
Wall Street cerró el viernes pasado con la peor caída desde abril. Este lunes abrió con una subida inmediata de más de 500 puntos (1,30%), y ese impulso también lo experimentaron el Nasdaq y el S&P.
Esas fuerzas opuestas en el caos tienen su origen en los polos de un mismo imán: Donald Trump. El presidente de Estados Unidos protagonizó otro capítulo en su drama arancelario con el Gobierno de Pekín; tras las hostilidades que pusieron a temblar las bolsas mundiales, ayer llegó la calma.
Ese contraste de movimientos en los parquets estadounidenses se produjo después de que Trump, durante su vuelo rumbo a Oriente Medio, sugirió a los inversores desde su red social que podría no cumplir con su amenaza “de un incremento masivo de los aranceles” en los productos chinos.
Ese comentario, concretado luego en un 100% adicional de los gravámenes a partir del 1 de noviembre, fue el detonante del recrudecimiento de la guerra comercial entre los dos líderes globales que eliminó dos billones de dólares en valor de mercado. El mandatario republicano reaccionó así ante las restricciones impuestas por el presidente chino Xi Jinping para el acceso a los minerales de tierras raras, elemento clave en la industria estadounidense.
A partir del 1 de diciembre, las entidades foráneas deberán obtener una licencia de China para exportar productos que contengan más del 0,1% de esos elementos críticos.
Los datos muestran que los aranceles impactan cada vez más en consumidores y empresas de EE.UU.
Durante ese vuelo, Trump explicó a los periodistas que la fecha del 1 de noviembre se mantenía, aunque insistió en que todo es modificable. “Hasta ese día falta una eternidad, vamos a ver lo que sucede”, afirmó.
Este nuevo flip flop incluiría reprogramar el encuentro previsto entre los dos presidentes en la cumbre de la APEC que se celebrará en Corea del Sur del 30 de octubre al 1 de noviembre.
En su arrebato del viernes, Trump sostuvo que esa reunión carecía de sentido, “no hay razón para hacerla”, recalcó.
El Ejecutivo chino replicó que no sentía temor por la intimidación de Trump. “La postura de China es consistente. No queremos una guerra arancelaria, pero tampoco le tenemos miedo”, replicó el Ministerio de Comercio en un comunicado.
“Hemos tenidos una sustancial desescalada este fin de semana”, explicó este lunes Sccott Bessent, secretario del Tesoro, en la cadena Fox.
Las exportaciones de China crecieron en septiembre, pese a caer un 27% las destinadas a EE.UU.
“El presidente Trump dijo que los aranceles no entrarían en efecto hasta el 1 de noviembre. Él se encontrará con Xi en Corea. Creo que esa reunión sigue en pie”, añadió.
“No os preocupéis por China, todo estará bien. El respetado presidente Xi acaba de pasar un mal momento”, escribió Trump en su red social en su enmienda. “Él no quiere depresión para su país y yo tampoco. EE.UU. quiere ayudar a China, no causarles daños”, insistió.
Pero esta visión resulta más bien propagandística. El daño de la guerra comercial desatada por la Casa Blanca perjudica a unos a otros, sin distinción.
Las empresas y los consumidores estadounidenses están soportando el peso de los gravámenes a las importaciones, según muestran los indicadores, llevando así la contraria a Trump, a la vez que complica la lucha de la Reserva Federal (Fed) contra la inflación.
Hizo la predicción de que serían los otros países los que pagarían el precio de sus políticas proteccionistas, apostando a que los exportadores absorberían ese coste solo para mantener su punto de apoyo en el mercado de consumo más grande del mundo. Pero las encuestas y los estudios realizados estos primeros meses de aplicación de gravámenes muestran que son las empresas estadounidenses las que pagan la factura y trasladan una parte a lo hogares, y es probable que haya más subidas de precios.
Wall Street acogió con subidas la sugerencia de Trump, después de la severa caída del viernes
Entre tanto, los analistas se sorprendieron cuando Pekín informó que el cómputo total de las exportaciones chinas tuvo un crecimiento durante el mes de septiembre. El dato desvela una nueva pauta comercial.
Las exportaciones chinas hacia EE.UU. se desplomaron el mes pasado un 27%, o el equivalente a casi 30.000 millones de euros, debido a las tensiones comerciales entre las dos potencias. Sin embargo, las ventas del gigante asiático al resto del planeta compensaron la caída y permitieron que el comercio exterior creciera, siempre a partir de las cifras publicadas este lunes por la administración aduanera de China. En agosto esas exportaciones ya se contrajeron un 33%.
A la vez, China mantiene reticencias a comprar productos americanos como la soja –causando graves problemas a la agricultura de EE.UU. y el planteamiento de un posible rescate por parte del gobierno–, lo que le deja unas importaciones de 9.900 millones, un 16% inferiores. Las cifras se traducen en una balanza a favor de China de unos 19.800 millones de euros, la mayor desde marzo.