La publicación del borrador de los presupuestos europeos para el periodo 2028-2034 ha generado una gran polémica en todos los países comunitarios. De acuerdo a esta propuesta, la Política Agrícola Comunitaria (PAC) sufriría dos grandes cambios. Por una parte, reduciría su presupuesto en un 22%, lo que supone 80.000€ menos para el agrio europeo y, por otra parte, la gestión dependerá de planes nacionales o regionales y no de decisiones comunitarias como ha ocurrido hasta este momento. Este planteamiento presenta algunos problemas que pueden afectar a la débil estabilidad interna de la UE por varios motivos.
En primer lugar, la PAC ha sido uno de los pilares de la UE desde la década de los sesenta. Se trata de una de las política más comunitarizada de todo el entramado legislativo europeo, que ha permitido asentar población en el mundo rural, lograr un equilibrio en los precios para satisfacer a los productores sin perjudicar a los consumidores y garantizar la seguridad alimentaria de toda la sociedad europea. Un claro ejemplo de la relevancia de la PAC se comprobó durante la pandemia. Mientras la UE no era capaz de producir mascarillas, debido a la deslocalización industrial de los noventa, la ciudadanía tuvo a su disposición todo tipo de alimentos a su disposición en los supermercados. Reducir los presupuestos dedicados a la agricultura supondría incrementar las dependencias de acuerdos comerciales con terceros países en un contexto de inestabilidad política, crisis internacional, cambio climático y lucha mundial por el control de los recursos, lo que se puede traducir en aumento de los precios y una mayor dificultad para importar determinados productos.

Varias decenas de agricultores se manifiestan con tractores ante el Ministerio de Agricultura en febrero del 2024
Además, el intento de ceder la gestión de los presupuestos de la PAC a los Estados supone una descomunitarización de una de las políticas públicas más relevantes de la UE. Y todo ello en un momento en el que, tal y como muestra el informe Letta y el informe Draghi, lo que se necesita es profundizar en la integración europea.
La PAC ha sido uno de los pilares de la UE desde la década de los sesenta
En segundo lugar, la reducción presupuestaria supone un nuevo capítulo de subestimación del poder del mundo agrario y una nuevo menosprecio a la historia de las sociedades agrarias. A pesar de que no representan una mayoría en las sociedades occidentales, ni de que su aportación al PIB es muy relevante, el mundo agrario tiene capacidad suficiente como para desestabilizar a un país o una entidad supranacional. No se puede olvidar que en la primera mitad del siglo XX, el mundo campesino fue un actor esencial en Rusia, China o México, entre otros países, para impulsar cambios políticos, sociales y económicos. En la historia de la integración europea, una parte relevante de las crisis que se han vivido han estado relacionadas con las diversas crisis de la PAC, como la crisis de los excedentes agrícolas que provocaron “montañas de mantequilla” o la primera crisis presupuestaria de la PAC en la década de los ochenta. Más recientemente, en febrero de 2024, el agro europeo mostró la capacidad que tiene para bloquear a sus países, no solo a través de sus recursos de protestas, como son las tractoradas, sino también por el corte de suministros. En la actualidad, estas crisis tienen un riesgo todavía mayor, pues parte del descontento del mundo agrícola lo está capitalizando la extrema derecha en todos los países europeos a través de un discurso antieuropeísta y en contra de las políticas verdes. Mientras, las fuerzas tradicionales (políticas y sindicales) están siendo incapaces de generar una narrativa que les permita acercarse a los agricultores y las agricultoras, mostrarles la utilidad de la PAC y de la UE. Y este es un problema al que se le debería prestar más atención.
En tercer lugar, de acuerdo al borrador de los presupuestos, mientras se reduce el gasto en la PAC, se incrementa la inversión en defensa. El contexto internacional actual obliga a las instituciones europeas a debatir y profundizar en su política de seguridad y defensa, no tanto para tener más armamento, sino para disponer políticas comunes y para tener industria europea de este sector y así evitar la dependencia del mercado norteamericano. Sin embargo, el intento de fortalecer una debilidad externa no puede hacerse generando una vulnerabilidad interna. El incremento de poder disuasión europea o la mayor presencia militar dentro de los países socios quizás no puedan contrarrestar el malestar de una sociedad que cada vez observa desde más lejos las políticas bruselienses. Y quizás, el intento de tener más poder militar internacional acaba activando una bomba de relojería interna. Parafraseando a la tira cómica Pogo en 1971, quizás “hemos encontrado al enemigo, y somos nosotros”.
En un contexto de cuestionamiento interno hacia las propias instituciones europeas y ante el auge de la extrema derecha, desmontar elementos clave de la arquitectura original de la UE quizás no sea la solución. La respuesta institucional debería centrarse en atender las nuevas prioridades —como la seguridad, la inversión y el desarrollo industrial— sin descuidar el fortalecimiento de los pilares fundamentales de la Unión y de sus políticas públicas, incluida la política agrícola. De lo contrario, en una posible futura pandemia, no solo no tendremos mascarillas, sino que tampoco tendremos algunos alimentos o los tendremos más caros. ¡Ah!, pero tendremos armas.