
Pasado el momento de la primera alegría en Gaza e Israel, ahora ha llegado el momento de pensar cuales habrían de ser las siguientes etapas, y en especial la más política, la creación de una arquitectura institucional para Palestina, algo multidimensional, complejo y, en opinión de muchos analistas, mal planteado en el plan de Trump. La parte política es la más complicada y que, en mi opinión, ha de replantearse notablemente para que el plan llegue a convertirse en un verdadero plan de paz, que ahora no lo es.
Un plan de paz finaliza siempre con un acuerdo que previamente han negociado los actores primarios, los más afectados, que en este caso son Israel, Hamas, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y la población palestina que no se siente representada por ninguno de los dos actores políticos mencionados, sea por las consecuencias que ha comportado la masacre perpetrada por Hamas, que ha perdido credibilidad y autoridad moral para los gazatíes, o por el descrédito que tiene la ANP, que no celebra elecciones desde hace 20 años, no tiene apoyo popular y tiene enormes problemas de corrupción.
Israel tiene que derribar los muros físicos y mentales que ha puesto en Palestina
Todo ello obliga a considerar una profunda reforma de las instituciones políticas palestinas, creando algo nuevo, más representativo, unificador y democrático, y sin que Israel bloquee su formación, pues siempre ha procurado que Palestina no tenga una entidad política e institucional fuerte. Eso debe cambiar, y EE.UU. tendría que presionar para que sea una realidad lo antes posible. A cambio, y ese ya será un primer problema, tendrá que hacer cambios en su plan de paz, para que sean solo y únicamente los palestinos, y no EE.UU., los inversores millonarios o Tony Blair, quienes decidan como hacer estas transformaciones, las estructuras políticas que habría que crear y las personas palestinas que liderarían ese cambio.
La propuesta de Trump de crear un “gobierno transitorio temporal de un comité palestino tecnocrático y apolítico”, como si fuera posible ser palestino y apolítico, y que este gobierno estuviera supervisado y controlado por una junta presidida por el mismo Trump, va en contra del sentido común y de las reglas básicas que presiden todos los procesos de paz, por los motivos ya señalados de que los protagonistas habrán de ser los propios palestinos.
Lo que hace falta es que un grupo de “notables” palestinos, un “comité de sabios” o algo parecido, formado por personas con autoridad moral y aceptadas por la mayoría de la población palestina, diseñe una nueva entidad política autónoma, aunque conserve el nombre de Autoridad Nacional Palestina, nombre un primer gobierno provisional, hasta que la situación de Gaza permita realizar elecciones libres para toda Palestina, y luego pueda existir un nuevo Gobierno y una auténtica gobernanza para todo el territorio palestino, capaz de levantar la región y ser respetado por Israel, que deberá no solo retirarse militarmente, sino también derribar los muros físicos y mentales que ha puesto en Palestina, para sentar las bases de una futura convivencia en paz. Una vez conseguido, el tiempo dirá cuales habrán de ser los siguientes pasos.