La guerra con Israel da un respiro a las iraníes

Las dos aprovechan un espejo de pared para comprobar que están bien. Shirin se arregla el pelo para que un par de mechones caigan sobre su rostro, y su amiga Mina se hace un nudo con los faldones de la camisa. La ha dejado abierta, como Shirin, para dejar ver unos tops pegados que apenas les tapan el ombligo. Es algo común en muchas chicas jóvenes en Teherán, especialmente en este verano de guerra en el que las autoridades, ocupadas con su supervivencia, la escasez de agua y los preparativos de una nueva etapa del enfrentamiento con Israel y EE.UU., intentan mantener a la sociedad tranquila, al menos en el vestir.

“Lo parece, pero esto no es una victoria de nuestra generación. Salimos a la calle con miedo, y eso no es haber ganado nada”, dice Shirin. Añade que sus padres la apoyan cuando deja parte de su vientre al descubierto y deja el pañuelo en casa. “Ellos quieren que yo decida qué hacer, saben que la vida de mujeres como nosotras está llena de frustraciones y que cada vez tenemos menos esperanza en el futuro”, cuenta.

La generación Z iraní, centrada en romper las barreras del régimen, afronta ahora la amenaza exterior

Las dos tienen 17 años, entrarán en el último año de secundaria en septiembre, y hace poco regresaron a la ciudad después de haber buscado refugio en el norte de Irán junto con sus familias durante la guerra.  Han aprovechado un jueves, fiesta en Irán, para pasearse por uno de los muchos complejos residenciales privados donde hay pequeños centros comerciales, especialmente dedicados a la restauración. Aquí, las terrazas están llenas de jóvenes de todas las edades en una especie de oasis de “normalidad” en medio de una ciudad que, a pesar de la gran transformación que ha vivido en la última década, no deja de ser agresiva, especialmente para quienes no forman parte del grupo que comulga con el régimen.

Pocas mujeres llevan cubierta la cabeza, y un número aún menor la cadera. Atrás quedaron las gabardinas o camisas por fuera. Hoy, muchas las llevan por dentro del pantalón. Otras visten camisetas de manga corta, algo casi impensable antes de las protestas que surgieron por la muerte de Mahsa Amini en el 2022, la joven kurda que hizo que miles de mujeres jóvenes como Shirin y Mirna salieran a la calle en protesta. “En aquellos días había mucho miedo y muchos jóvenes murieron, pero yo he pasado mucho más miedo con la guerra, porque no sabía qué pasaría con mi familia, con mis amigos – cuenta Mirna–. Yo amo a mi país”. Esta era la primera vez en que la generación Z iraní, que ha enfocado su existencia en desafiar y romper las barreras sociales impuestas por la República Islámica, se enfrentaba a una amenaza que no estuviera relacionada con la represión interna.

Shirin dice que todo lo que pasó la ha dejado muy confundida, e incluso perdida; no cree en las autoridades iraníes ni tampoco en la oposición que vive en el exterior, especialmente el hijo del derrocado sha, que se presenta como alternativa. “Yo al principio pensé que esto podía ser una oportunidad para el cambio, pero dejé de hacerlo cuando vi morir a tanta gente inocente”, dice Shirin, que asegura conocer a mucha gente que apoya al líder en el exilio. “Yo estoy confundida, ya no sé quién nos protege, todo es un caos”.

En uno de los establecimientos del complejo, Linda, de 22 años, sirve cafés en un popular local. Tiene que ponerse un pequeño pañuelo en la cabeza como ordenan las autoridades, que después de cerrar una y otra vez los restaurantes y cafés porque las clientes no iban cubiertas han terminado por ceder y aceptar que solo el personal que atiende tiene que cubrirse.  Dice que se siente muy insegura ante el futuro, como todos sus amigos, entre los cuales hay mujeres de familias tradicionales que se cubren con el chador negro. “Estamos unidas, y ellas también quieren reformas, pero nada vamos a lograr si no hay un líder”, dice. Y añade: “No vemos futuro”.

En otro sector del centro de la ciudad, decenas de jóvenes se reúnen en una calle famosa por sus cafés y restaurantes. Hace dos años, estos establecimientos fueron clausurados porque las mujeres no se cubrían la cabeza, pero hoy han dejado de molestarlos. Baldia y Sina están sentados en un banco, cada uno con una cerveza sin alcohol en la mano. Tienen 21 y 23 años y aseguran que entre sus amigos hay diferentes opiniones sobre el futuro de Irán y cómo debe gobernarse, pero que los une la necesidad de proteger al país. “Yo no quiero que un poder extranjero ni alguien que viva fuera de Irán nos diga qué hacer”, dice Sina, que afirma que lo ideal es que Irán pueda restablecer relaciones con el mundo sin tener que arrodillarse ante nadie.

Al preguntarles cómo ven la unidad nacional que el líder supremo ha llamado a proteger, dicen que les parece necesario. “Necesitamos reformas para que los jóvenes tengamos un futuro con mayores libertad y seguridad económica”, dice Baldia. Desconoce a los líderes opositores reformistas que llaman a un referéndum o a la renuncia del líder, como Mir Hussein Musavi o Mustafa Tajzadeh, parte de una generación que tuvo su momento político cuando ellos apenas eran unos niños. “Yo no sigo a ningún líder, solo quiero que Irán sea fuerte y todos vivamos mejor”, concluye Baldia.

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