Por obligación y por devoción

Entre los asistentes a la recepción que los Reyes ofrecen cada 12 de octubre en el Palacio Real con motivo de la fiesta nacional se distinguen, entre el grueso de invitados, algunos grupos curiosos: los que acuden por obligación, y se les nota; los que se pirran por estar allí, y se les nota; los que asisten por devoción al Rey y para celebrar el día y, por último, aunque no los últimos, los invitados que, en representación de sí mismos o de un colectivo, agradecen estar presentes.

Entre los que acuden por obligación están las primeras autoridades en activo, porque algunas de las que lo fueron en su día serían del segundo grupo. El presidente del Gobierno, se llame como se llame, no puede faltar y, sin embargo, este mediodía, a Pedro Sánchez le faltó tiempo para abandonar la recepción incluso antes de que los Reyes, la princesa Leonor y la infanta Sofía acabaran de saludar a los algo más de mil invitados a los que, uno a uno, estrecharon la mano en el Salón del Trono. Una situación inédita, la de la desaparición de Sánchez, toda vez que, año tras año, es el centro de atención y también el del corrillo que se forman a su alrededor para que sus palabras se conviertan en el leitmotiv de la reunión.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abandona la recepción tras saludar a la familia real

Pedro Sánchez no tenía ganas de hablar, ni tampoco de socializar con otros invitados, puesto que aun no habían sonado las dos del mediodía en los históricos relojes del palacio real (alguno de ellos de los tiempos de Carlos IV) cuando en el salón del Trono, donde los representantes de los medios de comunicación pasaban lista de los invitados al verlos saludar a la familia real, empezó a cundir la alarma: “que dicen que Sánchez no puede esperar y si no pasamos pronto se va y no hay corrillo”. Una pena para algunos, un alivio para la mayoría.

El presidente del Gobierno encabezó la fila de saludos, inmediatamente antes de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, y el del Senado, Pedro Rollán, y de la cúpula judicial. Después los ministros, no todos, y demás autoridades que esperan en un salón aparte del que ocupan otros invitados relevantes. Fueron éstos quienes vieron pasar por la galería del Palacio Real, camino de las majestuosa escalinata de salida, al presidente Sánchez seguido de los ministros que habían acudido a la recepción, excepción hecha de Óscar Puente que no iba a perderse la ocasión de hablar le preguntaran o no.

Alberto Núñez Feijóo que forma parte del grupo de asistentes por obligación y, en su caso, también, por devoción, no tuvo competencia en los corrillos tras la espantá de Sánchez, que siempre es la primera opción. El líder de la oposición no tuvo que replicar nada de lo que hubiera dicho el presidente del Gobierno, así que dio su propio discurso: sobre la premio Nobel María Corina Machado; sobre los médicos objetores del aborto; sobre las diferencias entre su esposa, su hermana (no debe tener hermano) y su secretario de organización con la esposa, el hermano y el secretario de organización de Pedro Sánchez ,y así hasta diez minutos sin parar de contestar a lo que se le preguntara. Sin olvidar afear al presidente del Gobierno que hubiera hecho mutis por el foro incluso antes de empezar la obra.

Los Reyes, la princesa Leonor y la infanta Sofía fueron, sobre todo entre los invitados debutantes, los más solicitados. Letizia, con vestido verde de tweed, protegía a sus hijas de los curiosos, aunque tanto Leonor, con uniforme del ejército del Aire, como Sofía, con vestido de gasa, negro con lunares blancos, se desenvuelven con soltura. La infanta se sorprendía de la cantidad de gente que llenaba los salones y la princesa contestaba solícita que ya le falta menos para volar en solitario.

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