En tiempos de guerra, capitalismo popular

Cicerón ya dejó dicho que “el dinero es el nervio de la guerra”. Podríamos añadir, además, que también es el gran beneficiado. Al calor de ella o del rearme de los estados se han cebado enormes fortunas. Sin ir más lejos, el genocidio palestino en Gaza y Cisjordania ha sido un gran negocio para la industria del armamento de Estados Unidos, la primera del mundo.

En este nuevo episodio de ese viejo fenómeno que nos está tocando vivir, algunas instituciones creen que ese rearme se puede acompasar o complementar con una nueva versión del modelo de capitalismo popular. El anterior fue una creación de la política neoliberal desarrollado durante los años 80 y 90 del siglo pasado para fomentar que las clases medias y las trabajadoras se sintieran partícipes de los logros del capitalismo más liberal invirtiendo en acciones a través de la bolsa y en fondos de pensiones en los países sin sistemas públicos o poco desarrollados de jubilación. Se trataba de contagiar al grueso de la población la lógica económica de los inversores financieros, de hacerles vivir el sueño del enriquecimiento casi mágico que provocan las adictivas subidas de precio de las acciones que compensara el desmantelamiento de servicios públicos.

Una política que despegó con la llegada de Margaret Thatcher al gobierno del Reino Unido y de Ronald Reagan en Estado Unidos. En España, el franquismo realizó una primera aproximación pionera a ese modelo con la colocación a partir de 1967 de la matildes, acciones de Telefónica, aunque, obviamente, el régimen de Franco no reunía las condiciones sociales ni políticas para ir más allá de lo simbólico.

Fue a finales de los ochenta y primeros noventa, con los gobiernos de Felipe González, cuando el capitalismo popular español comenzó a despegar. La apoteosis de las colocaciones en bolsa a particulares a gran escala de acciones de empresas públicas privatizadas llegó con los gobiernos de José María Aznar. El grueso del capital de empresas como Telefónica, Repsol, Endesa y otras pasó a manos privadas, de grandes inversores bancarios y financieros, pero en las colocaciones participaron asimismo las clases medias del país.

May 1982: Born the son of a shoe salesman in small-town Illinois, Ronald Reagan moved from being an actor to governor of California, to the 40th President of the United States. Shown here with Margaret Thatcher. (Photo by Shepard Sherbell/Corbis via Getty Images)

Ronald Reagan y Margaret Thatcher en el año 1982

Shepard Sherbell / Getty

A diferencia de las matildes, que simplemente ofrecían un dividendo previsible, la ola de las privatizaciones ya venía envuelta en el aroma de la especulación. Los compradores pensaban más en la subida de precios de las acciones que en un rendimiento anual previsible y más conservador. Se habían producido en un cuadro de liberación financiera y de tectónicos movimientos de capitales que recorrían el mundo, dinero caliente, extrayendo plusvalías a gran escala y velocidad de vértigo. Y provocaban grandes crisis financieras y bursátiles.

En Alemania, Merz financiará que los padres abran a sus hijos cuentas con acciones

La lista es interminable: el lunes negro de 1987; la crisis asiática de 1997; la crisis rusa y del fondo LTCM de 1998; el estallido de la burbuja puntocom del 2000 al 2002; la gran crisis financiera del 2008; la crisis europea del euro del 2012; o la de la inflación y la guerra de Ucrania del 2022. Un buen resumen de lo sucedido es que el Ibex español ha tardado 17 años y medio en recuperar, en agosto pasado, el nivel de enero del 2008, en los momentos previos a la gran crisis.

En Wall Street, el primer mercado del mundo, las cosas fueron un poco diferentes y sus índices solo tardaron cuatro años en alcanzar los marcadores previos a la gran crisis. En fin, que los inversores, los pequeños, claro está, han vivido un auténtico calvario a costa del valor de sus ahorros, especialmente fuera de Estados Unidos.

Total, que la cosa no acabó demasiado bien. Como consecuencia de tanto crack, esos inversores particulares redujeron en esos años críticos su papel en los mercados financieros y retiraron inversiones, optando por elevar sus depósitos bancarios en efectivo. Ese retraimiento ha sido sostenido, aunque en los últimos años se ha revertido, al calor de las subidas frenéticas de las bolsas, aunque siempre sin alcanzar los niveles de exposición a esos mercados de antes de la crisis del 2008.

Y la Comisión Europea quiere darle un fuerte empujón. La comisaria de Servicios Financieros, Maria Luis Albuquerque, ha impulsado una recomendación a los países miembros para que “creen ventajas fiscales para las cuentas de inversión, con deducciones, aplazamientos y exenciones”, según el Financial Times. A tenor de la comisaria, se trata de que una parte importante de los 10 billones de euros que los europeos tienen ahorrados acuda a los mercados de bolsa y de fondos. En la misma línea, el canciller alemán, Friedrich Merz, ha anunciado un plan para que los padres aporten 10 euros al mes en unas cuentas a nombre de sus hijos para que inviertan en acciones.

No hay duda del contexto en el que se inscriben estos movimientos. Necesidad de más capital para financiar los programas de inversión en modernización y competitividad, como los promovidos por Mario Draghi en su famoso informe, pero también, o sobre todo, en el deseo de implementar un plan de desarrollo de la industria militar. Enorme y muy costoso. El capitalismo popular parece más asumible que los clásicos y ruinosos empréstitos de guerra o Kriegsanleihen de las guerras mundiales.

La comisaria de Asuntos Financieros propone incentivar que los particulares vayan a bolsa

También, todo hay que decirlo, en un clima de cuestionamiento de alguno de los pilares del Estado de bienestar, como el sistema de pensiones o las coberturas de un cada vez más deteriorado sistema de salud pública.

Sin embargo, al margen de las siempre pertinentes cuestiones morales y políticas, promocionar la alegre vuelta a los mercados de valores en momentos de máxima euforia, cuando incluso muchos de quienes operan en ellos, como banqueros de gestión de patrimonios, están advirtiendo acerca del peligro de que se esté viviendo una burbuja, puede ser muy irresponsable. Peor aún, representan una temeraria aportación de combustible adicional a un descalabro que podría estar cerca de precipitarse.

También te puede interesar