
Los ERTE que se desplegaron durante la pandemia de la covid fueron una medida eficaz para preservar el empleo por su rápida implementación, su diseño que favoreció especialmente a las pequeñas empresas en los sectores más afectados y su capacidad para frenar el aumento del paro. Aquel instrumento usado de forma marginal en crisis anteriores dio en esta crisis sus mejores rendimientos. Sin embargo, también aparecen algunos puntos flacos de su aplicación, básicamente que dejó a los jóvenes menos protegidos y que en cambio, donde fue más eficaz fue en la protección de los trabajadores mayores.
Son las conclusiones a las que llega un estudio de Fedea a partir de los microdatos administrativos de la Muestra Continua de Vidas Laborales (MCVL), que destaca como los jóvenes fueron los grandes perjudicados, tanto porque fueron los que sufrieron más pérdidas de empleo como también los que recibieron menores tasas de cobertura. En concreto, los trabajadores entre 16 y 34 años representaron la mitad de los despidos durante el periodo más agudo del shock (de finales de 2019 al segundo trimestre del 2020), a pesar de que suponen solo el 26% de la población asalariada. Se le añade que su tasa de protección por ERTE fue claramente menor cuanto más joven era el trabajador. Se pasa de un 43% entre el grupo más joven (16-19 años) hasta un 75% para los mayores de 35 años.
Los trabajadores de entre 16 y 34 años sumaron la mitad del total de despidos
Doble penalización por tanto para los jóvenes que tampoco se compensó otros mecanismos de cobertura fuera de los ERTE, com las prestaciones, subsidios o pensiones. “Esta evidencia confirma que los jóvenes fueron el colectivo más vulnerable, tanto en términos de destrucción de empleo como de desprotección institucional durante la pandemia”, señala el informe en sus conclusiones.
Es una desprotección que va ligada a las características del mercado laboral español, en el que los jóvenes son les que sufren una tasa más alta de temporalidad; tienen trayectorias laborales más cortas y fragmentadas, y además, se concentran en sectores especialmente afectados por aquella crisis, como la hostelería y el comercio. Un cóctel de razones que los dejaron como los menos protegidos por las medidas contra la pandemia.
Jóvenes castigados porque “suelen quedar relegados en las prioridades de los gobiernos debido a su escaso peso electoral, en un contexto de creciente envejecimiento electoral”, añade el informe como causas de fondo. En este caso en concreto, los ERTE de la covid, quedó reflejado como la protección otorgada era inferior en las franjas de edad más jóvenes.
Disponer de un contrato indefinido fue determinante para poder acogerse a un ERTE, y en este sentido, la reforma laboral marcó “un punto de inflexión” y “podría suponen un paso en la dirección correcta” indica Fedea. Una afirmación que vale la pensa destacar dada la postura crítica que ha mantenido habitualmente este think tank respecto a la medida. Es cierto que lo matiza al añadir que aunque la reforma redujo de forma muy significativa la temporalidad contractual, al disminuir el uso de contratos temporales y multiplciar los indefinidos, con la profusión de los fijos discontinuos, la reforma ha sido eficaz para reducir la temporalidad contractual, pero que “la precariedad persiste”.
Fedea reconoce que la reforma laboral marcó un punto de inflexión y que podría suponer un paso en la dirección correcta
Añade también otro aspecto positivo de la reforma labortal, como es que mejora la cobertura potencial de los trabajadores antes futuras crisis. Se trata de los trabajadores con contrato fijo discontinuo que, como contrato indefinido que es, permitiría a una proporción más amplia de trabajadores benefiarse de los ERTE.
El estudio ha sido realizado por José Ignacio Conde-Ruiz, Jorge Fernández y Daniel Pérez, así como por Manu Gardia, de Federal Reserve Bank of St. Louis;