Casi dos años después de las elecciones que dieron la victoria a la ultraderecha de Geert Wilders, Países Bajos ha regresado este miércoles a las urnas. En Duindorp, un barrio costero de La Haya, la mayoría de los votantes tiene claro que van a volver a apostar por su islamófobo Partido por la Libertad (PVV). ¿El motivo? Su rechazo férreo a la acogida de migrantes en el país.
“No es la persona, porque a veces dice cosas que me hacen llevar las manos a la cabeza, pero sí me gustan sus ideas. Si miras a largo plazo, en toda Europa el desarrollo demográfico va mal porque ves más Islam y eventualmente nuestra sociedad Occidental será destruida si seguimos así”, dice Simon, un vecino de mediana edad, de los más madrugadores en votar en este barrio desangelado de la capital política del país.
El cordón sanitario contra Wilders complica predecir la composición del futuro Gobierno neerlandés
Todos los sondeos apuntan que esta noche Wilders volverá a ganar las elecciones generales, pero los resultados son muy inciertos. Lo único que está claro es que el ultraderechista tiene muy complicado volver a llegar al Gobierno. El resto de las principales formaciones políticas le acusan de irresponsable por haber tumbado el anterior Ejecutivo, liderado por el primer ministro Dick Schoof, un independiente elegido como figura de consenso entre cuatro fuerzas encabezadas por la ultraderecha de Wilders.

Por lo tanto, han prometido excluirle de las negociaciones. “Eso no es democracia, no puedes bloquear a la persona que la gente ha votado”, opina Marjolein, sobre este bloqueo.
 Dos mujeres con velo votan en Rotterdam
El cordón sanitario contra Wilders complica predecir la composición del futuro Gobierno neerlandés, más allá de que llevará meses de negociaciones. Todo, entre el hartazgo de los holandeses por tener que volver a votar la composición de su Parlamento por tercera vez en cinco años. Los dos gabinetes previos al de Schoof, ambos dirigidos por el liberal Mark Rutte -ahora secretario general de la OTAN- también terminaron antes de tiempo. El primero en 2021 se agotó tras un escándalo de la Agencia Tributaria. El segundo, el que dio la victoria arrolladora de Wilders en el 2023, por divisiones internas sobre el sistema de acogida.

“En el pasado voté a Wilders, pero ya no. Habla demasiado y no ha conseguido nada”, sostiene Aart, un jubilado que acude a votar en el colegio electoral de Duindorp, un centro social con ovejas en sus jardines. Ya se conocen de sobras el sistema, que implica no solo una enorme papeleta con los candidatos de los 26 partidos que se presentan, sino un cubo de basura que funciona como una curiosa urna.
Algunos de los candidatos de los principales protagonistas de estas elecciones ya han votado. Entre ellos, el segundo en las encuestas, el excomisario europeo socialdemócrata Frans Timmermans, que ha ido acompañado de su perro. Se disputa la segunda plaza con el democristiano Henri Bontenbal y también con el liberal progresista Rob Jetten, del partido en alza D66. Una de las posibilidades con más números es que estos tres partidos centristas tengan que ponerse de acuerdo y organizar una coalición europeísta, que gustaría en Bruselas.
“Esperamos lograr un nuevo gobierno capaz de transformar las preocupaciones de los ciudadanos en acciones a favor de la sociedad y no en contra de la sociedad, como ha sido el último. Wilders no es un demócrata, es un irresponsable y necesitamos un líder que asuma responsabilidades”, considera Theresia, que ha elegido al candidato del D66. En cambio, se espera un batacazo del liberal conservador VVD, que gobernó más de una década de la mano de Rutte y que acompañó a Wilders en su última aventura en el poder.
Las urnas estarán abiertas hasta las nueve de la noche, cuando se conocerán las encuestas a pie de urna. Pero los resultados se harán esperar: se anticipa un largo escrutinio después de una intensa campaña marcada por las tensiones alrededor de la escasez de vivienda y la inmigración. Uno de los últimos candidatos en votar ha sido Wilders, acompañado de su escolta. Hasta el jueves pasado había suspendido sus mítines por motivos de seguridad.
                                            
                                            
                                            
                                            