¿Por qué dicen IA si quieren decir poder?

Dario Amodei, director ejecutivo de Anthropic, al firmar un contrato de 200 millones de dólares con el Departamento de Defensa de Estados Unidos, declaró que su empresa trabajará por el “liderazgo estadounidense en inteligencia artificial”. Alineaba así la iniciativa privada de una de las empresas emergentes punteras de IA con la estrategia global de poder de Estados Unidos.

Estas declaraciones no son una anécdota: son la demostración de que, hoy, cuando hablamos de IA, en realidad estamos hablando de poder. La carrera global por la supremacía en IA –que implica a gobiernos, corporaciones, empresas emergentes e inversiones multimillonarias– tiene un único objetivo: controlar los flujos de la nueva divisa del poder actual, la IA.

La inteligencia artificial es objetivo y herramienta en la guerra por el poder

Contratos como el de Anthropic forman parte de la estrategia estadounidense para ganar la carrera global de la IA. Utilizando la IA como objetivo –la supremacía– y como medio –la coerción y la desinformación–, el Gobierno de Trump ha logrado introducirla en su particular guerra cultural: si eres “americano”, debes estar a favor de la IA porque, aunque se equivoque, 1) elimina las fuentes de autoridad (académicas, intelectuales, periodísticas…) y 2) hay que ganar la carrera bilateral contra los comunistas chinos.

Mientras tanto, China, que se ha propuesto liderar la IA en 2030, también con inversiones multimillonarias, apuesta por una estrategia diferente: menos chatbots, más IA industrial y militar, y más modelos abiertos que cualquiera pueda utilizar para convertir la carrera en multilateral.

La Unión Europea cuenta a su favor con la regulación ética de la IA (AI Act), pero sabe que sin tecnología propia dependerá siempre de Estados Unidos o de China. Por eso ha lanzado un plan de 200.000 millones de euros para impulsar la supercomputación y una infraestructura europea de IA. La computación es para la IA lo que los oleoductos son para el petróleo: el sustrato tecnopolítico del poder. El objetivo de Bruselas –que debería ser el de todos– es alcanzar la soberanía digital.

Hablar de IA es hablar de poder. Cada vez que usamos una herramienta de IA –para traducir, buscar información o generar imágenes– cedemos una pequeña parte de poder, que de manera agregada se convierte en el Poder con mayúsculas, aquel que acumula quien controla el algoritmo y la infraestructura.

Cuando en 1950 Alan Turing se preguntó si las máquinas podían ser inteligentes –su célebre juego de la imitación–, hablar de IA era hablar de filosofía. En 1956, cuando un grupo de científicos e ingenieros acuñó el término, se convirtió en una disciplina científica. A partir de 2010, la IA pasó a ser una etiqueta de marketing, una especie de “Intel Inside”. Hoy, IA es sinónimo de poder político, económico y cultural.

La próxima vez que alguien hable de IA, pregúntele de cuál está hablando.

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