El alcalde Jaume Collboni lo resumió acertadamente en apenas media docena de palabras: “Cuando Barcelona habla, el mundo escucha”. Lo hace cuando se manifiesta contra la barbarie en Palestina, cuando reclama a Europa soluciones a la crisis de la vivienda, cuando acoge algunos de los principales congresos y ferias internacionales o acontecimientos deportivos y culturales del máximo nivel, cuando innova en las ciencias de la salud… Y el elenco de premiados por La Vanguardia es la expresión de esa sentencia y, en definitiva, de una ciudad –y de una vigorosa área metropolitana– que aspira a ser reconocida como mucho más que una destinación turística de primer orden y que, con el impulso de la sociedad civil y de su rico tejido empresarial y de entidades, va afianzándose día a día como referente internacional en muy diversos ámbitos.
El acto celebrado en el Palau de Congressos de Catalunya fue una nueva demostración de esa fuerza que, demasiado a menudo, los propios barceloneses se resisten a admitir. Sin obviar en absoluto los múltiples problemas que aquejan a casi todas las grandes ciudades, y ante los que sin duda cabe una actitud más enérgica que la observada hasta ahora por parte de las administraciones públicas –las dificultades para acceder a una vivienda digna y asequible, la inseguridad, la adaptación al cambio climático…–, Barcelona atesora un enorme potencial que explica la admiración –a veces la envidia– y la capacidad de atracción con la que es considerada en el resto del mundo.
La ciudad atesora un enorme potencial que explica la admiración y la capacidad de atracción con la que es considerada en el resto del mundo
El jurado de los Premios Vanguardia ha sabido tomar el pulso al latido de una ciudad en la que es difícil aburrirse, que se empodera masivamente del espacio público –y que es capaz de hacerlo con un notable civismo como han demostrado las recientes fiestas de la Mercè– y que se apresta a vivir el próximo año momentos estelares en su permanente ejercicio de proyección internacional.

El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, durante la entrega de los Premios Vanguardia 2025
El 2026 será, por ejemplo, el año de la coronación de la Sagrada Família, galardonada en esta edición con el premio Impulso Ciudadesy que dentro de unos meses, coincidiendo con el centenario de la muerte del universal Antoni Gaudí, se elevará hasta los 172,5 metros de altura y llegará a una meta que las generaciones inmediatamente anteriores a las nuestras creían inalcanzable. También será el año en que la cervecera Damm, dirigida por Demetrio Carceller (premio Empresario del Año) y convertida en uno de los principales mecenas de la cultura y el deporte en Catalunya gracias a su programa de patrocinio, sople las velas de su 150.º aniversario, apenas cinco años antes de que lo haga La Vanguardia.
La Sagrada Família, en el ámbito de la ingeniería arquitectónica, y Damm, en el de la empresa, son dos referentes de esa Barcelona poliédrica que bien hace de huir de la tentación del monocultivo, que busca la mejor manera de rentabilizar el valor añadido que le reporta esa diversidad que la caracteriza y que lo hace tratando de preservar su identidad. Como son también referentes con el sello de la denominación de origen Barcelona el hospital de Sant Joan de Déu (premio Innovación y Ciencia) y Elena Barraquer (premio Trayectoria), dos ejemplos de grandes instituciones y personalidades muy arraigadas a esta ciudad pero con una vocación de servicio a quienes más lo necesitan que trasciende fronteras. O Ricardo Bofill, galardonado con el premio In Memoriam, oportunísima mención para alguien que legó una amplia obra a la Barcelona que, también en el 2026, se convertirá con todo merecimiento en la Capital Mundial de la Arquitectura.