Suiza rechaza en un referéndum un impuesto de sucesiones del 50% para las herencias más altas

Un 78,2 % de los votantes suizos rechazó el pasado domingo en un  referéndum una propuesta de crear un impuesto federal del 50% para todas las herencias y donaciones superiores a los 50 millones de francos (53 millones de euros). La medida estaba pensada para gravar a las grandes fortunas con el fin de recaudar más fondos para la lucha contra el cambio climático.

Tanto el Gobierno como el Parlamento estaban en contra 

La iniciativa, impulsada por el ala juvenil del Partido Socialista suizo, no logró el apoyo en ninguno de los cantones del país, según el escrutinio final. Fue a votar el 43% del electorado. 

El Gobierno federal se opuso a la iniciativa, advirtiendo que dañaría el atractivo de Suiza como lugar estable para altos patrimonios y capital internacional. La propuesta fue redactada inicialmente con carácter retroactivo —una cláusula que provocó una fuerte reacción por parte de grupos empresariales y asesores fiscales— y posteriormente fue suavizada. También el Parlamento había recomendado votar en contra, ante el temor de que el gravamen animara a las grandes fortunas a salir del país. Honk Kong y Dubai llevan años posicionándose en el mercado que acoge a los altos patrimonios. 

Existe el temor de que dicho impuesto causaría una huida de capitales del país

Actualmente no hay impuesto de sucesiones y donaciones a nivel federal, aunque sí en casi todos los cantones del país, con porcentajes que varían mucho en función del lugar pero que con frecuencia eximen de su pago a cónyuges y descendientes directos.

Se calculaba que este nuevo impuesto, sin exención para cónyuges y descendientes ni para donaciones a instituciones públicas y organizaciones, habría afectado a unos 2.500 contribuyentes en Suiza.

Según los datos de Swiss Info, el 1 % más rico en Suiza posee actualmente el 42 % de la riqueza privadaE, frente al 30 % de hace unas décadas; también representan el 40 % de la recaudación de impuestos sobre la renta y la riqueza en Suiza.

Aunque sobre el papel se preveía que con él aumentaran los ingresos fiscales, según distintos cálculos, entre los 4.000 y los 6.000 millones de francos anuales (4.200-6.400 millones de euros), la Hacienda helvética advirtió que a medio plazo podría conllevar pérdidas de ingresos si finalmente se produjera una salida de grandes fortunas. También alertaba de que “el nuevo impuesto podría disuadir a otras de instalarse en Suiza”.

Los defensores de la iniciativa aseguraban que sólo las 300 fortunas más ricas del país suman un patrimonio de casi 900.000 millones de euros y que en un 80 % de los casos proceden de herencias. 

Además, señalaban, “esos millones heredados causan grandes daños a través de inversiones perjudiciales del medio ambiente, jets privados, yates, y con la compra de poder e influencia política”.

Frédéric Rochat, socio director del banco privado suizo Lombard Odier, dijo al Financial Times que el resultado inequívoco mostraba que “había prevalecido el sentido común suizo”. “Al pueblo suizo le gusta que las políticas de su país se mantengan estables y previsibles”, afirmó. “Rechazan el populismo básico que genera ruido innecesario”.

Benjamin Mühlemann, co-líder de los Radical-Liberales, dijo el domingo que la campaña había demostrado a la ciudadanía que la iniciativa habría significado una «destrucción de nuestra economía y prosperidad», además de pérdidas generalizadas de empleos.  Para la ministra de Finanzas Karin Keller-Sutter, el nivel del 50% que hubiera tenido la tasa era un nivel “cercano a la expropiación”. 

El debate sobre el impuesto de sucesiones es recurrente en varios países. Recientemente, en Francia hubo muchas discusiones al respecto. París está en busca de recursos financieros para reducir deuda y sin tener los presupuestos garantizados. 

Según la Fundación Jean-Jaurès, de aquí a 2040 los franceses nacidos en su mayoría durante la posguerra, legarán 9 billones de euros a sus descendientes, es decir, 677.000 millones al año. 

Hoy, la riqueza heredada representa el 60% del patrimonio en Francia, frente al 35% en los años setenta. Esta proporción casi se ha duplicado. Pero solo el 10% de los hogares posee más de la mitad de ese patrimonio total. Se observa, por tanto, un fenómeno de concentración.

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