndolo o no, no fuera más que un engranaje de la internacional conservadora del statu quo instalado en el privilegio? Ciertamente algunos señalan que todo está podrido, y que para estar informados hay que salir de los jardines para entrar en el bosque de las redes sociales. ¿Pero y si la misma inteligencia artificial no fuera ahora más que una nueva rama para desorientarnos y llevarnos donde los mismos de siempre quieren?
He leído que los griegos votaban sobre la base de la opinión de los expertos a quien los tenía que dirigir. Pero que retiraban aleatoriamente la mitad de los votos, ya que pensaban que el azar era más justo. También en otras épocas, nuestros ancestros catalanes insaculaban los nombramientos de quienes tenían que liderar la comunidad. Ante la falta de fiabilidad de todo, ¿quizá tendremos que volver a los orígenes?