
Las defensas antiaéreas rusas interceptaron durante la pasada noche un total de 43 drones ucranianos en distintas zonas del oeste del país, según comunicó el Ministerio de Defensa ruso. De ellos, 15 fueron derribados en la región fronteriza de Bélgorod, otros 15 en Briansk, y dos más sobre Smolensk, mientras que el resto fueron neutralizados en operaciones secundarias en áreas no especificadas.
El mando militar detalló que todos los aparatos eran de ala fija y fueron abatidos antes de alcanzar sus posibles objetivos, evitando daños significativos en infraestructuras civiles y militares. Pese a ello, las autoridades locales informaron de pequeños incendios provocados por restos de los drones derribados, ya controlados por equipos de emergencia.
Este nuevo episodio de ataques ocurre apenas un día después de que Rusia comunicara la destrucción de 42 drones ucranianos en seis regiones distintas, lo que evidencia un incremento de la actividad aérea no tripulada en el conflicto. En paralelo, se mantiene el intercambio de ataques contra instalaciones energéticas clave, con bombardeos rusos que, según Kyiv, han alcanzado prácticamente todo el territorio ucraniano.
Fuentes ucranianas sostienen que estas operaciones forman parte de la respuesta a los importantes cortes de electricidad que han afectado a la población en las últimas semanas. El presidente Volodímir Zelenski ha ordenado reforzar las capacidades para golpear objetivos rusos a larga distancia, incluida la producción de nuevos sistemas y la cooperación con aliados para obtener mayor cobertura tecnológica.
Analistas militares interpretan la intensificación del uso de drones como parte de una estrategia dual: por un lado, saturar las defensas contrarias y forzar su gasto de recursos; por otro, debilitar infraestructuras esenciales, como plantas eléctricas y centros logísticos, sin necesidad de desplegar fuerzas terrestres.
El Ministerio de Defensa ruso insiste en que sus sistemas de defensa, combinando radares avanzados y misiles antiaéreos, continúan garantizando la capacidad de respuesta frente a este tipo de ataques. Sin embargo, la escalada en el uso de vehículos no tripulados confirma que el conflicto se adentra en una fase de mayor intensidad tecnológica, con implicaciones para la seguridad de las regiones fronterizas y para el equilibrio militar entre ambos países.