Sri Lanka elige presidente tras lograr apartarse del abismo

Sri Lanka acude a las urnas este sábado, por primera vez desde la revolución en falso de 2022, en la que el presidente electo, Gotabaya Rajapaksa, fue forzado a abandonar un país en quiebra. Un arreglo político instaló en su lugar al veterano Ranil Wickremesinghe -seis veces primer ministro- que negoció un préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI). Este ha salvado al país del abismo, pero el desigual reparto del esfuerzo ha sembrado el descontento entre la población. 

La votación de hoy equivale a un plebiscito sobre la presidencia de Wickremesinghe, aparejada al plan de reestructuración de la deuda. El político conservador, de 75 años, lo tiene muy cuesta arriba, según los sondeos, que no descartan un pronunciado bandazo hacia la izquierda. 

El favorito, sobre todo entre los jóvenes, es Anura Kumara Dissanayake -más conocido como AKD- al frente de una coalición de partidos socialistas y comunistas. AKD, que tiene 55 años pero aparenta bastantes menos, compite con 37 candidatos, la mayoría de ellos pertenecientes al muy endogámico establishment político cingalés. Élite a la cual no pertenece, cosa que le convierte a priori en el portavoz más creíble del clamor contra la corrupción, que ya inflamó las protestas de 2022. 

Su fuerza fue, de hecho, clave en las movilizaciones  Pero una vez saqueada la residencia del presidente, incendiad la del primer ministro -junto a decenas más, pertenecientes a otros diputados- la crisis se parcheó desde arriba recurriendo al político del establishmente por excelencia, Ranil Wickremesinghe. El partido de este no había logrado ni un solo diputado en las elecciones de dos años atrás, pero pactó su investidura con el partido de los Rajapaksa, que controlaba dos tercios de la cámara. 

Los Rajapaksa, que fueron claves en la derrota de los Tigres Tamiles, hace más de qiunce años, han sido rehabiltiados. El hijo de Mahindra Rajapaksa, de 38 años, podría ser el cuarto más votado, en lo que todavía es un fogueo. Más posibildiades tiene oel candidato de centro derecha 

Diecisiete millones de cingales -de una población de 22 millones- están llamados a las urnas. Es difícil que hoy mismo sea proclamado un ganador, al superar el 50% de los votos. Es más probable que deba proceders al recuento de segundas y terceras preferencias para los dos más votados -así expresadas en la papeleta- para atribuir la victoria a uno u otro candidato, probalbmeent este domingo. 

Mientras que Wickremesinghe defiende su acuerdo con el FMI, un balón de oxígoxígne2.900 mllinoes de dóarles Sajith Premadasa, 57, propone revisar sus condiciones, mientras que en el campo de Anura Kumara Dissanayaka -más conocido como AKD- hay quien lo impugna. 

“Vosotros decidís entre un retorno al terror o el progreso”, dijo Wickremesinghe en un mitin. Las colas de varias horas en las gasolineras han desaparecido y la inflación, que rozó el 70%, está ahora en un solo dígito. Sin embargo, la precariedad ha ido en aumento y más de un cuarto de la poblacíon ha caído por debajo del umbral de la pobreza. 

AKD es el jefe del Frente de Liberación del Pueblo (JVP en sus siglas cingalesas), de inspiración marxista y al frente de dos insurrecciones armadas, al principio de los setenta y  finales de los ochenta, que fueron sangrientas, como lo fue su aplastamiento, con decenas de miles de muertos de ambos bandos. En este intervino, no solo el ejército, sino también paramilitares anticomunistas asociados al partido conservador, UNP, en el que ya despuntaba Wickremesinghe. 

La formación marxista, inicialmente multiétnica, abrazó con el tiempo el nacionalismo cingalés, virulentamente opuesto al separatismo tamil (hindú y en menor medida católico). El soberanismo tamil, por su parte, desarbolado por su derrota en el campo de batalla, compite ahora en una plataforma unitaria -con alguna autoexclusión notable- tras haber renunciado a la independencia. Sin embargo, la demografía (los tamiles son menos del 20% de la población, si descontamos a los musulmanes, que hablan tamil en todos los casos pero votan distinto) convierte su voto en un brindis al sol en las presidenciales, que requieren de más de un 50% de apoyos.  

De ahí que muchos tamiles -en el norte y el este de la isla- vayan a votar en estas elecciones al candidato de centro-derecha, Sajith Premadasa, que quedó segundo en 2019. Paradoja entre las paradojas, puesto que se trata del hijo del presidente Ranasinghe Premadasa, uno de tantos mandatarios asesinados por los Tigres Tamiles. 

Pero las decisiones de Wickremesinghe, de 75 años, para detener la debacle, incluidas las subidas de impuestos, han resultado impopulares y afectado su base de votantes. Gane quien gane, heredará una deuda de 42.000 millones de euros, cuyo pago deberá ser reestructurado. Las instituciones financieras internacionales ya han hecho algún guiño esta semana, para mostrar su preferencia por Wickremesinghe, a pocas semanas, además, de la aprobación del próximo tramo del préstamo, de más de 300 millones de euros. 

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Tres mujeres bajo la llovizna se encaminan al colegio electoral este sábado en Galé, localidad de resabios coloniales portugueses, holandeses e ingleses. 

IDREES MOHAMMED / AFP

En 2022, Sri Lanka estaba al borde de la implosión económica y el estallido social. El presidente de entonces, Gotabaya Rajapaksa, tuvo que huir del país, junto a su hermano Mahinda, que había presentado su renuncia como primer ministro días antes (otros dos hermanos Rajapaksa eran ministros, al igual que un sobrino). Las lujosas residencias oficiales y particulares de ambos fueron saqueadas por la muchedumbre. Escenas que volvimos a ver este verano, casi calcadas, en Bangladesh, a las pocas horas de la evacuación de la presidente Sheij Hasina. 

Rescatado por el FMI

Para Wickremesinghe es el plebiscito sobre su presidencia, que no logró en las urnas

Los hermanos Rajapaksa -procedentes de la mayoría cingalesa y budista del antiguo Ceilán- pilotaron hace más de quince años la derrota a sangre y fuego de los Tigres Tamiles, la guerrilla que popularizó el terrorismo suicida. En su retorno al poder, con dos tercios de los escaños, cometieron graves errores económicos, a las puertas de la covid. Sus vacaciones fiscales y su calamitoso intento de imponer la agricultura orgánica al 100%, combinada con el frenazo del turismo y las remesas, vaciaron las arcas del estado. Hace dos años y medio, Rajapaksa anunció que el país no tenía divisas para sus importaciones esenciales de combustible, medicinas o alimentaos. Las colas para un litro de gasolina duraban hasta doce horas. 

Aquella revuelta fue apaciguada, secuestrada y finalmente disuelta por la fuerza. Cuando los manifestantes se dieron cuenta, al frente del país no había nadie con voluntad de cambiar nada, sino la encarnación más perfecta de la élite conservadora cingalesa, varias veces presidente y primer ministro desde los años ochenta. 

Era, en cualquier caso, un viejo conocido de Washington y del Fondo Monetario Internacional (FMI), que accedió a prestar tres mil millones de dólares a modo de oxígeno, con unas condiciones draconianas. Tal como sucede periódicamente en Pakistán, dichos préstamos sirven para poco más que servir los intereses de planes de rescate precedentes y salvaguardar el confortable estilo de vida de la nutrida élite militar y burocrática que los administra, que no paga impuestos directos y que se autoconcede préstamos de bancos públicos, mientras se atornilla todavía más a la masa de la población con impuestos indirectos, supresión de subvenciones y jibarización de un estado ya raquítico. 

En Sri Lanka, como en tantos otros sitios, la receta del FMI ha levantado ampollas entre la población. La elección de hoy es un plebiscito sobre ella. A juzgar por los sondeos, las posibilidades de legitimar su mandato en las urnas son escasas. Algo poco sorprendente, teniendo en cuenta que en las últimas legislativas su partido no logró ningún escaño. Su acceso a la presidencia, apadrinado internacionalmente, fue producto de un pacto con los Rajapaksa, que controlaban la cámara. Estos, pasaron de prófugos. Hoy, el hijo de Mahinda Rajapaksa, de 38 años, está también entre los cuatro candidatos más conocidos, aunque se trata de apenas un fogueo. Los favoritos son dos. 

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Simpatizantes del candidato izquierdista Anura Dissanayaka sostieen un póster con su imagen en Colombo, el miércoles pasado. 

Rajesh Kumar Singh / Ap-LaPresse

En un país que está en el pelotón de cabeza en cuanto a mandatarios asesinados, Wickremesinghe  ha sobrevivido a todo y volverá a hacerlo, pero difícilmente conservará el poder. 

Una victoria de Dissanayaka disiparía la extrañeza de hace dos años y medio, cuando China dejó caer a los hermanos Rajapaksa, que tanto habían hecho por las inversiones de Pekín. Sin embargo, el citado AKD será observado con lupa, desde Nueva Delhi, Washington, Londres y Tokio.

La posibilidad de una reactivación de la insurgencia tamil no puede descartarse. El partido de AKD, originalmente maoísta, luego se convirtió en una fuerza nacionalista cingalesa virulentamente opuesta al separatismo tamil, con sus conexiones indias e internacionales. 

Del mismo modo que ya hay quien sueña con que Bangladesh juegue en relacíon a Birmania el papel desestabilizador y facilitador de infiltración que Turquía jugó en relación a Siria hace una docena de años. El pretexto sería la población musulmana de la provincia birmana de Arracán, que se identifica, en bengalí, como rohinyá. Pero los actores serían los mismos y los objetivos, actualizados. Bashar el Asad como aliado de Rusia -y secundariamente de China- y la junta birmana como aliada de China -y secundariamente de Rusia. Más leña al fuego. 

Pero sin duda es Nueva Delhi quien más atención presta al tablero. Durante los últimos cuatro años de gobierno de Narendra Modi, la India ha sufrido reveses en casi todo el vecindario, con pérdida de influencia total o parcial en Afganistán, las islas Maldivas y, más recientemente, Bangladesh, mientras que Nepal, viene y va, pero más a menudo se va. Otro revés en Sri Lanka sería catastrófico para India, un país que hace quince años soñaba con ser superpotencia pero que ahora ve incluso cuestionada su condición de potencia regional. 

Sin embargo, los sinsabores constatados en Maldivas -y el que se perfilaba en Bangladesh- han llevado a India a un acercamiento con mayor cintura a Sri Lanka. El propio AKD fue invitado a Nueva Delhi -antes había estado en Pekín- donde fue recibido por el Ministro de Exteriores, S. Jaishankar y el Asesor de Seguridad Nacional, Ajit Doval. 

También Estados Unidos intenta rectificar sus dos décadas de dejadez en Asia, absorbido como estaba en sus guerras de Oriente Medio. Tras la derrota de los Tigres Tamiles, la inversión china en Sri Lanka multiplicó por más de cien las de EE.UU.. Se ha criticado la forma como el puerto de Hambantota, localidad natal de los Rajapaksas, ha terminado en manos chinas, en un arrendamiento de 99 años. Sin embargo, esta infraestructura, inicialmente infrautilizado, gestionó el año pasado el transbordo de 700.000 vehículos entre buques de carga. 

El proyecto chino de Port Colombo, con tierras ganadas al mar, no es menos impresionante. Pero si China se aseguró una terminal naviera en la capital cingalesa, desde el principio, Estados Unidos ha terminado haciendo lo propio. Con Wickremesinghe ya en el poder, Washington activó en 20022 su respuesta -más modesta- a as Nuevas Rutas de la Seda, financiando la mayor parte de otra terminal, con más de 500 millones de dólares. No en vano, la mitad de los grandes buques de contenedores del mundo navegan por aguas cingalesas.

En una interesante triangulación, el 51% estaría en manos de Adani, el magnate indio más próximo a Narendra Modi, que también se adjudicó la gestión del viejo puerto de Haifa, en Israel. Todo ello cobraba sentido en el Corredor Económico India-Oriente Medio- Europa, que implicaba la colaboración entre Arabia Saudí e Israel, dando a este país las llaves del corredor y sorteando a Turquía y, por supuesto, a Irán. Una arquitectura que ha saltado por los aires con la invasión israelí del sur de Palestina, en Gaza, sin final a la vista, pese a acumular ya decenas de miles de muertos. 

(Abajo, vídeo de la residencia del exprimer ministro Mahinda Rajapaksa, incendiada por los manifestantes, durante los tumultos de hace dos años)

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