La sorprendente calidad de los vinos chinos

En agosto comienza la vendimia en el norte de la región, a la sombra de las montañas Helan. En noviembre se habrán cosechado más de 40.000 hectáreas de viñedos (unas cuatro veces la superficie de París). Los viticultores no disponen de mucho tiempo para disfrutar de la culminación de su trabajo. En cuanto concluye la vendimia, se ponen a cavar: deben enterrar las viñas antes de que las temperaturas bajen a -15° C.

Ningxia, una región del noroeste de China cercana al desierto de Gobi, soporta inviernos rigurosos. Pese a ello, ofrece un terreno fértil para los viticultores. La capital, Yinchuan, se encuentra en la misma latitud que el valle de Napa, famoso centro vitivinícola californiano. Ningxia recibe, como ocurre en algunas zonas de España, 3.000 horas de sol al año, lo que favorece la maduración de la fruta. El suelo rocoso se drena rápidamente y permite que las vides echen raíces profundas.

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El vino se elabora en China al menos desde la dinastía Han (206 a. C.-220 d. C.) y quizás desde mucho antes a juzgar por algunos hallazgos arqueológicos. En la actualidad, el vino constituye un gran sector productivo: en 2024, el país elaboró 118.000 kilolitros de vino, lo que equivale aproximadamente a 160 millones de botellas. En Ningxia, se produce gran parte del vino de alta calidad. Los ingresos de las bodegas de Yinchuan alcanzaron el año pasado los 36.000 millones de yuanes (4.300 millones de euros), un 20% más que en 2023.

No solo la escala es impresionante: el vino chino sabe mejor de lo que suponen muchos occidentales. Los viticultores del país están obteniendo cada vez mayores reconocimientos en los certámenes más importantes del mundo. Este año, han obtenido 181 medallas en los Decanter World Wine Awards (DWWA), una competición denominada a veces “los Óscar del vino”, frente a las tres que obtuvieron en 2007. Dos vinos fueron proclamados «los mejores de la muestra». Los jueces elogiaron de modo poético sobre los «seductores aromas de grosella negra y ciruela silvestre» de un tinto de Ningxia, con su «seductora punzada de fruta y especias».

La producción china alcanza cifras ya muy importantes y algunos de sus vinos logran calificaciones muy elevadas en los certámenes internacionales

No cabe duda de que el número de medallas obtenidas por China en los DWWA ha sido una fracción del obtenido por Francia o Italia, y muy inferior al de Australia o Argentina. Sin embargo, ha superado a otros países del Viejo Mundo, como Austria y Alemania. Berry Bros & Rudd, el comerciante de vinos más antiguo de Gran Bretaña, ha señalado que “China tiene la voluntad y los recursos para convertirse en un agente muy importante”. La “enorme variedad de climas y suelos” del país le permite elaborar todo tipo de caldos, desde vinos de postre almibarados hasta tintos y blancos secos.

Son muchos en China los que se han enamorado de los vinos nacionales. Xi Jinping, que obviamente es parte interesada, sirve vino local en las cenas de Estado. Bruce Li, sumiller de TRB Hutong, un restaurante pequinés con una estrella Michelin, afirma que “si se comparamos vinos chinos con franceses o italianos, creo que algunos vinos chinos son mejores”.

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Una familia en el Parque de El Retiro, a 26 de agosto de 2023, en Madrid (España). El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha revelado los datos de nacimientos producidos en todo el país durante el primer cuatrimestre de 2023. En total, solo han nacido entre enero y abril unas 103.443 personas, lo que supone un 1,75% menos respecto al mismo período del año anterior. Estas cifras, según el INE, convierten al primer cuatrimestre en el peor en ocho años, experimentando la natalidad una evolución a la baja desde 2016, año en el que nacieron 132.045 personas en España. La Comunidad de Madrid y Aragón son las únicas regiones donde la natalidad ha crecido respecto al año anterior.

No todo el mundo estará de acuerdo. Sin embargo, hay dos razones por las que el vino chino se ha vuelto más gustoso. Una es el apoyo del gobierno. Todos los escolares memorizan un poema clásico de la dinastía Tang que comienza así: “El buen vino reluce en copa luminosa”. Mao Zedong consideraba que todo el mundo debía poder disfrutar del vino. En 1956, pidió a Changyu, la bodega más antigua del país, situada en Shandong, que ampliara su producción. (Aunque Mao promovía los placeres del vino peleón, él prefería beber Kweichow Moutai, un tipo de licor.)

Entre las personas involucradas en el sector vinícola en Shandong se encontraba Chen Jianguo, quien en 2002 se convirtió en secretario del partido de Ningxia. El gobierno local anunció ese año el ambicioso objetivo de plantar 70.000 hectáreas de viñedos con el fin de convertir Ningxia en un importante productor mundial. Las autoridades asignaron tierras adecuadas para los viñedos, proporcionaron subvenciones a quienes se mostraron dispuestos a cultivarlos y establecieron programas de formación. También atrajeron la inversión extranjera. LVMH, un gigante francés de los artículos de lujo, decidió participar en la iniciativa y en 2013 creó Chandon China, un productor de vino espumoso en Ningxia, y también Ao Yun, una bodega en Yunnan.

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Xi Jinping (izquierda) acostumbra a ofrecer vino chino en las cenas oficiales. En la imagen con Macron 

Pool / Getty

La otra razón del aumento de la producción china es que sus viticultores han aprendido de los mejores. Ningxia se describe a veces como “el Burdeos de China” y con razón: sus viticultores han tomado como modelo a los homólogos franceses. A finales de la década de 1990, una delegación viajó a Francia para aprender de las prácticas de ese país. Entre otras cosas, aprendieron la importancia de cultivar sólo una docena de racimos de uvas de alta calidad por vid, en lugar de 20 o 30 racimos menos sabrosos. Las compañías de Ningxia cultivan muchas de las variedades que se cultivan en Burdeos, aplican los mismos métodos y se esfuerzan por conseguir un sabor similar envejeciendo el vino en barricas de roble francés.

Los viticultores chinos formados en el extranjero han puesto en práctica la teoría en su país. Entre ellos, se encuentra Emma Gao, que estudió enología en la Universidad de Burdeos. Junto con su padre, Gao Lin, dirige Silver Heights, una bodega boutique creada en Ningxia en 2007.

A pesar del crecimiento de la industria local, a la producción china aún le faltan años para competir con otros países con más tradición

Dos de sus vinos (un Pinot Noir y un Cabernet Sauvignon) han ganado este año premios DWWA. (Su Family Reserve Chardonnay fue servido por los funcionarios chinos a Emmanuel Macron y Angela Merkel.) Este año, el vino más vendido de Silver Heights es un vino anaranjado con fuerte acidez y toques de pomelo. También ha tenido mucho éxito un pétillant naturel floral, o “pét-nat”, elaborado con vino de arroz de Ningxia.

Sin embargo, pese a todas las mejoras que los viticultores chinos han logrado en los últimos años, los vinos chinos no se encuentran entre los más codiciados del mundo. En una cata a ciegas realizada en 2023, la crítica Jancis Robinson señaló que los vinos chinos “destacan por ser menos sutiles” que los elaborados en otras regiones por proceder de unas vides menos maduras.

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Según algunos, el país aún está lejos de alcanzar su potencial. Gao espera “descubrir toda la belleza de nuestros pagos”: además de dominar los vinos de estilo bordelés, quiere averiguar qué otras uvas prosperan en los suelos chinos. Silver Heights se ha expandido más allá de las variedades dominantes de Cabernet Sauvignon, Marselan y Merlot y ha plantado otras 23 clases de uvas, entre ellas Petite Sirah, Dornfelder, Riesling y Tempranillo. Ha recorrido todo el país en busca de nuevos lugares para viñedos: “Puede que nos lleve cientos de años encontrar nuestro nicho y nuestra dirección”.

Otro obstáculo es que la cultura del vino en China no es tan popular ni suscita tantas pasiones como en otros países. La cerveza o el baijiu (un licor) siguen siendo las bebidas preferidas por la mayoría. Las importaciones de vino, incluidas las de los mejores caldos europeos, han disminuido en los últimos años debido a la covid-19, la desaceleración económica y las medidas contra los regalos y el consumo de alcohol entre los funcionarios.

El precio y el hecho de que el vino no sea una de las bebidas favoritas de los chinos son los principales handicaps del sector

Muchos productores de Ningxia quieren aumentar las exportaciones y dirigir sus productos a los amantes del vino de otros lugares. Devo, una empresa de vino espumoso de Yinchuan, espera vender el 50% de sus botellas en el extranjero, frente al 20% del año pasado. Sin embargo, muchos mercados europeos ya están maduros o saturados, y Estados Unidos ha decidido imponer aranceles del 30% a los productos chinos. Además, en muchos países ricos el consumo de vino está disminuyendo porque los jóvenes, preocupados por su salud, están dejando de beber alcohol.

Quizás el mayor problema para los viticultores chinos sea el precio. La importación de equipos especializados de alta tecnología, junto con el hecho de tener que enterrar y desenterrar las vides en regiones como Ningxia, aumenta los costes de producción. Eso significa que muchos vinos finos chinos cuestan lo mismo, si no más, que sus homólogos del Viejo Mundo, pero no tienen el mismo sabor ni prestigio. Los vinos de Silver Heights cuestan hasta 250 dólares; las botellas de Ao Yun superan los 350 dólares. Por un precio similar es posible adquirir un grand cru. A menos que eso cambie, el estupendo vino chino está destinado a ser consumido por unos pocos conocedores, por muy seductores que sean sus matices frutales y especiados.

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Traducción: Juan Gabriel López Guix

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