
Groenlandia es enorme. Es casi tan grande como África. Así aparece en Google Maps, el servicio de mapas digitales más utilizado en el mundo. Bing Maps (Microsoft) comparte esa visión y no hay cambio de perspectiva en la alternativa cartográfica china: Petal Maps (Huawei). Una gigantesca isla helada, allá en lo alto, vigilando el Polo Norte. Así lo aprendimos en los atlas de nuestra infancia.
En los últimos tiempos, las dimensiones de Groenlandia se han visto ensanchadas en la mente de todos por el brío anexionista con el que Donald Trump inició su mandato, pronto hará un año. El hombre que trabaja de manera incansable para captar cada día la atención del mundo, exige que el reino de Dinamarca venda a buen precio la isla de Thule, la isla de la novia del Capitán Trueno, para que América pueda ser mucho más grande de nuevo. Todo rincón del planeta gana presencia cuando se convierte en objeto de litigio o en escenario de un gran drama. Pues bien, África es mucho más grande que Groenlandia. Contando la isla de Madagascar, África suma una superficie de 30.858.481 km², frente a los 2.166.086 km² de Groenlandia. África es catorce veces más grande. Los mapas, algunos mapas, nos están engañando.

La superficie de Groenlandia frente a la africana sin Madagascar.
Los mapas no están engañando y algunos africanos han empezado a protestar, con razón. El pasado mes de agosto, ese mes en el que a veces escasean las noticias, se dio a conocer una campaña de recogida de firmas para corregir esa escandalosa deformación geográfica. Impulsan la campaña las asociaciones Speak Up Africa, radicada en Senegal, y Africa No Filter, fundada en Sudáfrica. La persona que más sabe de África en La Vanguardia es el periodista Xavier Aldekoa, autor de numerosos reportajes sobre el continente, viajero impenitente. Le hemos preguntado por el alcance de esa iniciativa. “Son dos organizaciones jóvenes, muy dinámicas, con influencia creciente. Pretenden abrir una reflexión sobre los estereotipos que pesan sobre África. Más que un debate sobre la calidad de la cartografía, plantean una cuestión política, plantean una exigencia de dignidad y reparación que hoy está muy presente en las nuevas generaciones. La edad media en África es de 19 años, estamos hablando de una población en la que cada vez pesan menos los recuerdos de la época colonial. Gente joven que se pregunta el porqué de los desequilibrios. Hay una ola de cambio en África. Lo constato en todos mis viajes. El debate sobre los mapas que empequeñecen a África es una señal más de esa onda”, responde Aldekoa. La campaña está siendo respaldada por la Unión Africana, organismo que agrupa a 54 países del continente, heredero de la antigua Organización por la Unidad Africana.
¿Por qué la cartografía digital convierte Groenlandia en un exagerado continente helado? Hay que preguntárselo a Mercator. Hay que regresar al Renacimiento, la etapa histórica con más bello nombre. Hay que viajar por el túnel del tiempo hasta la ciudad renana de Duisburgo en 1552. Hay que recorrer las calles de ese burgo, en la confluencia de los ríos Rin y Ruhr, no muy lejos de Dusseldorf, y buscar el taller de un tal Gerard Kremer, que se dedica a dibujar mapas, observar las estrellas y escribir cronografías. Kremer es flamenco, pero ha decidido marchar de Lovaina, donde ha estado preso durante ocho meses acusado de simpatizar con los protestantes. El duque Guillermo de Jülich-Cléveris-Berg, católico tolerante, le ha ofrecido una cátedra de Cosmografía en Duisburgo. Traduce su nombre al latín, Gerardus Mercator, y bajo esa firma confecciona el primer Atlas moderno. Es el primero en utilizar esa palabra, Atlas, para designar una colección de mapas de la tierra conocida.
Seguro en su nueva casa y libre de presiones políticas y teológicas, Mercator le da vueltas al principal problema de la cartografía: cómo proyectar la esfera terrestre sobre una superficie plana evitando la curvatura de los paralelos y los meridianos. Cómo elaborar un plano terrestre en el que las rutas puedan ser dibujadas en línea recta. La proyección de Mercator se basa en una percepción cilíndrica de la Tierra. Se podría explicar de la siguiente manera. Imaginemos que la Tierra es un globo hinchable que se introduce dentro de un cilindro con el mismo diámetro que el globo en el ecuador. A medida que se infla el globo, su superficie curva se ve aplanada contra las paredes del cilindro. Meridianos y paralelos se “enderezan” y las superficies más próximas a los polos se “estiran”. Cuando el cilindro se desenrolla con la impronta del globo, los meridianos no se curvan hacia arriba sino que discurren perpendiculares a los paralelos, perfectamente alargados. Ángulos exactos en toda la superficie. Posibilidad de dibujar rutas en línea recta. El problema está en los polos. En el siglo XVI, los polos no quitaban el sueño a los navegantes, y Groenlandia no tenía forma, era una leyenda vikinga.

Gerardus Mercator, cartógrafo renacentista.
Las tierras septentrionales ganaron fuerza simbólica. Canadá y Rusia aparecen más grandes de lo que son. Desde que fue comprada por Estados Unidos, Alaska parece tan grande como Brasil (Brasil es cinco veces más grande que Alaska). La proyección de Mercator era práctica y se convirtió con el paso de los años en el instrumento preferido de la cartografía moderna. Sus principios matemáticos eran útiles para medir los nacientes estados-nación y las crecientes posesiones coloniales de Europa. No pocas fronteras rectilíneas se han dibujado con la ayuda de Mercator. La proyección de Gerard Kremer fue adoptada en su día por el Almirantazgo Británico y la NASA la utiliza para cartografiar los demás planetas del Sistema Solar.
¿Por qué Google Maps sigue utilizando la proyección de Mercator seis siglos después? Se lo hemos preguntado a Gemini, el asistente IA de Google. Esta ha sido su respuesta: “A pesar de la notable desventaja de la distorsión de tamaño en las regiones polares, las ventajas de Mercator son primordiales para la navegación interactiva y la visualización digital. La proyección Mercator, con sus paralelos y meridianos formando una cuadrícula rectangular, se adapta perfectamente a la estructura de ‘mosaicos’ (tiles) que usan los mapas web. La distorsión es uniforme en todas las direcciones alrededor de un punto, por lo que los objetos se agrandan, pero no se deforman ni se estiran en una sola dirección (un cuadrado se sigue viendo como un cuadrado, aunque más grande en latitudes altas). Las líneas de rumbo (líneas rectas que mantienen un ángulo constante con los meridianos) son líneas rectas en el mapa. Los puntos cardinales (Norte, Sur, Este, Oeste) son siempre consistentes…” La Era Digital y el Renacimiento, cogidos de la mano.
Jóvenes africanos que sueñan con un continente moderno y respetado quieren ver la potencia geográfica de África perfectamente reflejada en la pantalla de su teléfono móvil. El empequeñecimiento cartográfico es leído como un residuo del colonialismo en un tiempo en el que vuelven a ser importantes las dimensiones físicas del mundo, porque no todo puede ser fluido y abstracto. La venganza de la Geografía. Evidentemente, Rusia no ha protestado. Canadá tampoco.

La proyección Gall-Peters, en la que el norte y el sur se comprimen.
La campaña Corrige el mapa dio que hablar en agosto. El periodista Javier Dale escribió sobre ella en nuestro diario. Vale la pena seguirla. “Durante más de 450 años, hemos basado nuestra comprensión de África y del mundo en un mapa erróneo. De hecho, se podrían incluir Estados Unidos, China, India, Japón, México y gran parte de Europa en África y aún habría territorio de sobra. El mapa de Mercator no solo tergiversa el tamaño del Sur global; se trata de poder y percepción. Esto debe cambiar”, dice el manifiesto.
Gemini parece haber tomado nota de esa iniciativa y explica que Google Maps intentará ofrecer una visión más corregida del globo terráqueo sin renunciar a la eficiencia de Mercator en los mapas parciales.
¿No existen otras proyecciones del globo terráqueo? Si, pero no han tenido tanto éxito como la de Mercator. La más conocida de todas ellas es la de Gall-Peters. Fue elaborada por primera vez por el geógrafo escocés James Gall (1856), siendo perfeccionada un siglo más tarde por el cartógrafo e historiador alemán Arno Peters, muy interesado en confeccionar un mapamundi que respetase la proporción real de los continentes y los países. La proyección de Mercator preserva la forma y los ángulos, por ello es muy útil para la navegación. La proyección Gall-Peters respeta el área y el tamaño de los países, pero provoca una distorsión vertical. África y América del Sur salen muy alargadas, parecen pintadas por El Greco. Es un mapa triste.

La propuesta de mapamundi de Equal Earth.
La campaña Corrige el mapa propone la proyección Equal Earth, inventada en 2018 por los cartógrafos Bojan Šavrič, Bernhard Jenny y Tom Patterson, inspirándose en la proyección de Robinson (Arthur H. Robinson) diseñada en 1961 en busca de consenso: no preserva los ángulos, curva suavemente los meridianos, estira un poco los polos y ofrece una representación más equitativa del mundo. La proyección Equal Earth es progresista, igualitaria y no creo que nadie la pueda calificar de woke. Gemini nos da una respuesta muy diplomática al respecto: “La proyección Equal Earth es muy útil para los mapamundis domésticos, es educativa, didáctica, igualitaria y tiene un diseño muy bonito. No sería útil para los mapas de gran escala de una ciudad, un país o una región específica”.
La Geografía, como vemos, es también un producto histórico. Las sociedades humanas producen historia y también fabrican geografía. Durante siglos, las distorsiones polares de Mercator reforzaron la visión eurocéntrica del mundo, aumentando el poderío de las tierras septentrionales. No fue una mala proyección de poder para la Unión Soviética. El mundo ahora es otro y las nuevas clases emergentes africanas puede que estén encontrando una bandera unificadora: “¡Corregid el mapa!”.
El primer éxito editorial de Gerardus Mercator fue un mapa de Palestina. Impreso en 1537, ayudaba a los creyentes a ubicar los lugares que aparecen mencionados en la Biblia, cuya primera impresión había llevado a cabo Johannes Gutenberg un siglo atrás. La Biblia y el mapa de Tierra Santa al alcance de los comerciantes alemanes y flamencos que sabían leer. Una nueva manera de relacionarse con Dios. En ese mapa ya figuraba Gaza, la pequeña Gaza, hoy tan grande en el insomnio mundial.
Groenlandia es más pequeña de lo que parece, pero Trump, ahora pletórico, la seguirá codiciando.
(Este nuevo capítulo de ‘Penínsulas’ ha contado con la colaboración de Santiago Fernández Muñoz, profesor de Geografía Humana en la Universidad Carlos III de Madrid, socio de SILO y antiguo jefe de proyectos de la división de Evaluación de Políticas Públicas de la AIReF.)