Del fuego a las brasas

Segundo acto de las elecciones francesas: tras los resultados de julio, la caída del Gobierno era esperable. Y aunque todavía faltan episodios para dar por terminada una crisis de indudable interés político, lo visto ya tiene una más que relevante importancia económica. Y ello porque la estabilidad de las finanzas públicas francesas muestra preocupantes grietas: para 2029, el Fiscal Monitor del FMI de octubre prevé que el actual 110% del PIB de su deuda pública se elevaría al 124%, muy por encima del 97% esperado para España.

Además, dado que la reducción del peso de la deuda sólo puede conseguirse estabilizando el déficit o incrementando el PIB, las perspectivas son preocupantes. Para el primero, el FMI postula su mantenimiento anual en un 6% del PIB hasta finales de la década; respecto del crecimiento, la verdad es que el estancamiento europeo no ayuda, ni se espera lo haga próximamente. Por ello, no extraña que la prima de riesgo francesa respecto a la alemana haya convergido con la griega.

Francia no es Grecia, pero una crisis severa de su deuda acabaría afectando al euro

Dada la difícil estabilización de la crisis política, hay que preguntarse por sus efectos para nosotros, es decir, impacto en los mercados, el euro y el BCE. Para los primeros, no pueden descartarse alzas de tipos de interés: los vigilantes continuarán presionando (vendiendo deuda) para que las finanzas públicas se estabilicen.

21 November 2024, Chile, Valparaiso: French President Emmanuel Macron delivers a speech during his visit to the Chilean Congress. Photo: Cristobal Basaure Araya/SOPA Images via ZUMA Press Wire/dpa

El presidente francés, Emmanuel Macron

Cristobal Basaure Araya/EP

¿Y el euro? Aunque Francia no es Grecia, una crisis severa de su deuda pública seguro que terminaría afectándolo. En esta tesitura, el BCE dispone de mecanismos suficientes para afrontar crisis parecidas que pudieran ponerlo en riesgo. Por ejemplo, las OMT (Outrigh Monetary Transactions), que permitirían al BCE adquirir suficiente deuda pública de un país en problemas para situar en niveles aceptables sus tipos de interés; o el TPI (Transmission Protection Instrument), dirigido a evitar que las primas de riesgo de los países del sur de Europa crecieran en exceso por el choque de la covid. Aunque nunca se han utilizado ni unas ni otro, sí sabemos que su activación sería siempre condicional: soporte financiero a cambio de ajustes y reformas. Es decir, sustitución de la presión indirecta de los mercados por el mandato directo del BCE. ¿Lo soportaría la ciudadanía francesa? Lo dudo.

Francia, y con ella quizás el resto del club Med, tiene un problema. Aunque un fuerte avance del PIB permitiría una reducción indolora de déficit y deuda, no se le espera: en el Financial Stability Report el BCE destaca su preocupación por el bajo crecimiento de Francia y la carga financiera de la deuda. En ausencia de fuertes incrementos nominales del PIB, el país deberá ajustar sí o sí sus finanzas públicas. ¿Lo harían las izquierdas? Difícilmente. ¿Y la extrema derecha? Tampoco. ¿Y se aceptarían reformas profundas para estimular el crecimiento? Menos todavía. Ahí radica la paradoja francesa: o el fuego, o las brasas.

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